"𝐒𝐞 𝐩𝐮𝐞𝐝𝐞 𝐜𝐨𝐧𝐟𝐢𝐚𝐫 𝐞𝐧 𝐥𝐚𝐬 𝐦𝐚𝐥𝐚𝐬 𝐩𝐞𝐫𝐬𝐨𝐧𝐚𝐬. 𝐍𝐨 𝐜𝐚𝐦𝐛𝐢𝐚𝐧 𝐣𝐚𝐦á𝐬."
—𝐖𝐢𝐥𝐥𝐢𝐚𝐦 𝐅𝐚𝐮𝐥𝐤𝐧𝐞𝐫
A la mañana siguiente, cuando me desperté, un gran dolor atravesó mi cabeza.
Al cabo de unos segundos, me levanté y pude observar que aún eran las seis de la mañana y por lo tanto, todo el mundo seguiría aún dormido.
Bostecé y me dirigí al baño para asearme y poder salir de la habitación en busca de un vaso de agua.
Bajé y recorrí unas cuantas escaleras, hasta que oficialmente me perdí. Sin saber como, había terminado en la planta baja de la casa, frente a una puerta cerrada por varios candados y cerrojos, lo cual, llamó mi atención.
No podía evitar haberme dado cuenta de como una pequeña luz salía por debajo de la puerta. Mi corazón comenzó a golpear con fuerza mi pecho, mientras mis manos comenzaban a temblar.
Había alguien dentro.
—¿Qué haces aquí?—escuché una voz detrás de mí.
Al instante, de un salto me di la vuelta enfrentando a Frey de golpe, mientras trataba de formular una respuesta medianamente decente.
—Yo... Bueno... Iba a por un vaso de agua...—intenté explicar.
Frey me interrumpió con su característica aura de frialdad.
—Tenemos que subir, mamá y papá Valter quieren hablar contigo—habló él fríamente, para luego conducirme al salón de arriba, sin mediar una palabra sobre la especie de sótano que había ahí.
¿Papá Valter?
¿Por qué no le llamaba simplemente papá?
Ascendimos por las escaleras y entramos en el salón, donde ya estaban todos los Stein.
Iban vestidos impecablemente de negro y había un hombre nuevo, alto y con pelo negro, sentado al lado de Mila.
—Querida, por favor, siéntate—me indicó ella.
Con todas las miradas puestas en mí, la hice caso y me senté en uno de los sillones.
—Verás, creo que hay algunas cosas de la familia que te vamos a tener que explicar... ¿De acuerdo?
Miré a todos los presentes y asentí.
—No somos una familia "común" por así decirlo...—comenzó a hablar Mila, como si tratase de escoger sus palabras con sumo cuidado— Nosotros somos una familia de cazadores.
No pude disimular la confusión en mi rostro.
—¿De animales?—pregunté ingenuamente, provocando la risa de Heist.
El hombre nuevo me corrigió:
—De personas—aclaró fríamente—En concreto, de personas a las cuales no ha castigado la justicia.
Tras escuchar esto último, mi respiración se atascó en mi garganta.
¿Eran asesinos?
—Como.. Como de personas, pero yo...—tartamudeé bajo toda las miradas de los Stein —¿A que os referís con personas que no ha castigado la justicia?
Heist comenzó a lanzar al aire una especie de abrecartas despreocupadamente.
—Asesinos, violadores, pederastas...—me respondió sin apenas inmutarse—Tus papis estaban metidos en el asunto, ¿sabes?