29 | Lecciones

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29| Lecciones

HALLEY:

Me dolía todo el cuerpo, pero al mismo tiempo mis músculos estaban destensados y relajados. Me sentía estupendamente bien, aunque aquella molestia entre mis piernas me fastidiaba en cierta medida el bienestar que me sobre acogía en estos momentos.

Me moví un poco entre las sábanas enredadas de la cama, aunque no demasiado, ya que la postura en la que me encontraba me hacía sentir bastante bien y el tacto de la almohada resultaba ser bastante placentero contra mi mejilla.

Traté de adaptar mi visión ante la claridad que entraba en la habitación, sintiendo algo pesado caer sobre la piel desnuda de mi cintura. Fui a moverme un poco más, pero un dolor me recorrió en mi zona íntima y tuve que aplazar el movimiento para otro momento.

Consciente de mis movimientos, la voz profunda, somnolienta y ronca del chico acostado a mi lado hizo acto de presencia.

—¿Qué te pasa?

Se me erizaron los vellos de la piel al sentir su cálido aliento contra mi oído y las imágenes de lo que habíamos hecho la noche anterior no tardaron en aparecer en mi cabeza.

—Nada. Duérmete, no quiero molestarte.

Y era cierto, tenía muchísimo sueño y me dolía la cabeza después de la agitada fiesta que organizamos anoche. Mis huesos y músculos necesitaban urgentemente seguir descansando porque exclamaban de dolor ante tanto baile y tantas horas de pie sin descanso, y mi corazón había experimentado muchísimas emociones anoche con Kevin, con Arden, con Halle y Xander, con Hans...

Si yo me encontraba exhausta no quería imaginarme el chico de hermosos globos oculares.

A pesar de ello, sus brazos se aferraron con más fuerza a mi cintura y sus manos comenzaron a acariciar la piel desnuda de mi barriga.

—Nunca me molestarías. Dime qué te pasa, Halley.

Supe que aún mantenía los ojos cerrados cuando apoyó su frente en mi hombro y sus pestañas me hicieron cosquillas.

—Estás muy hablador esta mañana —le dije reprimiendo una sonrisa.

—Siempre estoy hablador —argumentó en mi contra—. Pero tú hoy pareces querer evitar cualquier respuesta a mis preguntas.

—Me duele. —Me limité a decir.

—¿Qué te duele?

No respondí. Por alguna extraña razón me daba vergüenza hacerlo. Y, aunque la voz del guitarrista sonaba bastante inocente, una parte de mí no comprendía si era por su ensoñamiento o porque verdaderamente no comprendía la situación.

—Me... me duele —repetí, sin encontrar las palabras para decírselo.

—¿Dónde? —preguntó, pensando que no era capaz de nombrar la zona porque me había olvidado de nombre.

—Ayer...

Y eso fue todo lo que bastó para hacer que se diera cuenta.

—Joder, lo siento.

Negué con la cabeza acariciando sus brazos con mis manos.

—No pasa nada. Duérmete otra vez, en serio, estoy bien.

—No voy a volver a dormirme.

—Siento haberte despertado.

—No es tu culpa.

—Sí lo es.

—Algún día me gustaría mantener una conversación decente contigo, en la que no tengamos que estar constantemente discutiendo por ver quién de los dos se sale con la suya. —Reí y sentí cómo su pecho vibraba contra mi espalda cuando una risotada escapó de entre sus labios—. ¿Cómo puedo ayudarte?

Al compás de las estrellas ✔ [#HR2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora