CAPÍTULO XIII

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Jimin sentía aquellas suaves caricias sobre su delicada piel. Su ropa poco a poco era quitada por aquel hombre que con bastante deseo y lujuria dejaba besos sobre su cuello llegando hasta sus clavículas.

Aquel momento era tan único que ninguno creía estarlo viviendo tan pronto. Habían estado deseándose durante tanto tiempo, los besos ya no eran inocentes y castos, ahora querían más, querían sentir más, siendo así la primera vez en que Min Yoongi se enamoraba de un chico, y no cualquier chico, sino uno de los más hermosos en aquel pueblo.

El susodicho cerró sus ojos un poco fuerte no pudiendo evitar soltar pequeñas gemidos y jadeos. Sus uñas se incrustaron levemente en la espalda del rubio dejando algunas marcas en aquella blanca piel.

Las sensaciones que ambos tenían en aquel momento eran únicas, nunca habían sentido tanto placer y al haberlo hecho con la persona que realmente amaban... era cómo estar en el paraíso. Era irónico pues no tenía permitido estar en ese lugar, pero Jimin lo había hecho sentir estar ahí dentro sin siquiera haber puesto un pie dentro.

El calor que había en la habitación cada vez incrementaba. Era tan excitante para el menor sentir la mano del adverso sobre su boca para callarlo un poco mientras que sus movimientos iban cada vez más rápido hasta que ambos lograron llegar al clímax.

Yoongi sonrió para luego dejar suaves besos sobre los labios y cuello del adverso. Luego de unos segundos ambos hicieron contacto visual y la sonrisa tímida de Park lo hizo sentir tan enamorado de nuevo.

El susodicho llevó una de sus mano y acomodó el cabello del adverso, le parecía la persona más hermosa en el mundo, sus labios estaban de un tono carmesí fuerte al igual que sus mejillas. La vista que tenía de él era magnífica. Cómo acto seguido rodeó su cuello en un tierno abrazo indicándole que podía recostarse y descansar sobre su cuerpo, algo que el mayor no dudó en hacer.

— ¿Estás bien? —preguntó con aquel tono de voz bajo haciendo estremecer al menor quién sólo asintió.

Estaba un poco avergonzado. Sus respiraciones aún estaban un poco agitadas al igual que sus cuerpos tenían una fina capa de sudor.

Jimin jamás pensó que su primera vez sería con un hombre, y no cualquier hombre, era Min Yoongi. Uno de los 7 demonios que habían bajado a la tierra para así tentar a la humanidad. Uno de los más posesivos, siendo así, el demonio asociado a la lujuria; esto era algo que ni siquiera él lo creía pues le daba asco estar con algún humano, pero al conocer a Jimin, dejó salir a flote su especialidad. Sólo con él.

Luego de aquel hermoso momento, ambos volvieron a sus actividades de cada día, no obstante, Min ya no quería que su pareja viviera en aquella pobreza, no quería que siguiera relacionándose con personas hipócritas y retrógradas. Quería darle todo lo que él pidiera, comida, ropa, oro, dinero, todo. Quería que él se sintiera cómo el Rey pues él lo merecía mucho más después de haber estado 22 años cómo un esclavo de sus padres y de la sociedad.

Era la primera vez que se enamoraba de esa forma, y quién diría que de un campesino. Pero de lo que estaba seguro es que a él ya no le faltaría nada, nadie lo lastimaría y no nadie lo haría llorar, a menos de que fuera él en la cama.

Si alguien llegaba a tocarle aunque sea un cabello, lo liquidará sin piedad alguna.

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Jungkook observaba detenidamente a su madre lavar aquella ropa. Él también la ayudaba pero habían momentos en los que se quedaba pensando y se metía tanto en su propio mundo que incluso dejaba de hacer sus tareas.

— Madre... si algo malo llegase a suceder... —tragó saliva— ¿Tú me seguirías amando?

— ¿Uhm? ¿De qué hablas, cariño? ¿Por qué dejaría de amarte?

— No lo sé... sólo, es una pregunta —sonrió apenado para luego seguir lavando aquellas prendas.

La mujer se detuvo y suspiró para luego ver a su hijo con una tierna sonrisa. Llevó su mano hasta el cabello adverso y así lo acarició viéndolo directamente a los ojos.

— Eres mi hijo, no podría odiarte aún si tú me odiaras a mi. Estoy tan orgullosa de... haberte tenido. Gracias a ti no me siento sola y tampoco me siento asustada porque sé que estás ahí para mi.

— ¿Y si... hago algo malo? ¿Qué tal si... llego a deshonrarlos? —bajó la mirada— ¿Qué tal si algún día... llego a cometer el pecado más grande que existe?

La castaña se acomodó y luego llevó su mirada hasta los árboles pensando en lo que su pequeño le decía. Últimamente estaba actuando mucho más... raro, llegaba tarde, se olvidaba de algunas cosas y confrontaba más a su padre. Suponía que simplemente se estaba convirtiendo en el hombre que era.

— Si llegara a pasar eso... —volvió la mirada a él— aún seguiría orgullosa de ti. Somos humanos, todos pecamos. Puede que algunos más que otros, pero Dios nos ama, y si le pides perdón, estoy segura de que sin importar lo que hayas hecho, él te amará y te perdonará. Y si él lo hace, ¿por qué yo no?, yo soy tu madre y siempre lo seré. Así que ya no pienses en eso y mejor apúrate, el sol ya se está ocultando. —"regañó" al final haciendo reír a su hijo.

Ambos siguieron lavando aquella ropa para luego colgarla en aquellos lazos detrás de su casa.

Jungkook se sentía un poco más tranquilo. No le importaba ser aborrecido por todo el mundo, no le importaba darle asco a cualquier personas, pero si su madre estaba ahí, él podría salir de todo eso y no importarle lo demás.

En ese mundo siempre fueron ella y él, aunque ahora había una tercera persona que se encargaba del bienestar de ambos.

Taehyung después de todo, era un ángel.

𝐒𝐀𝐓𝐀́𝐍 | TaekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora