CAPÍTULO IX

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El rojo en su mirada parecían ser llamas que crecían cada vez más. Sus pasos fueron moderados y así fue cómo fue bajando aquellas escaleras sintiendo su sangre hervir de enojo. Sus manos cambiaron un poco, sus uñas oscuras crecieron y su fuerza incrementó.

Al abrir aquella puerta sólo pudo sentir asco al saber qué sucedía y que sucedió ahí adentro. Tantos jóvenes y señoritas inocentes... habían sufrido en ese lugar.

Sin esperar más caminó hasta aquel hombre que aún no se daba cuenta de la presencia adversa; lo tomó del cabello y con todas sus fuerza lo estampó contra la pared logrando asustarlo demasiado.

— Eres un maldito cerdo. Desde el primer momento en que te vi supe la clase de persona que eras... ¿y así dices honrar y servir a tu Dios? —habló tosco yendo hasta él de nuevo para así tomarlo del cuello y levantarlo.

— L-los-sien...

— ¿Lo sientes? Oh, Dios mío... perdóname por ser un maldito pedófilo, perdóname por abusar de tantos jóvenes que ciegamente creían en un ser que los condenó a sufrir desde el primer momento en que nacieron, perdóname por meterme con la pareja del verdadero todopoderoso, perdóname, perdóname —burló mientras iba apretando cada vez más su agarre.

No lo iba a dejar morir tan fácil por lo que nueva lo estampó con la otra pared. Éste ya ni siquiera podía levantarse de lo fuerte que era lastimado por lo que solamente lloraba pidiendo que lo perdonaran por sus pecados.

— Todos creen que por meterse en una inútil religión ya están salvos, pues no, cada uno de ustedes, cerdos asquerosos, deben morir, no son salvos de nada y sólo se condenan a ir al inframundo a sufrir por toda la eternidad. —caminó de nuevo hasta él— ¿fue divertido profanar a jóvenes indefensos? —sonrió sarcástico poniéndose de cuclillas.

Tomó la mano del adverso y lentamente fue quebrando cada uno de los huesos escuchando los desgarradores gritos pidiendo piedad una y otra vez.

— ¿Cuantos fueron? ¿Uno...? —quebró otro de sus dedos— ¿Dos...? —prosiguió con el siguiente— ¿Tres?

— ¡Fueron 15! —alzó la voz totalmente asustado y adolorido— ¡Perdóname! Por favor... y-ya no aguanto esto... —rogó llorandole a Kim.

— ¿Por qué me pides perdón a mi? ¿Por qué no a él? —con su mano tomó del cabello a este haciéndolo voltear hacia el menor postrado inconsciente en aquella cama— Míralo, él sólo recibe órdenes, tiene el cerebro lavado de mentiras estúpidas de un Dios que nunca vela por ellos, ¡que lo condenó a vivir en la pobreza y ser castigado por cada maldito pecado que hombres cómo tú crearon! —gritó obligándolo a ponerse de rodillas.

Podía sentir su sangre hervir muchísimo más al escuchar el llanto de aquel hombre. Estaba harto de gente cómo él.

— ¿Por qué ibas a hacerle eso?, ¿no que estabas casado con la iglesia? —rió volviendo a quebrar uno de sus huesos pero esta vez de la pierna—. ¿Eres capaz de hacerle eso a un joven que sólo quiso ser feliz ciegamente? No sé por qué preguntó si ya sé la respuesta. Toda esa bola de enfermos hizo lo mismo, predican tanto el amor al prójimo, predican que su Dios es amor, salvación y esperanza... ¡Ese mismo Dios es el que dejó a su hijo morir por gente de mierda cómo tú!

Aquel hombre comenzó a temblar no sabiendo qué más hacer, no podía moverse. ¿Por qué no sólo se moría tan fácil? ¿Qué estaba pasando?

— Pero... —suspiró—. Esa misma gente es la que me trata cómo el ser más asqueroso de toda la eternidad... cuando ellos son mucho peores. ¿Es muy hipócrita, no crees? —se apoyó en la pared volviendo a sacar uno de sus cigarrillos viendo cómo el adverso moría lentamente— Tú Dios no se preocupó por toda esa gente, los dejó morir, ¿dónde estaba cuando abusaste de esos niños? ¿Dónde estaba cuando mataron a mujeres inocentes en el pueblo? ¿Por qué no vino y les dijo que todos estaban condenados a vivir de esta manera? ¿Por qué...? —desvió su mirada hacia el menor.

Una sonrisa se formó en su rostro y con suavidad llevó una de sus mano hasta el cabello de éste dando caricias.

— Ibas a lastimarlo... un ser tan perfecto cómo él... —mantuvo su mirada con ternura— es tan inocente que nunca creyó que estaba metiéndose a la boca del lobo. Confió en ti, pensó que eras una buena persona a la cual seguir. ¿Pero sabes qué? —desvió su roja e intimidante mirada al adverso— Yo no soy inocente... ¿y sabes todo lo que dicen de mi, no? —Sonrió— Yo soy el anticristo... yo soy el "diablo", yo soy el mal, soy la destrucción... yo soy Satán.

En ese momento se puso de pie y sin decir nada más tomó del cabello al adverso arrastrándolo escaleras arriba. Escuchaba sus gritos de nuevo pero sólo le daba satisfacción. Iba a ponerle fin a ese bastardo.

______

Jungkook abrió sus ojos y muy confuso observó a su alrededor. Estaba en su casa, ¿cuando llegó ahí? ¿cómo lo hizo?En ese momento se encontraba completamente sólo, creía que era extraño pero no, de hecho, se sentía tranquilo.

— ¿Cómo te sientes?

Su mirada fue directamente a aquel hombre que observaba por la ventana. De alguna manera, ya no sentía miedo, se había acostumbrado a verlo por todas partes que... incluso estaba pensando que él sólo lo cuidaba.

— ¿Tú me trajiste a casa? —preguntó tímido poniéndose de pie para así caminar hasta él notando lo alto que era, una vez más.

— Sí, de hecho, no es por alardear... pero ya nadie podrá hacerte daño. —Sonrió—. ¿Sabes lo que ese... "sacerdote" quería hacerte, no?

Jungkook se quedó en silencio y sólo desvió la mirada bastante apenado y triste. Era difícil de creerlo pero ya no era un niño para negar las claras intenciones que aquel hombre tenía. Muchos rumores que había escuchado, ahora tenían sentido; es más, eran ciertos.

— ¿Qué hiciste con él?

— Hm... es difícil de explicar —llevó la mirada hasta el menor— ¿Quieres verlo tú mismo? —sonrió extendiendo su mano, esta ya había vuelto a la normalidad.

El castaño tragó y con timidez colocó su mano sobre la adversa para así comenzar a caminar junto con él hasta la plaza del pueblo que es dónde se encontraba la iglesia. Al verla... su sangre heló, su boca se abrió un poco y su rostro mostró su total terror.

Las personas a su alrededor gritaban o hablaban completamente alarmados de lo que estaban viendo.

Por otro lado, Taehyung sonreía bastante orgulloso. En ese momento sintió al menor abrazarlo por lo que sin esperar tanto correspondió dando suaves caricias sobre su cabello.

— No te preocupes, Jungkook. Personas cómo él... deben morir de las peores formas. —musitó.

Era una imagen horrible pero agradable. Aquel hombre colgaba de la cruz sobre la iglesia mientras que todas sus paredes estaban manchadas con su propia sangre teniendo palabras escritas.  "Cerdo", "pedófilo", "pecador", entre otras. Era gracioso verlo destruido después de que él... había pensado destruir un joven más.

Antes de irse de ese mundo... había conocido al verdadero anticristo.

𝐒𝐀𝐓𝐀́𝐍 | TaekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora