Capítulo 11: Sospecha

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CIARA.

Dos semanas después.

—Es tu jodida culpa que me sienta así de mierda. —digo casi en un grito a mi roomie.

—Yo no te dije que te tragaras más de cinco ponquesitos de chocolate. —se excusa la castaña terminando de arreglar su ropa deportiva. —Jefa, comes mucho era cuestión de tiempo para que te pasará factura.

—¿Qué? —gruñó eligiendo una sudadera negra y zapatillas blancas. —Sí no se me pasa el malestar te golpeare.

—Calmate jefa. Hace dos días que dejamos de vomitar. Ya estamos como nuevas. —sonríe.

—¿De quién fue la idea de ir a montar en bici en las montañas de Darmir?

—Eric.

—Yo hubiera preferido montar otra cosa. —sonrío aplicando rubor en mis mejillas pálidas.

—¿A mi jefe? —pregunta ella guardando su arma en la cinturilla de su pantalón ajustado.

—Exactamente.

Ambas reímos y terminamos de arreglarnos. Los deportes extremos son lo mío. Amo sentir la adrenalina correr por mis venas y lo competitiva que me vuelvo, ya que eso me ayuda siempre a dar más de mí misma.

—La italiana está curiosa sobre tú cercanía con Tiziano.

Caminamos hasta el elevador que nos lleva a la salida del edificio.

—¿Qué dice luego? —aplicó mi labial color vino mirándome en el costado de metal del ascensor.

—Hace preguntas curiosas todo el tiempo y comentarios cómo "Es extraño que la jefa no haya puesto sus ojos en el bombom de nuestro Halcón Rojo"

—Que se joda, sólo Eric y tú deben saber que me lo tiro. —advierto. —Esto es temporal cuando el regrese con la loca de su novia todo terminará.

Katie cruza los brazos sobre su pecho y me mira poco convencida.

—Siento que no será así.

—¿Por qué lo dices?

—Esas cosas se ven. Así como Eric y yo y nuestra escapada a Las Vegas.

Ruedo los ojos. Aún sigo molesta con ellos, que estupidez de irse a las Vegas como criminales y no llevarme. Ferre es como una parte de mi y aún así se casó con Katie a escondidas del mundo.

—¿Insinúas que debo llevarme a Aleksander a Las Vegas y casarlo conmigo? —Ella ríe. —No. Yo jamás me voy a casar ni organizar en una relación seria.

—Porque no puedes. —comenta bajo. Sus palabras me causan escalofríos. —En fin, hoy vamos a disfrutar de una hermosa tarde con dos especímenes sexuales de lujo.

—Eso suena caliente. —salimos del elevador y caminamos a la puerta de cristal de la salida.

—Podríamos cogernos los cuatro. Te imaginas, la sensación con esos dos.

Sonrío.

—No tientes al diablo.

Una vez en la salida nos encontramos con la camioneta Boss 1500T de los Ferre. Aleksander, Eric y Malcom nos esperan recargados en ella fumando.

—No pensé que fuera una excursión escolar —bromeó y beso la mejilla del más pequeño de los Ferre. —¿Cómo vas niño?

—Ya te dije que no soy un niño y cuando quieras puedo mostrarte.

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