13 | Tu superheroína de confianza

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13| Tu superheroína de confianza

HALLEY:

Sus manos se deslizaban lentamente por mi abdomen, ascendiendo despacio y llevándome al límite de la cordura. Mis brazos perdían fuerza a causa de sus besos y de aquellos movimientos que me hacían retorcer de placer, pero él no desaprovechó la oportunidad para juntarlos por encima de mi cabeza mientras me besaba sonriendo, a sabiendas de todo lo que estaba provocando en mí.

—¿Te gusta esto, chica de las estrellas?

Me incorporé, abriendo mis ojos de par en par y llevando una mano a mi pecho antes de abrazarme a mí misma mientras soltaba un suspiro de sorpresa. Mi respiración alterada me hizo compañía en el silencio de la noche mientras iba siendo consciente de que tenía puesta la camiseta del pijama y el pantalón.

¿Eso había sido...?

Sí, has tenido un sueño calenturiento con Hache Johns.

Mierda, cállate, conciencia.

Me dejé caer hacia atrás en el colchón y el ruido del golpe de mi cabeza contra la almohada hizo eco en mi habitación. Bufé antes de dar un puñetazo en la colcha.

Lo peor de todo era que me había gustado.

Y sí, me maldecía a mí misma por haberme despertado.

Todos sabemos eso.

He dicho que te calles.

—¿Se puede saber qué coño haces? —bufó Halle de mala gana a mi lado. Odiaba que la despertasen—. ¿Has tenido una pesadilla por lo de la comisaría? Ya sabes, como piensas ir mañana y eso...

Había pasado una semana desde nuestra conversación en el apartamento de los chicos y mi propia conciencia había decidido que mañana mismo confesaría lo ocurrido con Izar para no alargar más la situación que llevaba atormentándonos a todos desde hacía meses.

Pero afortunadamente no había sido nada de eso lo que había torturado mis sueños.

Había sido algo mucho mejor.

Mucho, mucho mejor.

Había sido Hache.

—Sh, no, sigue durmiendo.

—No hace falta que me lo digas dos veces —dijo somnolienta antes de darme la espalda y acurrucarse de nuevo.

Suspiré de nuevo con pesar antes de observar la hora en mi teléfono. Eran las ocho de la mañana, a las nueve sonaría la alarma y a las diez y media tenía que acudir a terapia y a rehabilitación para que se aseguraran de que el esfuerzo que últimamente hacía mi pierna fuera compensado con la reducción de medicación.

Como era plenamente consciente de que no iba a poder seguir durmiendo, me incorporé, fui a buscar mi portátil y volví a enterrarme entre las sábanas. Comencé a meterme en páginas de inspiración y a ver decorados de otros espectáculos de teatro. Pasé la siguiente hora divagando entre dichas páginas webs y ordenando mis ideas para intentar iluminarme la mente y cerrar el tema del título de nuestro proyecto.

Al final solo llegué a la conclusión de que todo seguía siendo una auténtica mierda que podía haber pensado un niño de ocho años y cerré la pantalla, frustrada.

—Halle —llamé a mi mejor amiga, que ahora mismo podía ser considerada un nido de pájaros o el propio Chewaca por aquella melena desgreñada.

—Mmmm.

—Vamos, levántate.

—No me ha... mmm.

—Halle, no te entiendo, vocaliza.

Al compás de las estrellas ✔ [#HR2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora