CAPÍTULO I

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El castaño observaba aquel plato de comida frente a él sintiendo algo de tristeza al comer cosas que ya nadie quería, de igual forma no podía hacer nada que agradecer por tener alimento y aunque este no fuese cómo la comida del Rey... tenía con qué llenar su estómago aún si fuesen sólo sobras.

Juntó sus manos y cerró sus ojos comenzando a rezar al igual que sus padres. Trataba de "mantener la comunicación" con Dios pero, había algo que no lo dejaba concentrarse, tanto que al terminar aquella oración, ni siquiera había podido agradecer por todo lo que había pasado. Eso era una muy grande falta de respeto, pero, había algo que no lo dejaba seguir; y era aquel hombre del pueblo. 

— ¿Jungkook?

El susodicho levantó la mirada a su padre, no le estaba prestando atención a él. Estaba actuando muy raro.

— ¿Sucede algo, padre? — preguntó.

— Te preguntaba si habías hablado con el hermano Senju, ya sabes, para tu adiestramiento en la iglesia.

— Oh, si. Dijo que podía comenzar justo mañana — sonrió alegre — además, creo que con el tiempo podría hablar con el señor feudal, concurre mucho a la iglesia y... me gustaría pedirle un mejor trabajo, quiero que ustedes... ya no coman sólo las sobras — musitó tímido al final.

— Ese es mi muchacho — rió el mayor en aquella mesa dando unas cuantas palmadas en la espalda del más joven.

— Por cierto, madre — llevó su mirada hasta aquella mujer — hoy... al salir de la iglesia... el hombre de cabello negro, ¿quién es?, nunca lo había visto por el pueblo, hasta parecía ser un rey.

La mujer ladeó levemente su cabeza frunciendo su entrecejo tratando de recordar lo que había pasado ese día; no había visto ningún hombre.

— No sé de qué hablas, no había nadie en el pueblo. De hecho, estábamos en un lugar con buena vista en el momento en que llevaron a la orca a esa mujer. Pero, no vi a nadie, cielo — llevó comida de nuevo a su boca — seguro te equivocas. Si hubiese un rey en el pueblo o alguien similar, nos hubieran puesto en reverencia hacia él.

— No, pero, madre... Tenía el cabello muy negro y su ropa era muy lujosa, parecía tener oro en ella — explicó tratando de encontrar algo que hiciera ver a la adversa que si había sucedido aquello — era muy alto y...

— Tonterías. Ya lo dijo tu madre, si hubiese una persona con tanto dinero nos hubiéramos dado cuenta. Incluso yo — habló su padre terminando de comer.

El menor suspiró y  bajó la mirada hasta su plato de comida. Recordaba perfectamente el físico de aquel hombre, de hecho, parecía resaltar entre todas las personas. Aunque, no importaba, ¿por qué debería de interesarle un desconocido?, ya no pensaría en eso. Sólo estaba para servir a Dios, a sus padres y al Rey.

Los tres siguieron comiendo hasta que la puerta de su pequeño hogar fue tocada. Fue el castaño quien se puso de pie para así abrir y ver de quién se trataba. De repente parecía que todo se había detenido, su mirada estaba fija en aquellos ojos que... eran tan rojos cómo lava ardiente.

— Jungkook, ¿quién es? — alzó la voz su padre no recibiendo respuesta. Estaba... paralizado.

— Discúlpeme, joven, mi hijo... está muy cansado — musitó la mujer haciendo una pequeña reverencia. Era uno de los ayudantes en la iglesia.

— Le traje la ropa que deberá usar Jungkook. Mañana debe presentarse a las diez y media del día. El padre estará esperándolo con muchas ansias — habló aquel chico para luego entregar la ropa a la madre e irse.

El castaño seguía viendo hacia el frente, pero, ya no había nadie ahí. Sus padres lo observaron muy pensativo de nuevo y por ende lo regañaron un poco por no haber correspondido al joven de la iglesia.

— L-lo siento — musitó haciendo una reverencia hacia sus padres — estoy cansado, ¿puedo ir a descansar? — preguntó reincorporándose de nuevo observando a los adversos asentir — Gracias padre y madre, que tengan una buena noche. Y no se preocupen, mañana estaré mejor — sonrió para luego tomar la ropa e ir a su habitación.

Al llegar a la cama no tardó en sentarse. Estaba seguro de que ahí estaba él de nuevo, esos ojos... no eran normales, ¿o si?, pero, ¿por qué había desaparecido de nuevo?. Estaba tan asustado que en cuestión de segundos estaba de rodillas frente al crucifijo pidiéndole a Jesús que lo hiciera olvidar todo eso. Se sentía extraño; se sentía... cómo si lo estuvieran observando.

En cuanto los rezos terminaron se puso su ropa para dormir y así acostarse en las sábanas tiradas en el suelo. Al no tener tanto dinero, no podían darse el lujo de al menos dormir en un colchón, con sábanas que los protegían del frío; no obstante, podía dormir bien debido a que ya se había acostumbrado a aquello.

Al cerrar sus ojos suspiró y relajó todo su cuerpo tratando de conciliar el sueño pero era difícil gracias al frío de la noche, hasta que minutos después sintió una rara sensación de calidez que lo hizo descansar tan bien.

𝐒𝐀𝐓𝐀́𝐍 | TaekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora