CAPÍTULO VI

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El calor en la habitación comenzaba a incrementar, la sensación de una suave caricia sobre su piel lo hacía erizan al instante. De alguna manera quería que aquello siguiera pero no estaba del todo consciente, todo era un simple sueño... pero, ¿por qué se sentía tan real?

Podía sentir el agradable aroma del adverso mientras este dejaba suaves besos sobre su cuello, enredaba sus manos entre los mechones de aquel oscuro cabello, quería más, quería mucho más.

— ¡Jungkook!

Rápidamente abrió los ojos teniendo frente a él a su madre. Esta muy preocupada caminó hasta él dándole un poco dinero para que fuera a buscar a la señora JuSang, era una de las pocas mujeres que podían saber con certeza alguna enfermedad y saber cómo tratarla.

— ¿Qué sucede? ¿Pasó algo? —preguntó desconcertado mientras se ponía de pie yendo hasta la puerta.

— Tiene fiebre, parece estar alucinando... no deja de rezar y... —suspiró— no lo sé, ve rápido, ¿si?, ten cuidado, está muy oscuro aún.

Jungkook asintió y sin decir nada más salió de la casa siendo apenas las 4 de la mañana. ¿Qué iba a hacer?, nada ni nadie estaba despierto. También estaba un poco desconcertado, se había levantado tan rápido que ni siquiera asimilada bien en dónde estaba.

Fue ahí cuando comenzó a caminar más rápido guiándose por las pequeñas fachadas a su alrededor. No recordaba exactamente dónde vivía aquella mujer pero sabía que era justo a unas calles de la plaza del pueblo.

Podía sentir su corazón latir cómo si hubiese corrido por horas, también apenas notaba que estaba sudando y además... su ropa no estaba bien puesta. En ese momento pudo sentir aquel aroma de nuevo, el de su sueño, fue yendo más lento hasta que pudo divisar a lo lejos una pequeña fogata donde un hombre fumaba totalmente tranquilo recostado en una carreta llena de paja.

No entendía por qué estaba yendo hacia él, tenía miedo, pero su cuerpo parecía reaccionar por sí sólo.

Mientras más avanzaba, más podía ver de quien se trataba. Era él, el de sus sueños... el hombre de los ojos rojos. En ese momento, podía sentir su cuerpo volver a tener la temperatura alta al nivel de sentirse ¿sudado?, su respiración se agitaba y podía sentir cosas extrañas al momento en que observaba detenidamente aquello sonrisa por parte de aquel sujeto.

— ¿Jungkook?

Totalmente asustado se giró notando aquella mujer por lo que se disculpó por haber reaccionado así. Todo había vuelto a la normalidad, menos su respiración.

— Lamento venir tan tarde —se disculpó haciendo una reverencia— mi madre la necesita, mi padre está enfermo, necesitamos de sus medi--

— No lo digas —susurró tapando la boca del mejor para luego ver a su alrededor—. Nunca digas eso frente a los demás, ¿de acuerdo?

Jungkook asintió con algo de miedo. ¿Qué tenía de malo? Oh, claro. Toda mujer que pudiera crear medicina era automáticamente una bruja.

Luego de unos minutos ambos salieron directo a la casa del menor. Este seguía preguntándose aún qué es lo que había sucedido, ¿por qué se había sentido así frente a él?, es más... ¿en serio estaba ahí? ¿Tan tarde?, no entendía por qué lo veía en todos lados, incluso... en sus sueños.

— ¿Puedo... hacerle una pregunta? —observó tímido a la adversa mientras seguían caminando— ¿Cómo supo que yo estaba afuera?

— ¿Hm? ¿Acaso no te diste cuenta? Los animales hacían mucho ruido. Parecía que estaban... peleando. Es cómo si quisiera decir algo —respondió—. Fue ahí cuando te vi yendo sólo hasta ese callejón así que te hable.

— Entiendo... —susurró.

Luego de unos momentos finalmente llegaron por lo que ambos se adentraron. Jungkook se mantuvo en una esquina observando qué sucedía, su padre seguía sin reaccionar del todo y sólo balbuceaba. En su rostro se podía observar el terror que sentía, estaban muy preocupados por él.

En ese momento pudo sentir la mano de su madre llevándolo hasta el lado de su padre pidiéndole que rezaran por él. Se puso de rodillas, juntó sus manos y al cerrar los ojos... solamente pudo verlo a él, por inercia volvió a abrirlos comenzando a rezar en un susurro pero siempre que quería cerrar sus ojos, aparecía ese hombre.

— ¡Jungkook, no seas irrespetuoso, hazlo ahora! —ordenó su madre en un tono bajo observando a su hijo.

El susodicho asintió y sin poder hacer nada más, los cerró. Su respiración nuevamente se hizo más agitada, podía "ver" lo que había pasado en su sueño, podía ver a ambos acariciándose mutuamente, podía... imaginar de nuevo sus besos sobre su desnuda piel.

— Vete... por favor —pidió cerrando con fuerza sus ojos al igual que sus manos se entrelazaban apretando cada vez más—. Vete...

11:20 a.m.

Su mirada se mantenía en aquel suelo estando completamente serio. Los recuerdos de lo que había pasado esa madrugada lo seguían a todas horas, era demasiado que ni siquiera podía prestar atención de lo que pasaba a su alrededor, ni siquiera podía entender lo que el sacerdote hablaba. Sólo estaba ahí cómo un sucio hombre imaginando cosas indebidas con otro hombre... en la iglesia.

— Jungkook, pasa al frente, por favor
—pidió aquel padre.

El susodicho algo avergonzado por las miradas de los demás sobre él caminó hasta dónde se encontraba el mayor para así comenzar a leer lo que éste le había dicho.

— Tienen los ojos llenos de adulterio y nunca cesan de pecar; seducen a las almas inestables; tienen un corazón ejercitado en la avaricia —tragó saliva—. Son hijos de maldición. Abandonando el camino recto, se han... extraviado, siguiendo el camino de Balaam, el hijo de Beor, quien amó el pago de la iniquidad, pero fue reprendido por su transgresión, pues... una muda bestia de carga, hablando con voz humana, reprimió la locura del profeta. —apretó levemente parte de su ropa— Estos son manantiales sin agua... bruma impulsada por una tormenta, para quienes está reservada la oscuridad de las tinieblas. —Pensó de nuevo en aquel hombre—. Pues hablando con arrogancia y vanidad, seducen mediante deseos carnales, por sensualidad, a los que hace poco escaparon de los que viven en el error... —culminó.

— Perfecto, ¿alguien puede decirme a qué se refiere lo que Jungkook acaba de leer? —sonrió posando su mano sobre el hombro del susodicho dando lentamente suaves caricias con su pulgar.

El castaño levantó con lentitud su rostro llevando su mirada hasta el último asiento en aquella biblia. Observaba fijamente de nuevo aquella sonrisa que lo hacía sentir cosas demasiado extrañas.

— Que usted es un pecador... yo soy... un pecador —respondió por inercia sin siquiera darse cuenta.

Todos en aquel lugar lo observaron con asombro, algunos con burla y otros con temor.

Sin esperar más se alejó del sacerdote para así salir corriendo de aquella iglesia sintiendo sus ojos llenarse de lágrimas.

¿Por qué se sentía así?, ¿qué... estaba pasado?

𝐒𝐀𝐓𝐀́𝐍 | TaekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora