14 | Quererla

93 14 18
                                    

14| Quererla

HALLEY:

Mi madre me había levantado de la cama echa un manojo de nervios. Casi me había tirado las sábanas al suelo para despertarme, sabiendo que me enrollaba en ellas para estar más calentita y sentirme protegida de cualquier fantasma que intentase acecharme durante las noches. Tenía experiencia en sus visitas nocturnas y no me había dado cuenta de lo mucho que un abrazo podía servirte de barrera para el dolor hasta que volví a abrazar a Hache el día de su regreso.

Había dormido fatal.

Tal y como predije, las pesadillas sobre todo lo que podía salir mal hoy acudieron a mis sueños y a penas me dejaron conciliar el sueño en paz, por lo que en realidad solo había dormido un par de horas de forma decente.

Finalmente tuve que hacerle caso a mi progenitora, que había salido despedida escaleras abajo, soltando improperios que solo ella fue capaz de escuchar ya que mi cabeza no procesaba lo suficiente todavía.

Mi rutina fue la misma: fui al armario, seleccioné mi ropa, me lavé la cara, traté de dominar mi desgreñada mata de pelo y bajé a la planta baja. Salvo que esta vez, mi estilismo fue distinto al que había estado utilizando estos meses, tras el accidente.

En esta ocasión no llevaba sudaderas ni mallas, no.

Había escogido un vestido floreado. Uno que hacía muchísimo tiempo que no me ponía.

Y se sentía de maravilla.

No me importó que se me transparentaran los vendajes, porque las mangas del vestido eran largas y de un color blanquecino, por lo que apenas se notaba. El largo era ideal y los colores azules y rosa palo resaltaban dándole un toque sencillo y hermoso.

Casi quise llorar al ver que empezaba a recuperar mi esencia. Era increíble lo mucho que mi vestimenta había concordado con mi estado de ánimo en los últimos meses.

Una vez en la planta baja, tuve que desayunar a toda pastilla. Mi padre había preparado el desayuno y mi madre se había obsesionado con que íbamos a llegar tarde, algo que no iba a suceder porque estábamos a punto de salir de casa con una hora de antelación.

El camino fue bastante silencioso, mis padres se mantuvieron en silencio —quizá pensando en el daño que podía infligirme saber qué estaba sucediendo con Hache, a pesar de conocer ya todos los detalles— y la emisora de radio estaba apagada, costumbre que todo aquel que me llevaba en coche a raíz del accidente había asumido.

Nunca había explicado el porqué de aquello, tampoco era que alguien me lo hubiera preguntado a pesar de que sabía que la curiosidad refulgía en sus ojos. Sin embargo, lo agradecí. No me sentía preparada para explicarlo, aunque ahora Hache hubiese regresado.

Hasta que nada relacionado con su asunto se hubiese solucionado no toleraría escuchar música en un coche. Seguía recordándome todo aquello que perdí y lo que aún tenía que recuperar.

Al poner un pie dentro de aquel edificio sentí que mi estómago se revolvía. Casi sentí ganas de vomitar ante la magnitud del asunto que me tenía entre manos.

No solo planeaba interrumpir a la policía en su intento de atacar y condenar a Hache, no solo intentaría contar lo que verdaderamente ocurrió en aquella visita de Izar; sino que pensaba hacer otra cosa más.

Y no estaba segura de lo bien que podía salir aquello si me encontraba delante de mis padres.

Un agente joven y agradable nos saludó, sacándome de mi ensimismamiento, y procedió a identificarnos y a guiarnos a la sala donde nos estaban esperando para proceder con el asunto de mi novio.

Al compás de las estrellas ✔ [#HR2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora