26| Que te jodan, destino
HACHE:
Siendo consciente de que mis sentidos habían vuelto a formar parte de este mundo, acaricié el costado de la chica que tenía a mi lado y sonreí aún con los ojos cerrados. Sin embargo, cuando fui a estrecharla contra mí, fruncí el ceño y mi cuerpo intentó reaccionar a su repentina esponjosidad.
Abrí los ojos y me di de bruces con parte de la almohada que Halley y yo compartíamos, pero no había ni rastro de la chica de las estrellas.
Me incorporé en la cama y encontré un trozo de papel en su mesilla de noche, que alcancé con la preocupación devorándome por completo. Halley nunca dejaba una nota.
Esta quería decir que no estaba. Y yo no comprendía el por qué.
«Estoy bien. No te asustes. Te quiero :)».
No entendía nada, y el temor de que se hubiese marchado a ver a Izar me estaba matando por dentro.
La puerta de mi habitación se abrió de par en par y mi mejor amigo, despeinado como si hubiese estado bailando durante horas, apareció en el umbral de la puerta. Vestía con el pijama que llevaba puesto anoche y la desorientación parecía ser un estado de ánimo compartido el día de hoy.
—¿Dónde está Halle? —me preguntó.
Y yo, con las manos todavía sujetando aquel trozo de papel, lo miré, fruncí el ceño de nuevo y le respondí:
—No sé, me acabo de despertar.
—Ah, pues Halley no está en el salón.
Nos miramos con el desconcierto acrecentándose en nuestros ojos.
Xander arrastró los pies hasta la cama y se dejó caer como si estuviese soportando un gran peso sobre sus hombros. Alcanzó el extremo de mi almohada y se lo estrelló en su cara.
—Anoche anunciaron una buena tormenta. ¿Qué planean estas dos? —me preguntó al leer de reojo lo que había escrito en la nota de la chica de las estrellas.
Me encogí de hombros mientras soltaba la nota en mi mesilla y le miré fijamente a los ojos.
—Ojalá poder saber lo que se le pasa por la cabeza en momentos como estos.
—Sus mentes son impredecibles —soltamos al unísono.
HALLEY:
Al despertar sonreí al ver el rostro dormido del guitarrista a mi lado. Tenía la mitad de su perfil escondido en el hueco de la cara y su pelo despeinado le acariciaba la frente. Sonreí y le acaricié la mejilla con la esperanza de no despertarlo.
Me estaba abrazando, tal y como hacía todas y cada una de las noches, por eso tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para alejarme de él y levantarme sin hacer demasiado ruido.
Aquella mañana me había levantado con una idea en mente y, como ayer me había quedado dormida después de encontrar el sobre y no había podido ducharme, mi idea me venía bien para hacerlo después. Así que, con la misma ropa de ayer puesta y mis zapatillas deportivas, abandoné el apartamento tan rápido como pude y, una vez en el exterior, comencé a correr como no lo había hecho durante meses.
Aquel deporte me relajaba, me tranquilizaba y me hacía sentir bien. Cuando la brisa despeinaba mi coleta se llevaba mis malos pensamientos y el no ser capaz de respirar adecuadamente no me provocaba un sentimiento doloroso sino de desconexión, de realización.
Antes solía correr mucho, cuando conocí a Hache dejé de ir tan a menudo —algo que también le sucedió a él ya que ambos pasábamos mucho tiempo juntos— y, finalmente, después del accidente, me olvidé de aquel pasatiempo que me daba libertad.
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Al compás de las estrellas ✔ [#HR2]
RomantizmSegunda parte de "La mecánica de los corazones rotos" Han pasado meses desde aquel accidente que lo cambió todo. Hache ha desaparecido y Halley ya no sonríe como antes. La oscuridad de su pasado la ha consumido eliminando cualquier estrella que ilum...