26. ➵ Hetero pero no tanto

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Hetero, pero no tanto

—EMILY—
—BROWNBEAR—

Viernes por la noche. Drake y Rihanna sonaban por mi iPod mientras el tren a Manchester estaba haciendo su parada. Esa noche en la estación de tren me estarían esperando mis amigos de ese entonces. James, quien sería nuestro anfitrión para quedarnos en Manchester, Andrea y Benedetta, quienes venían desde Italia para pasar un fin de semana largo meses antes de graduarnos de preparatoria. Éramos el cuarteto más inseparables del internado. Claro, estábamos rodeados de un séquito que nos amaba, pero en sí, nosostros cuatro éramos la "sustancia" de todo aquello.

Baje del vagón, cargando mi "equipaje" en una mano y en la otra mi iPod junto con mis audífonos. La enorme sonrisa de James me recibió al pisar el suelo de su ciudad. Traía una camiseta de botones con magas cortas y un diseño japonés. James era elegante pero algo alocado, su cabello rubio rojizo nunca estaba adecuadamente peinado; lucía como si nada le importará. Y esa era la realidad.

—Tanto tiempo sin verte —. Exageró.

—James, me viste hace una semana.

—Ese es mucho tiempo lejos de ti.

Nos dimos un largo abrazo, su colonia cara chocaba con mi nariz, hasta que a su lado mire a Andrea. Andrea, a diferencia de James, era más refinado. Su cabello castaño estaba siempre peinado hacia atrás, traía una camiseta al estilo de cuello de tortuga, un pantalón de vestir y unas zapatillas de cuero que probablemente eran muy caras. Sus ojos azules me vieron como si fuera la única mujer parada en la tierra. Me tomó por la cintura y me besó apasionadamente a mitad de la calle.

Andrea era el mejor estereotipo de hombre italiano. Varonil, apasionado, coqueto, elegante y refinado. Y, a propósito, era mi novio. Nada muy destacable a parte de eso.

Casi de la nada, sentí unos labios estamparse en mis mejillas. Ligeros, delicados y descarados. Era Benedetta. La dulce, sexy y muy gay, Benedetta. Sus ojos azules como zafiros, cubiertos por esas largas y frondosas pestañas, te podían poner a rogar en un suspiro. En un simple descuido podrían ponerte de rodillas completamente a su merced. Benedetta era una diosa; con ese cuerpo, esa sonrisa, esos ojos. Maldita, sabía muy bien lo que provocaba. Por eso se aprovechaba de ese don.

Pero, ya verán por qué digo todo eso.

Ciao, bella Emilia! —dice, luego de apartar sus labios de mi mejilla.

Ciao, Detta!

—Nena, ¿Estás lista para ésta noche? —Yo sólo asentí. Aún embobada por su presencia. Me tomó de brazo y me pegó a ella—. Andrea, non sarai geloso?

Ella le preguntó a Andrea si no se pondría celoso de robarme toda la noche.

Non preoccuparti, Detta —Él me guiño el ojo—. Te comparto a mi chica todo lo que quieras.

¿Quien se queda con el oso?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora