Un mes después.
Hyo-ri terminaba de colocar los platos sobre aquella mesa sintiendo las mil miradas de aquellos hombres. Se sentía tan incómodo estar ahí a pesar de que su marido estuviera al lado, pero él ni siquiera se daba cuenta, o quizás... sólo lo ignoraba.
Al terminar de servir y volver a sentarse juntó sus palmas para así hacer una pequeña oración para luego comer, aunque fue difícil pues con tan sólo llevar aquellos pasillos a su boca, su esposo ya estaba ordenando que le trajera esto, le llevara lo otro, le quitara esto y bla bla bla. No podía disfrutar su comida y es que así pasaba cada bendito día en aquel lugar.
Pensó que quizás estaría con más personas, jugaría con los niños, los ayudaría ayudaría algo, sería feliz, pero... llevaba un mes tras aquellas 4 paredes de la iglesia, eran muy raras las veces en que lograba salir más allá de 50 metros lejos de dicho lugar. ¿Fue ahí sólo para ser una sirviente? ¿Por eso no quería dejarla en casa?
— Buen provecho a todos. ¿Qué tal si vamos a hablar con el señor Myung? —Habló otro de los sujetos en aquella mesa.
— Me parece perfecto. Tenemos--
— Jongsan... no he terminado de comer. ¿Por qué se van sin mi? —Interrumpió tímida.
— Eso debiste pensar antes. Comes muy lento.
— No pude hacerlo porque tú--
— Hyo-ri... ya hablamos de esto. —Interrumpió tomando la mano de esta para así apretarla cada vez más.
La castaña desvió la mirada y sólo asintió viendo de reojo a todos aquellos hombres salir quedándose sola en aquella gran mesa.
— Mi señor... ¿qué pecado estoy pagando? —susurró tapando sus ojos sintiendo sus lágrimas comenzar a caer— ¿Por qué tuve que venir a este lugar? Quería estar con mi hijo... —tragó saliva sintiendo aquel nudo en su garganta— Tú sabes que lo intento, pero ya no pue--
El sonido de la puerta cerrándose un poco fuerte la hizo asustarse impidiendo que terminara su oración. Levantó la mirada en busca de la razón por la que había ocurrido eso, nadie había vuelto ¿o si?, solamente estaba ella en ese lugar.
— ¿Hay alguien ahí? ¡Por favor, ayúdeme!
Hyo-ri al escuchar aquella voz limpió rápidamente sus ojos para así ponerse de pie y caminar hasta la puerta trasera de aquella "casa", fue ahí cuando vio a aquel campesino recargado sobre la pared mientras apretaba su pierna de la cual salía mucha sangre.
— ¡Señorita! —Sonrió al ver cómo aquella mujer salía un poco asustada— Lo siento, Señorita, yo... fui a recoger leña que el padre me encargó pero un perro salvaje me mordió o un lobo, no sé lo que era, por favor ayúdeme.
Hyo-ri sin pensarlo se acercó hasta él para así pasar su brazo por sus hombros y llevarlo hasta una pequeña sala en aquel templo. Ahí comenzó a traer un balde con agua limpia, algunos trapos y alcohol para poder eliminar cualquier bacteria.
Kwang sintió su corazón palpitar mucho más fuerte al verla tan de cerca. Había sido una gran oportunidad de por fin hablarle. Siempre la veía con su esposo o encerrada, era muy callada y lo entendía, no conocía a nadie pero... él ya la había reconocido desde su llegada. Era mucho más hermosa pero, ¿ella lo recordaría a él?
— Agh —se quejó frunciendo su entrecejo al sentir el alcohol sobre su herida.
— Lo siento, es necesario. Esto... —suspiró— puede evitar alguna infección. —Terminó de colocar aquello para así limpiar con algodón los residuos.
Kwang sintió su sonrisa hacerse mucho más grande al ver aquel listón sobre su cabello. Sin duda alguna era ella, por fin habían vuelto a estar juntos, pero... ella ya estaba casada, no con cualquiera, con un... hombre rico, un hombre respetable por todo el pueblo y muchos pueblos.
— Señorita... —llamó sin quitarle la mirada de encima— ¿Por qué no se fue con ellos? Los vi irse en el carruaje, ¿usted no es parte de la iglesia?
Hyo-ri mordió levemente su labio para luego sonreír y terminar de colocar las vendas para evitar el sangrado.
— Lo soy... pero... tenía que hacer otras cosas. —Musitó.
— Ya veo. Por cierto... —carraspeó— usted... —apretó la manga de su camiseta levemente— hace mucho quería poder hablar con usted.
— Oh, ¿a mi? Por... ¿Por qué? —preguntó curiosa metiendo todo en una bolsa para así tirarlo.
— Yo... —suspiró nervioso— yo nunca dejé de ver la luna.
Hyo-ri en ese momento se quedó quieta con la mirada en la herida del adverso hasta que fue subiéndola lentamente hasta el rostro de aquel hombre. Su corazón comenzaba a latir tan fuerte y sus ojos se cristalizaron, observaba cada parte de él notando que cada vez se le hacía más conocido.
En un momento pensó que era Kwang, quiso borrar eso de su mente pues ya había pasado tanto tiempo pero... ahora que lo veía de una mejor forma, era él.
— ¿Kwang...?
El susodicho al escuchar su nombre sonrió tan grande que sus ojos se cerraron un poco más y sus mejillas se tornaban de un lindo carmesí. Aunque esa sonrisa fue borrándose poco a poco.
— Lamento... no haber ido por ti. —Musitó— la vida aquí es tan difícil que--
Sus ojos se abrieron un poco más, se quedó en silencio y sólo correspondió aquel abrazo para así comenzar a llorar por volver a tenerla entre sus brazos.
— Te extrañé muchísimo...
— No pude ir por ti, Hyo-ri, lo lamento tanto. Aquí... es muy difícil conseguir dinero y...
— Lo entiendo. —susurró—. Aún así nunca perdí la esperanza de volver a verte. —Sonrió separándose un poco.
Kwang mantuvo aquella sonrisa para así llevar su mano hasta la mejilla adversa proporcionando unas suaves caricias para luego limpiar sus lágrimas.
— Estás mucho más hermosa de lo que creí. Y yo... —Soltó una pequeña risa—. Sigo viéndome cómo un limosnero.
— Claro que no. —Sonrió posando su mano sobre la adversa—. Sigues viéndote... tan... —rió nerviosa.
Ambos volvieron a abrazarse sintiendo aquel aroma adverso que los hacía recordar tantas cosas de su niñez. 20 años habían pasado y... el amor aún había permanecido en ellos. Pero, ¿podrían seguir manteniéndolo ahora?
Jeonsan... sería esa piedra en el zapato.
ESTÁS LEYENDO
𝐒𝐀𝐓𝐀́𝐍 | Taekook
FanfictionEn el momento en que te pones de rodillas, sientes tus ojos llenarse de lágrimas y pides misericordia a aquel ser omnipresente sientes que todos tus pecados son bañados con agua bendita de las preciosas manos del "Señor". Ruegas por piedad y das las...