07 | Deja al perrete en paz

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07| Deja al perrete en paz

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—¡Guau, guau! ¡Rrrrrr! ¡Guau, guau!

—¡Oh, por el amor del Dios de la fruta y de las pelotas, deja de ladrar ya, Tocadiscos!

—¿Este chucho no se calla?

—¡DEJA AL PERRETE EN PAZ Y CÓMETE LOS PUTOS FIDEOS TAILANDESES, WHITE! —exclamé—. La hora de la comida es sagrada tanto para el perro como para mí, déjanos disfrutarla.

—El perro ni siquiera se ha acercado a la comida, lleva pegado a la puerta desde que he llegado. Pero sí que tienes razón en que os parecéis, eres un animal y un bestia, me has reventado los tímpanos. Además, estás comiendo como si fueras Luffy, pedazo de oso.

—Lo primero es que como como me sale de los aguacates, lo segundo es que te he invitado a la cena, lo tercero es que estás ensuciando la alfombra y lo cuarto ¡es que a mí no me digas animal, cacho de adefesio humano!

—Vale, vale, tienes razón, la cena me la has pagado y me has invitado a cenar a casa, gracias y lo siento, pero es verdad. Sé que llevas todo el día encerrado bailando y que tus energías están agotadas, pero te vas a engollipar, no por comer más lento va a desaparecer la comida.

Me encogí de hombros sabiendo que llevaba razón.

—Ya, eso es porque tú no comes con Tocadiscos todos los días, es la carrera del más rápido. La suerte del superviviente.

White rio frente a mí.

—Por cierto, ¿qué le pasa? Va en serio, me preocupa que no se mueva de la puerta, ¿es que no tiene hambre? —cuestionó.

—No creo que sea eso, a Tocadiscos le caben siete banquetes reales en el estómago. Halley ha venido esta mañana y no sé, está raro desde que se fue.

—Eso es porque, a parte de ti, ella es lo único que le recuerda a Hache Johns.

—Ya lo sé, pero es extraño, no se han visto tantas veces como para eso... Además, he tratado de despegarlo de la puerta, pero juro que no se mueve. Hasta he tenido espacio para mí en el salón para preparar la coreografía que te he enseñado antes, lo cual es raro, T. D. es un acaparador tanto de atención como de espacio.

White se encogió de hombros antes de llevarse los palillos a la boca y sorberlos.

Dejé escapar un suspiro de añoranza, acababa de recordar todas aquellas veces en las que Hache se mosqueaba conmigo por hacer lo mismo que White, al final siempre terminábamos picándonos y yo ganando la discusión.

Echaba de menos al melón principal de nuestra relación...

—El caso es que el pobre animal tiene que comer, y dejar de ladrar, a este paso te van a llover quejas de los vecinos.

—¡Tocadiscos, ven anda! Vamos, que te he comprado los fideos favoritos de Hache... —insistí señalando la bandeja.

Al muy listillo se le levantaron las orejas y al ver que hablaba enserio, echó a correr en nuestra dirección.

—No, ¿eh? No. Que los tiras pedazo de... ¡Eh, que he dicho que no!

Fue en vano, los fideos acabaron en el suelo, aunque por suerte no en la alfombra.

Solté otro suspiro, iba a tener que limpiar el parqué tan pronto como White se fuera.

—Quiero que me digas lo que piensas —dijo el castaño frente a mí. Tocadiscos nos ignoraba lameteando el parqué y metiendo su hocico en la caja donde venían los fideos que le ofrecí.

Al compás de las estrellas ✔ [#HR2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora