Capítulo 02: Misión Formentera

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ALEKSANDER.

Mirkshad, Dusmurk.

Cinco años antes.

—¡Muevanse soldados! —grita el Halcón encargado de entrenarnos. —Cinco vueltas más para quien no cumpla la meta. ¡Dos minutos!

Me muevo entre mis compañeros acelerando la velocidad de mis pasos  hasta que doy las tres vueltas faltantes de mi entrenamiento justo en el tiempo indicado. A diferencia de algunos de mis compañeros que son castigados con cinco vueltas más.

—¡Excelente, Tiziano, Ferre, Clark y County!

Tener un padre amante del deporte me ha ayudado la vida entera a mantenerme en forma y con buena condición física y mental.

Mi Halcón autoriza nuestro retiro y no dudo en ir a las duchas. El agua fría se deshace de cualquier sensación de agotamiento que el entrenar me dejó, es como si cargara mi batería para dejarme activo nuevamente.

Siempre he tenido un lema: Cuando se piensa con mente fría, no hay obstáculos para nuestras metas. Algo que me ayudó demasiado cuanto tome la decisión de unirme a la FES a pesar de que fue algo sorpresivo para mi familia ya que ellos esperaban que me inclinará por el mundo de lo artístico como ellos.

Madre hace obras de arte las cuales son exhibidas en más de veinte países alrededor del mundo. Papá es el mejor arquitecto de Europa con sus diseños únicos en cada edificación. Y mi melliza: Danika, ama y adora con pasión el ballet, esforzándose año tras año para cumplir su sueño.

Pase mi infancia buscando cual de esos talentos tenía, cuál era mi pasión. Pero nada de eso lo logró. Desde que vi a mi tío Christian Hale con su traje de Halcón en la FES me di cuenta que este mundo captó mi atención desde el primer momento y a los quince años tomé la decisión de unirme.

Camino a mi casillero y visto los boxer negros secando mi cuerpo en el acto para seguir con la camisa negra y jean del mismo tono. ¡Por fin! después de un año volveré a casa por vacaciones. Extraño demasiado a mi familia y a Brylee: el amor de mi vida.

Emilio Lombardi entra con sus dos perros falderos. No deja de mirarme. Decido ignorarlo y continuó sacando el exceso de agua de mi cabello casi rubio con la toalla de mi mano.

—Cuando se es el sobrino del presidente de nuestro país se ve claro los privilegios. —comenta el idiota con imponencia.

Desde que se enteró que Maksym es mi tío no hay día que no quiera resaltar que mis logros aquí se deben a él.

—Cuando la persona es negligente se ve cómo por más que intente sobresalir sigue hundiéndose. —contestó cerrando con fuerza mi casillero.

Los tres chicos me miran serios. Tenemos la misma edad pero al parecer Emilio cree que por ser un Lombardi tiene que ser tratado como rey. Además, el hecho de que mi apellido sea Boss parece molestarle.

No soy de peleas, mi padre me educó bien. Me enseñó que un caballero debe evitar ante todo irse a los golpes con otro cuando no es necesario. Pero que sea un caballero no quita el hecho de que sé quien soy y lo bueno que soy, no dejaré que nadie se meta conmigo solo porque sí.

—Solo te tienen contemplaciones por tu apellido Boss. Sin eso no serías nada aquí, Tiziano.

Guardo mi teléfono en la maleta y me pongo la chaqueta beisbolera. Eric Ferré aparece con una toalla en su cintura y el cabello en la cara mojado.

—Deja las estupideces Lombardi, te arde que Tiziano sea un soldado perfecto en cambio tu ni disparar una metralleta puedes. —dice el español pasando a su casillero.

Dérive Donde viven las historias. Descúbrelo ahora