11. ➵ No preguntes, encuérate

1.7K 101 6
                                    

11

No preguntes, encuérate

—EMILY—
—BROWNBEAR–

El olor a manzanas y canela me enduzaban la nariz, la luz del sol aún no se veía, pero por el color del cielo y su claridad supe que no le faltaba poco para aparecer. Lo único que iluminaba la habitación eran unas lucecitas amarillas de decoración.

No sé cuánto tiempo llevaba admirando la cremosa piel de su espalda. Un lunar café en su omóplato derecho estaba rodeado por una pequeña marca de mis dientes, junto con un círculo amoratado. Casi no podía evitar la sonrisa de oreja a oreja que se me hacía al recordar cómo le había hecho esa firma. Definitivamente, esos son uno de los recuerdos que no se me iban a borrar de la mente, ni aunque me quitarán el cerebro.

No había tenido el coraje suficiente de tomar mi ropa, vestirme e irme a mi casa. Me sentía tan bien entre sus sábanas, tan cómoda con la sensación que su presencia me causaba. Es como si mi cuerpo se rehusara a levantarse de la cama.

Me tomé el atrevimiento de besarle la mordida que le había dejado. Pase mis brazos por su cintura, y dejé mis labios pegados a su lunar. Mi nariz percibió el olor acaramelado de su espalda, acunada en el calor de su piel. Eso hizo que ella se despertara y me viera de reojo, quizás un poco confundida, hasta que se volteó por completo y me vió con un solo ojo.

Una pequeña sonrisita apareció en sus labios. Cerró los ojos y se abrigo con las sábanas.

—Hola. —El sonido de su voz sonaba adormilado.

—Hola, manzanita. —Sin embargo, probablemente mi voz haya delatado de que estaba despierta hace tiempo.

Me entraron ganas de besarla, pero simplemente me contuve. Frotró sus ojos, para adaptarse a poca luz del cuarto, bajó sus manos y dejó al descubierto sus bonitos ojos grises, me vió a través de sus largas pestañas, leyendo mi cara por completo.

—¿Ya te vas?

Su boquita hizo un puchero de manera inconsciente, y aunque no lo hubiera hecho, igual me iba a dar cuenta de que estaba triste por qué me fuera, ya que hasta en la mirada se le notaba.

—No, —Hice una pausa para apartarle un mechón de la cara—. ¿Quieres que me vaya?

—¡No! —Se apresuró a decir—. Solo... pensé que ya te habías ido.

—Aquí sigo, niña.

*Suena Daddy Issues*

Se acercó a mí lentamente, estábamos tan cerca que en lo único que me enfocaba eran sus ojos que me miraban con tanta... Magia.

Cómo si el brillo en sus pupilas me hipnotizara y me hiciera quedarme. Temerosa, cortó la distancia entre nosotros, uniendo mis labios y los suyos en un beso muy breve para mi gusto.

Sus piernas se enrrollaron, eso hizo que me golpeara el estómago con sus rodillas.

—Auch. —Me quejé.

—Perdón, ¿Puedo ir al baño?

Su pregunta se me hizo extraña, solo asentí y se levantó, llevándose una de las sábanas que nos cubrían. Pasaron algunos minutos, ella volvió a la cama, caminando de puntillas. Se arrodilló sobre el colchón, tapando su cuerpo con la sábana. La de su cara piel estaba mojada, tanto que caían gotas de su mentón.

¿Quien se queda con el oso?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora