"𝐇𝐚𝐲 𝐫𝐞𝐜𝐮𝐞𝐫𝐝𝐨𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐥 𝐭𝐢𝐞𝐦𝐩𝐨 𝐞𝐬 𝐢𝐧𝐜𝐚𝐩𝐚𝐳 𝐝𝐞 𝐛𝐨𝐫𝐫𝐚𝐫."
—𝐂𝐚𝐬𝐬𝐚𝐧𝐝𝐫𝐚 𝐂𝐥𝐚𝐫𝐞
𝐃𝐨𝐜𝐞 𝐚ñ𝐨𝐬 𝐚𝐧𝐭𝐞𝐬
Avancé por el gran pasillo que conducía al despacho de mi madre. Los altos e imponentes pasillos se abrían paso a ambos lados de mi cuerpo y me hacían sentirme mucho más pequeña de lo que ya era.
Sabía que no tenía que estar ahí... Pero la curiosidad de saber que había en su despacho, me había vencido.
Con mi conejo de peluche en una mano, me puse de puntillas y entreabrí la puerta. Solamente quería echar un vistazo... ¿Qué había de malo en ello?
Agudicé mi visión y pude ver a mamá, sentada al otro lado del escritorio.
Se encontraba entablando una conversación con una mujer rubia, muy guapa y vestida con un vestido azul elegante.
Pero entonces algo, o mejor dicho, alguien, captó mi atención.
Era un chico más o menos de mi edad, de pelo negro corto y ojos azules. Lo supe, porque en el momento en el que había entreabierto la puerta, se había percatado de mi presencia; analizándome atentamente.
Le miré un tanto embobada, como si sus ojos hubiesen apresado los míos y fuese incapaz de apartar la mirada.
Me hubiese podido quedar así mucho tiempo, pero fui interrumpida por mi padre, que me cogió del brazo; rompiendo el contacto visual que estaba estableciendo con ese chico misterioso.
Y mientras me conducía de nuevo a la sala de espera, donde se suponía que teníamos que esperar a mamá, no me pude quitar de la cabeza su imagen.
Esa imagen que me persiguió durante tanto tiempo... Y que nunca pensé que volviese a ver.
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