10 | Doble sentido

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10| Doble sentido

HALLEY:

No.

No, no, no.

Esto no era real.

No podía ser real.

El guitarrista especial, el chico que un día me secuestró en medio de una manifestación y que me arrastró consigo hasta su trabajo, el chico que juró no involucrarse, el chico del que me enamoré, estaba frente a mí en estos momentos.

Comenzó a andar por el pasillo central del teatro, con paso lento, pero a la vez vacilante. El miedo en sus ojos se notaba desde la cima del escenario.

El miedo al rechazo.

Negué con la cabeza.

—No —susurré—. Esto no es real. Halley, esto no es real —dije de nuevo para mí misma antes de pellizcarme por encima de la manga de la sudadera.

Pero al abrir los ojos ahí estaba. Era él. Sin duda era...

—Soy yo, Halley. No estás teniendo alucinaciones. Estoy aquí —dijo acercándose cada vez más al borde del escenario.

Las lágrimas comenzaron a nacer en mis ojos, aunque fui incapaz de mostrar otro tipo de reacción. Mi boca no se torció, mis labios no temblaron. Todo mi sistema parecía paralizado observando la escena que acontecía frente a mis ojos, ahora borrosos con las lágrimas.

No me lo pensé dos veces y eché a correr antes de llegar al borde de la tarima y lanzarme al borde para dejarme caer encima de él. Los brazos de Hache me recogieron con una agilidad increíble y mis brazos se enroscaron alrededor de su cuello al mismo tiempo en que mis piernas lo hicieron en su cadera.

Dejé escapar un sollozo mientras sentía sus brazos estrecharme con fuerza. A los míos les fue imposible seguir correspondiéndole con tanta fiereza, sentía que las heridas estaban comenzando a sangrar de nuevo y aunque no me importó en absoluto, era perfectamente consciente de que para mí era imposible seguir forzándolos demasiado.

Un lamento escapó de entre mis labios y me permití llorar en su hombro mientras temblaba.

—Halley yo... Lo siento, de verdad que lo...

—Cállate —le pedí—. Abrázame y no me sueltes, por favor.

Él besó mi cabello y asintió en respuesta.

Perdí la cuenta de los minutos que estuvimos ahí abrazados y de los que Hache estuvo escuchándome llorar. Fue cuando sentí algo frío llegar a mi mejilla que abandoné el hueco de su hombro para observarle. Una lágrima resbalaba por su mejilla, tenía los ojos rojos, probablemente como los míos. Sentí un dolor enorme en el pecho al ver aquellos iris cristalinos y el fuerte contraste con lo rojizo que lo rodeaba.

Llevé una mano a su mejilla.

—No llores, Hache.

Rio como si fuera evidente que le resultaba imposible.

—No llores tú.

Reí al mismo tiempo que las lágrimas incontrolables se apoderaban de mi rostro con velocidad. Hache volvió a abrazarme y sentí que el corazón me estallaba de pura felicidad.

Levantó la cabeza y comenzó a andar hasta una de las butacas para tomar asiento en ella conmigo encima de él. Llevó sus manos a mis mejillas y limpió mis lágrimas, así como antes lo hice yo con las suyas. Acto seguido apoyó su frente en la mía y susurró:

—No te imaginas las ganas que tenía de verte.

—No tenías que haberte ido.

—Ya sabes por qué lo hice.

Al compás de las estrellas ✔ [#HR2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora