"𝐏𝐨𝐫 𝐦𝐮𝐜𝐡𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐧𝐨𝐬 𝐜𝐨𝐦𝐩𝐫𝐨𝐦𝐞𝐭𝐚𝐦𝐨𝐬 𝐚 𝐬𝐞𝐫 𝐝𝐞 𝐮𝐧𝐚 𝐦𝐚𝐧𝐞𝐫𝐚, 𝐚 𝐥𝐚 𝐡𝐨𝐫𝐚 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐯𝐞𝐫𝐝𝐚𝐝, 𝐧𝐮𝐞𝐬𝐭𝐫𝐚 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐞 𝐦á𝐬 𝐯𝐢𝐬𝐜𝐞𝐫𝐚𝐥 𝐧𝐨𝐬 𝐥𝐥𝐞𝐯𝐚 𝐚 𝐚𝐜𝐭𝐮𝐚𝐫 𝐝𝐞 𝐟𝐨𝐫𝐦𝐚 𝐜𝐨𝐧𝐭𝐫𝐚𝐫𝐢𝐚"
—𝐄𝐝𝐮𝐚𝐫𝐝𝐨 𝐏𝐮𝐧𝐬𝐞𝐭
Pasé toda la noche en vela junto a Kaia y Heist hasta que terminaron de operar a Frey.
Al parecer estaba estable, pero necesitaba descansar.
La bala no le había atravesado ninguna vena ni arteria importante, pero había perdido mucha sangre y necesitaba recuperarse.
—Se ha dormido—dijo Pierce al ser el último en abandonar la habitación—Le he tenido que dar un sedante.
Me levanté rápidamente del sofá donde Kaia y Heist se habían dormido, y fui a su encuentro.
—¿Puedo verlo?—le pregunté preocupada.
Hasta que no le viese, no me iba a poder quedar tranquila.
Valter suspiró y asintió.
Así que, prácticamente corriendo, entré en la habitación.
Se encontraba tumbado en la cama, con una vía en el brazo, el hombro vendado y el rostro pálido.
Cogí una silla y la coloqué a un lado de la cama para poder sentarme y estar a su lado.
Y cuando estuve sentada, pude observar como de pálido estaba. Parecía un fantasma.
Observé como ni siquiera se le notaban las venas de uno de sus brazos, así que, aguantándome las lágrimas, coloqué suavemente una de mis manos en su mejilla y se la acaricié.
—Evelyn—me llamó Valter desde fuera.
Mordí mi labio inferior alejándome de llorar y le miré.
—Un momento, ya salgo—dije en un pequeño susurro.
Él esbozó una pequeña sonrisa y asintió, para dejarme a solas con él.
Me levanté de la silla y me incliné levemente para dejar un suave beso en su frente, mientras mi corazón golpeaba con fuerza mi pecho.
—Te quiero—susurré contra su piel.
Entonces me separé de él y salí de la habitación.
—Se va a poner bien, tranquila—intentó consolarme Valter cuando salí de la habitación.
Asentí, pero no pude evitar que las lágrimas me traicionasen y comenzasen a surcar por mis mejillas.
—Esto es mi culpa—sollocé, consiguiendo que Valter colocase una mano en mi hombro con cariño; intentando consolarme.
—Esto no es tu culpa Evelyn—me consoló con suavidad—Fue Frey el que se puso delante de ti, fue el quién lo decidió...
Le corté mientras las lágrimas seguían cayendo de mis ojos.
—No sé por qué lo ha hecho, él ya no quiere saber nada de mí...—murmuré sin entender por qué parecía que nadie lo comprendía.
Valter suspiró y me miró atentamente a los ojos.