22 | Derechos de copyright

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HALLEY:

—Buenos días de buena mañana, hombre —escuché una voz somnolienta a mi lado.

Fruncí el ceño al sentir el colchón frío a mi lado, así que estiré el brazo para palparlo y encontrar al chico de ojos claros sin apenas abrir los ojos. Cuando mi mano rozó algo tórrido, rodé hasta llegar a él y me abracé a su cuerpo, volviendo a sentir la calidez de nuevo.

Sentí cómo soltaba una risotada ronca y uno de sus brazos me rodeaba la cintura y me acariciaba la espalda. Sonreí contra su piel. Aunque no recordaba por qué no llevaba camiseta.

—Sí, me has despertado. Y sí, está durmiendo. O no, no sabría exactamente qué decirte —se corrigió a sí mismo cuando mis labios besaron sus pectorales—. No voy a darte detalles, Kevin.

Me tensé en cuanto aquel nombre abandonó sus labios, pero él siguió acariciándome la espalda como si nada.

—No voy a despertarla. —Silencio—. Oye, puedes llamarla más tarde, el teléfono está para eso, ¿sabes? No para que me despiertes de un plácido y agradable sueño a las malditas diez de la mañana.

¿Ya eran las diez? Guao, había dormido de fábula.

Cuando hizo el amago de levantarse, mi mano se aferró a su cadera.

—Hache... —le llamé en un gruñido—. Como tengas las santas narices de levantarte voy a tirarte una zapatilla a la cabeza. Así que vuelve a la cama.

—No tengo que darte ningún tipo de explicaciones.

Fruncí el ceño al pensar que aquella respuesta era para mí, pero luego me di cuenta de que iba dirigida a Kevin. Santa madre del amor hermoso. Ahora mismo no me importaba lo que mi amigo pudiera pensar, solo quería un rato para mí, acostada en la cama y abrazada a algo, ¿era mucho pedir?

Estiré el brazo hasta robarle mi teléfono al guitarrista.

—Kevin, déjame dormir, ¿quieres?

Hache me regaló una risita mientras me acariciaba el pelo.

—Halley, ¿ocurre algo? Son las diez de la mañana y sigues durmiendo, eso es muy impropio de ti.

—Me importa muy pero que muy poco. Quiero seguir durmiendo, hazme el favor. ¿Necesitas algo importante?

—No. Yo solo quería decirte que anoche vi a una amiga tuya en un bar y...

—Me alegro mucho de que hayas mandado a los imbéciles de tu equipo de fútbol a paseo y de que hayas disfrutado, pero ¿puedes contármelo después? Por favor, ayer me acosté tardísimo por culpa de Sky.

—Está bien...

—Venga, luego hablamos, y ve preparando tus argumentos porque quiero escuchar todos los detalles en cuanto hablemos.

Su risa me despidió antes de que colgase y, una vez lo hice, lancé el teléfono a la otra esquina de la cama. Hache rio y su pecho vibró contra el mío.

—Eres una gruñona cuando te levantas.

—Y tú un insoportable. No se te ocurra levantarte. Me merezco estar en la cama y abrazada a ti todo el rato que me plazca.

—Como usted mande, señorita, pero necesito ir al baño.

Solté un quejido y me desenganché de él, dejándolo ir.

Hache se levantó con agilidad y regalándome una sonora carcajada se marchó rumbo al lavabo. Un escalofrío me recorrió el cuerpo y tuve que alcanzar la manta de nuevo y cubrirme con ella por el frío. El otoño estaba en su punto álgido y se notaba.

Al compás de las estrellas ✔ [#HR2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora