CAPÍTULO XX

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Hyo-ri observaba con cansancio aquel camino mientras se mantenía sentada dentro de la carreta. Habían sido tantas horas de viaje y no sabía ni siquiera si ya estaban por llegar.

Su cuerpo comenzaba a doler debido a estar sentada pero era mejor a estar caminando.

En ese momento, la mirada de su hijo vino a su mente. No sabía cómo iba a aguantar estar tan lejos de él por tanto tiempo, no podría darle de comer, pasar sus tiempos libres a su lado y... ahora al despertar ya no lo vería en su cama.

Tampoco quería ir, quería quedarse con su pequeño pero era mejor a llevarle la contraria a su esposo que probablemente se hubiese molestado al pedirle que fuera él sólo. No obstante, sabía que su pequeño estaría bien, no estaba sólo, estaba con Taehyung y de alguna forma confiaba demasiado en él, tanto que desde ahora comenzaría a pedirle a Dios por su bienestar al igual que el de su hijo.

Las horas pasaron y la noche llegó. En ese momento su esposo detuvo aquellos dos caballos para así pasar la noche en un pequeño pueblo que estaba cerca. Al llegar a un pequeño domicilio pidieron posada por sólo una noche y a cambio les darían algunos víveres que llevaban.

Ambos se acostaron en aquel tapete en el suelo luego de haber comido un poco. Estaban tan cansados que creían que con sólo cerrar sus ojos ya dormirían pero Hyo-ri, aunque quisiera, no podía. Estaba tan preocupada por su pequeño, quería volver con él. Tan sólo esperaba que este no estuviera asustado de estar sólo.

- ¿Cuanto tiempo nos quedaremos aquí? -Preguntó en un tono bajo desviando la mirada hasta su pareja que ya tenía sus ojos cerrados.

- Depende -respondió de la misma forma- Estaremos brindando nuestro servicio en la iglesia del padre Kang-Dae. También... nos dará una pequeña maestría ya que soy principiante. -Suspiró.

- Estoy preocupada por Jungkook...

- ¿Por qué? De seguro está bien. Es más, debes irte acostumbrando, ya tiene 21 años, debe buscar su propia vida. -se giró dándole la espalda a la adversa.

- Aún es mi pequeño... no puedo dejarlo ir sólo así.

- ¿Te importa más tu hijo que nuestro matrimonio? También necesitamos privacidad, Hyo-ri, y él ya no es un niño. -Habló con molestia.

- También es tu hijo. Aunque tenga 21, 30 o 70 años, seguirá siendo mi pequeño. -respondió de la misma forma-. No podría... dejar a mi niño sólo en un lugar lejos de mi. Nunca... lo alejaría de mi. -sintió aquel nudo en su garganta.

En esos momentos los recuerdos de su niñez volvieron a su mente. Sus ojos se cristalizaron y de nuevo comenzó a doler cada uno de esos momentos que venían a su mente. Se había prometido así misma que a pesar de lo que le había sucedido a ella... jamás le haría daño a sus hijos.

7:15 a.m.

La pareja de nuevo tomó su camino hacia aquel pueblo. Ya estaban cerca por lo que en cuestión de una hora ya estarían llegando a aquel lugar.

Hyo-ri en el camino seguía trenzando su cabello con aquel típico lazo color verde que había usado desde pequeña. Estaba un poco emocionada por conocer personas nuevas, unirse a ellos y así pedirle al todo poderoso por mas bendiciones.

- Hyo-ri, por favor, no hables si yo no te lo permito, ¿de acuerdo? -habló Jongsan desde afuera de aquella carreta mientras seguía guiando a los caballos-. Deben de ver que somos muy fieles a Dios y sus escrituras.

La castaña solamente se quedó en silencio mientras seguía amarrando aquel lazo. No podía renegar nada aunque quisiera pues... él tenía razón. La biblia decía que toda mujer no podía hablar sin que su marido se lo permitiera.

Al cabo de unos minutos finalmente comenzaron a entrar por aquellas grandes puertas. Hyo-ri se acercó un poco más a la orilla viendo cómo los niños corrían para ver a los nuevos visitantes, eran tan tiernos.

- Bien, llegamos. -Habló Jongsan con una sonrisa.

Este bajó de aquella carreta para así dirigirse hasta la parte de atrás y ayudar a su esposa a hacer lo mismo.

Justo en ese momento aquel padre llegó junto con otros 4 hombres dándoles la bienvenida a ese lugar. Por parte de aquel hombre estaba más que feliz pero por la mujer... sólo sentía estar dentro de un deja vu al ver ciertas casas, se parecía tanto a... su antiguo hogar.

- Hyo-ri, ven aquí. -Llamó.

La susodicha caminó hasta su esposo para luego saludar a aquellos hombres y así comenzar a seguirlos hasta la casa dónde se hospederían durante el tiempo que permanecieran en aquel.

De alguna forma comenzaba a sentirse feliz pero también... ¿melancólica?, no sabía qué era lo que le pasaba ni por qué todo se le hacía un poco similar a... su hogar.

En ese momento pudo ver a las demás personas acercarse para así saludarlos y darles la bienvenida. Tenían entendido que serían los nuevos miembros de la iglesia por lo que se les hacía muy emocionante poder conocerlos ya.

- Oye, ¿ya viste que llegaron los nuevos?

- ¿Los nuevos? -preguntó curioso mientras seguía cargando aquella paja hasta el granero-. ¿Tan pronto? Creí que llegarían después.

- Si, lo sé. El padre Kang-Dae habló sobre que ellos serán miembros de la iglesia. -suspiró cansado recostandose sobre aquella pared-. Que afortunados... yo también quiero ser parte pero por alguna razón sólo los jóvenes de 18 o 19 años pueden entrar.

- ¿Vamos a ver? -preguntó el castaño con una sonrisa.

Al ver a su amigo asentir sólo dejó aquellas palas recostadas en la pared para así caminar a la misma dirección que todas las personas a su alrededor. Quería ver por qué tanto revuelo.

Ambos tomaron una ruta más cercana por lo que llegaron rápidamente hasta la iglesia teniendo así una vista muy buena hacia los visitantes. Cada vez iban más cerca por lo que se les hacía más emocionante verlos hasta que la sonrisa de Kwang fue desapareciendo gradualmente.

Su boca se abrió un poco y su mirada quedó fija en aquella hermosa mujer castaña que iba detrás de aquellos hombres. Parecía que en ese momento todos los recuerdos de años atrás volvieron a su mente y de alguna forma sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas y mucho más al tenerla ahí, frente a él.

- ¿Hyo-ri...?

𝐒𝐀𝐓𝐀́𝐍 | TaekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora