31- Una idiota Astral

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Epa, qué bueno leerlos de nuevo. (No me funen) les hice un capítulo largo, para que comenten, [No me funen X2 :)]

Puse una canción del loquito de centro de Kanye, sí. Ignoremos que es de él. [No me funen x3 :)]

—K.

Tome la sábana de papel, la puse sobre el billete y exparcí la planta molida por todos su extensión

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Tome la sábana de papel, la puse sobre el billete y exparcí la planta molida por todos su extensión. Le di unas cuantas vueltas, usando el dólar como banda para moldear perfectamente el producto. Sin más, apreté lo sobrante de papel y encendí mi porro.

Era pequeño, por qué no quiera quedarme tanto tiempo aquí. No, sabiendo que no sabía cómo me sentía, o por qué estaba haciéndolo. Quería estar en cama, lejos de las personas a las cuales podría lastimar. Lejos de mi misma, por qué también podría salir lastimada. Quería despejar mi mente y todo lo que la aquejaba.

No soportaba está sensación de no tener el control. No tenía el control de mis emociones, ni sentimientos, incluso de mi juicio, y eso me estaba matando. Estoy tratando de que mis decisiones pueda ser lo más justas posibles. Pero, creo que no lo estoy logrando. Estoy en un jodido callejón sin salida.

No quiero cansarlos con mi miseria, ya que solo es mía. Pero, en el fondo quiero que me entiendan, quiero que entiendan que me la estoy pasando mal por ser una pendeja.

—Oh, aquí estás —se sentó en uno de los sillones al frente mío. Solo traía sus pantalones de pijama verdes y una taza de té—. Pensé que te había ido cuando salí del baño. Creo qué...

Tenía unos pedazos de piernas que eran una maravilla, como la tela de algodón de amoldaba a ellas y dejan ver lo suficiente. Su abdomen no era marcado ni mucho menos, pero tenía las suficientes línea para verse sexy. Y sus ojos verdes, era una locura lo hermosos que son.

—Emily.

—¿Mmh? —Llegué a artícular, perdida en la cadenita de plata que tenía colgando entre sus pectorales.

Cadenita que hace minutos me estaba chocando contra la nariz, mientras gotas de su sudor me mojaban la piel.

—Te pregunte si vas a quedarte.

Salí de mi trance a patadas. Tenía que ser muy bueno para ser verdad.

—No —Le di la respuesta corta—. Sabes que yo no hago eso.

Bufó derrotado. Su carita bonita era la de un perro regañado. Empiezo a pensar que solo así me gustan.

—¿Ni ésta noche?

—Ni ésta noche.

—¿Por qué no?

—Porque no.

Sus ojos reflejaron tristeza. Mire a otro, lado incómoda. No era por qué no quisiera. Era que estaba tan perdida en mi cabeza que no entendía muchas cosas, y no quería estar en un lugar donde no me pudiera controlar. Esta vez fui yo la que se puso triste. Él noto eso.

¿Quien se queda con el oso?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora