"𝐄𝐥 𝐯𝐞𝐫𝐝𝐚𝐝𝐞𝐫𝐨 𝐨𝐝𝐢𝐨 𝐞𝐬 𝐞𝐥 𝐝𝐞𝐬𝐢𝐧𝐭𝐞𝐫é𝐬, 𝐲 𝐞𝐥 𝐚𝐬𝐞𝐬𝐢𝐧𝐚𝐭𝐨 𝐩𝐞𝐫𝐟𝐞𝐜𝐭𝐨 𝐞𝐬 𝐞𝐥 𝐨𝐥𝐯𝐢𝐝𝐨"
—𝐆𝐞𝐨𝐫𝐠𝐞𝐬 𝐁𝐞𝐫𝐧𝐚𝐧𝐨𝐬
𝐄𝐯𝐞𝐥𝐲𝐧 𝐁𝐫𝐚𝐮𝐧
Cuando trajeron a la persona con una bolsa de tela negra en la cabeza, en mi cabeza no se podía parar de repetir: Tú quieres estar aquí, tú has pedido estar aquí.
Y lo había hecho, yo había insistido para que me dejasen estar presente en una de sus "operaciones" y ni yo sabía por qué.
Todos se lo habían tomado muy bien, ya que prácticamente era una forma de iniciarme de alguna forma en lo que era la familia Stein, pero Frey y Mila no habían estado de acuerdo.
Sobre todo Frey.
Él decía que no estaba preparada para verlo y Mila, básicamente, decía lo mismo pero con distintas palabras.
Salí de mis pensamientos, cuando entramos en una sala en la parte de abajo de la casa, donde estaba el hombre de antes con la cabeza liberada, pero atado de manos y pies a una silla de madera.
Los Stein fueron entrando poco a poco en la habitación y Mason, junto con Mila, Adam y Pierce, le rodearon.
Frey se colocó a mi lado y se inclinó para susurrarme al oído y que nadie le escuchase:
—Aún estás a tiempo de irte—me advirtió susurrando.
Yo ya estaba negando con la cabeza, cuando me dijo algo que me dejó helada.
—Vete Eve por favor, no quiero que veas esto... No quiero que me veas así—murmuró ahora con un pequeño tono de súplica en la voz.
Desvié mi mirada a sus ojos y justo cuando estaba a punto de preguntarle que a qué se refería, fuimos interrumpidos por la voz de Mila.
—George Miller, acusado de violar a más de cinco mujeres, torturarlas y luego descuartizarlas vivas y quemar sus cuerpos—dijo la rubia con una increíble frialdad—¿Algo que decir al respecto? ¿Unas últimas palabras quizás?
Esto hizo que Mason soltase una escalofriante risa que me puso los pelos de punta; pude ver como el ambiente se comenzó a tensar y me empecé a dar cada vez más cuenta de lo macabra que estaba empezando a parecerme esta situación.
La habitación era solamente iluminada por una lámpara colgada del techo que alumbraba lo suficiente; a la persona sentada en la silla y a los de alrededor, a esta. En cambio, los demás presentes apenas parecíamos sombras en la habitación.
A diferencia de Pierce, Adam, Mason y Mila que se encontraban al rededor del hombre, junto con una especie de carrito de metal con una bandeja llena de objetos de tortura, Frey y yo nos encontrábamos de pie en el centro de la habitación, pero un tanto apartados de ellos.
Por el contrario, Kaia y Heist se encontraban cada uno apoyado en una pared de la habitación, observando toda la escena con suma atención.
Al ver que el hombre se negaba a decir nada, Mason intervino:
—Empecemos—dijo sonriendo mientras se frotaba a las manos, para luego sacar lo que parecía un bisturí, para hacer un corte en su muslo izquierdo, mientras el hombre se retorcía y chillaba.
De la herida comenzó a brotar una gran cantidad de sangre sin control, mientras el hombre chillaba.
—Te vamos a hacer paso por paso, todo lo que les hiciste a esas niñas, miserable de mierda—le susurró Mila en el oído con asco—Pero con unas pequeñas modificaciones.