CAPÍTULO XXVII Maratón 2/¿?

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25 minutos después.

— Listo, llegamos. —Habló Kwang con una sonrisa—. Bienvenida a mi paraíso.

Hyo-ri tomó su mano para así poder subirse a aquella ropa para luego ver lo que el adverso le enseñaba. Sus ojos se abrieron un poco más y su boca formó una "o" no pudiendo creer lo que veía.

Habían demasiadas flores y el pequeño río a unos metros hacía que pareciera el camino hacia "el cielo". Todo estaba precioso, había tanta vegetación, tanta flora, tanta... paz. Seguía sin poder creer que ese lugar existía, ¿nadie en este pueblo lo había visto además de él?

— Es... muy hermoso. —Sonrió  bajando de aquella roca para así comenzar a caminar con cuidado de no dañar ninguna planta.

— Sí, nadie viene aquí. Lo descubrí hace un tiempo, vine buscando leña y... encontré flores. —Rió mientras caminaba detrás de la castaña—. ¿Recuerdas cuál era tu segunda flor favorita?

— No me digas que...

— Sí, las florecitas que parecían nubes, aunque es difícil encontrarlas ya que son muy pocas las que hay, pero, si tienes suerte podremos encontrar alguna.

— Kwang... yo... no sé qué decir. —Musitó con una sonrisa.

En esos momentos notó al adverso quitar sus zapatos por lo que con cuidado también quitó los suyos pudiendo sentir el suave pasto entre sus dedos, se sentía tan bien estar ahí.

— ¿Q-qué estás haciendo? —Preguntó nerviosa al sentir cómo aquel hombre se acercaba posando su mano suavemente en su cintura mientras que con la otra tomaba su mano izquierda. 

— Hay muchas cosas que ya no recuerdas, linda, muchas cosas... —Musitó viéndola a los ojos— y una de esas es que, cuando éramos niños dijiste que querías sentirte cómo una princesa en el bosque, ver animales, estar entre bellas flores y... bailar con la persona que más amabas. —Sonrió.

— Kwang...

— En ese tiempo fui yo, y ya que no hay nadie más... ¿te gustaría hacerlo conmigo?

Ambos hicieron contacto visual mientras sentían sus corazones latir tan rápido; las mariposas revoloteando en sus estómagos y... sus mejillas sonrojándose cada vez más al saber que eran los únicos en el aquel lugar recreando una escena que podía ser vista en un cuento de hadas.

— Por supuesto que quiero hacerlo contigo. —Sonrió entrelazando sus dedos.

Fue ahí cuando él comenzó a tararear la misma melodía de años atrás. De forma tímida comenzó a bailar con aquella hermosa dama hasta que por fin pudieron soltarse más al punto en que sus sonrisas se hacían más grandes y la distancia en ambos cuerpos iba cortándose.

Hyo-ri no sabía qué estaba pasando. Jamás se había sentido de aquella forma y es que ahora al verlo a él a los ojos, tenía paz, sentía algo cómo... si sus corazones se hubieran reencontrado y comenzaran a unirse en uno solo; sentía que había vuelto a casa; a su hogar, a su lugar seguro.

Por otro lado, Kwang sentía que tenía un ángel frente a él. Su piel blanca hacía resaltar el hermoso color avellana de sus ojos, su cabello se volvía más claro ante los rayos del sol que se escabullían entre los árboles, sus labios eran tan rosados y lindos al igual que sus mejillas sonrojada en un suave tono carmesí, pero lo que más amaba ahora es que esos hermosos ojos lo veían a él, sólo a él.

En ese momento, sintiendo que lo que iba a hacer podría ser la puerta que lo desterraría del paraíso; se acercó un poco más dejando de bailar. El miedo comenzaba a invadirlo pero si no era ahora, ¿cuando? Pero... hubo algo que lo hizo paralizarse en ese momento.

Hyo-ri con delicadeza posó su mano en la mejilla adversa, ignoró todos los avisos, todos los posibles pecados que cometería, ignoró absolutamente todo para así besar al hombre del que siempre había estado enamorada, el único que esperó por ella más de 20 años para así volver a enamorarla, sin saber que desde el primer día en el que cruzaron miradas... ella lo reconoció y supo que ese hombre era el amor de su vida pero fingió no conocerlo para así pensar que ya estaba casada y no podía estar con él, pero ahora... estaba segura de que al único que amaba con tanta pasión fue él, siempre fue Kwang. 

Este luego de unos segundos correspondió sintiendo sus lágrimas comenzar a caer por sus mejillas. Lo había logrado, después de tanto tiempo, finalmente tenía a la mujer que amaba ahí, entre sus labios.

Al cabo de unos minutos ambos se separaron para así sonreirse. La menor aún con vergüenza solamente ocultó su rostro en un abrazo pero sus risas aparecieron al sentir cómo este la cargaba para así darle vueltas en el aire.

— ¡No has eso, vas a tirar! —Pidió entre risas mientras pasaba sus brazos por el cuello del adverso.

— ¿Cómo podría hacerlo? —Habló feliz dejándola en el suelo—. Hyo-ri... estoy feliz, ¡¡Estoy muy feliz!! —gritó para luego volver su mirada a la adversa.

— Shh, silencio, alguien podría escucharnos. —Puso su mano sobre la boca adversa.

— ¿Quién? ¿Los animales? —rió.

— Kwang... —llamó— ¿a ti no te importa... que ya tenga un hijo? Es decir, ya no soy... —Bajó la mirada apenada— ya no soy pura.

— ¿De qué estás hablando? —levantó su rostro suavemente— a mi no me importa si tienes 10 hijos o 20 —sonrió— puede adoptarme cómo su nuevo padre si gusta.

— ¿Es en serio?

— Claro que si, linda, no me importa eso, lo único que me importa es que te tengo conmigo al fin. Y si... ya tienes un hijo, entonces también lo querré porque viene de ti. —Musitó.

Hyo-ri sonrió nuevamente para así sólo volver a dejar un pequeño beso sobre la mejilla del mayor para así caminar hasta el río que estaba frente a ellos.

Ambos tenían más de 30 años pero... parecía que estaban viviendo ese amor juvenil que les fue arrebatado a la fuerza.

Ella por segunda vez en la vida ignoró lo que decía la Biblia para así amar a la persona correcta. Dios no estaría molesto por eso, ¿no?

𝐒𝐀𝐓𝐀́𝐍 | TaekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora