| Operación: salvar las Navidades

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| Operación: salvar las navidades

HALLEY:

No podía respirar.

Mis jadeos se escuchaban en toda la sala y podía sentir a mi corazón latir a toda prisa en mi pecho bajo mi mano. Estaba apoyada en la pared y sentía que mis piernas flaqueaban.

No comprendía cómo podía seguir de pie, pero, cuando conseguí estabilizarlas y fui capaz de dar más de tres pasos seguidos, caminé hasta mi botella de agua y me agaché para ir a recogerla. Cuando conseguí beber y calmar mi ritmo cardiaco, vi a Xander sonriendo apoyado contra la pared transparente del otro lado de la sala. Estaba más rojo que un tomate y su cabello desgreñado era un completo desastre de rizos locos que, a no ser que se diese una buena ducha y los peinase desde cero, serían imposibles de dominar.

—Gracias —le dije, siendo consciente de que ambos necesitábamos oír aquello.

—Es una mierda, lo sé —me respondió. Yo sentí que mi corazón se encogía de nuevo, pero me obligué a no pensar en ello más de dos segundos. Ya había llorado bastante, no era necesario volver a aquella tarde que quedaba lejana para recordar algo que no íbamos a poder cambiar.

—Si Hache se entera...

—No va a venir —dijo estirando los brazos con resentimiento—. Además, yo te estoy cuidando.

—No necesito que nadie me cuide.

—Sabes que con esto sí.

Aquello me había dolido, pero era la verdad.

Solté un suspiro y caminé a su lado antes de dejarme caer en el cristal y resbalar mi espalda por él hasta quedar sentada a su lado. No supe por qué, quizás por la necesidad de sentir calor de alguien, quizás porque tenía ganas de llorar y necesitaba sentirme reconfortada; pero me acurruqué contra Xander y apoyé mi cabeza en su hombro.

—Recuérdame cómo hemos acabado solos el día de Navidad —le pedí.

—¿Seguro que quieres hablar de esto?

Asentí.

—Si no lo hago, esta noche no voy a cenar tranquila.

—Hache está de reuniones esta semana y Halle está trabajando hasta tarde. Tus dos padres están trabajando de guardia y el melón de White se ha ido de vacaciones sorpresa con su nuevo y macizo novio, del que todavía no sabemos nada.

—Auch.

Sentí que su brazo me rodeaba los hombros y que su mano me daba un apretón a modo de consuelo como si estuviera intentando reunir las piezas de mí que se estaban descomponiendo.

Mentiría si dijera que no estaba dolida con toda esta situación. Aún recuerdo la tarde en la que Hache me llamó desde Nueva York para preguntarme qué tal estaba todo por aquí y para decirme que tenía una mala noticia que darme. De algún modo u otro supe que no iba a poder estar en casa por Navidad cuando dijo aquello hacía algunas semanas. Por lo visto había tenido que aplazar algunas reuniones cuando vino a acompañarme durante la operación y habían tenido que aplazarlas hasta la fecha.

Le dije que todo estaba bien y que, aunque era una mierda, lo comprendía. Se pasó el resto de la hora y media que duró nuestra llamada intentando sonsacarme algo que me molestase sobre ello y diciéndome que recuperaríamos ese tiempo, a pesar de que yo le había jurado y perjurado que estaba bien y que con el trabajo no se jugaba.

Sin embargo, en el momento en que la llamada finalizó me vine abajo. Cuando una de las personas a las que más quieres en el mundo te dice que no va a poder pasar las Navidades contigo nunca se sabe cómo afrontar la decepción. Se supone que son fechas bonitas, pero cuando te falta esa persona no es lo mismo. No se disfrutan de la misma manera.

Al compás de las estrellas ✔ [#HR2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora