"𝐘 𝐟𝐮𝐞 𝐞𝐧 𝐬𝐮 𝐦𝐢𝐫𝐚𝐝𝐚 𝐝𝐨𝐧𝐝𝐞 𝐲𝐨 𝐦𝐞 𝐩𝐞𝐫𝐝í"
—¿?
𝐄𝐯𝐞𝐥𝐲𝐧 𝐁𝐫𝐚𝐮𝐧
Hacían ya dos semanas desde que Frey se fue.
Desde el día que... Bueno, pasó lo que pasó.
No iba a mentir, cada momento que lo recordaba, una sensación de miedo recorría mi cuerpo. Jamás me había podido llegar a imaginar tener miedo de él.
Los Stein me habían intentado explicar en unas cuantas ocasiones después de que se fuese, sus problemas de ira y a veces de bipolaridad, pero seguía sin poder llegar a asumirlo; conmigo siempre había sido... Normal.
Nunca había notado cambios de ánimo tan drásticos en Frey.
Ahora mismo no sabía ni donde estaba.
Quería darle su espacio desde lo sucedido, pero una sensación de ansiedad se hacía cada vez más notable en mi pecho al no poder hablar con él y explicarle las cosas.
O simplemente ver que estaba bien.
Cuando una semana más transcurrió, ya no pude aguantar más y un día sin que Kaia se diese cuenta, la seguí hasta lo que parecía un hotel de lujo en el centro de la ciudad.
Estuvo una hora aproximadamente, hasta que después salió y se montó en su coche hasta desaparecer por las calles de la ciudad.
Podía ser que Kaia hubiese ido a ese hotel por miles de razones que no tenían nada que ver con Frey... Pero no perdía nada por comprobarlo.
Los Stein se negaban a darme la dirección de donde se encontraba Frey al considerarlo "demasiado pronto", pero yo estaba desesperada, aunque apenas supiese por qué, en verle.
A paso apresurado, atravesé las puertas de cristal de la recepción del hotel, mientras elaboraba a toda prisa en mi cabeza una buena mentira que soltarle a la de la recepción y hacerme con el número de su habitación.
Me dirigí al mostrador y al instante la chica de detrás me sonrió.
Verás.
—Buenas noches, ¿en qué puedo ayudarle?—me preguntó educadamente.
Me obligué a forzar una sonrisa y contesté lo mejor que pude:
—Buenas noches, verá... Bueno, me gustaría saber si me podría facilitar el número de habitación de una persona—respondí en mi mejor tono de persuasión.
La chica esbozó una triste sonrisa y negó con la cabeza.
—Lo lamento, pero no podemos facilitar ese tipo de información—contestó la recepcionista con educación.
Justo estaba a punto de replicar, cuando vi a un camarero con lo que parecía una cubitera y dos botellas de whiskey, cuya marca era la favorita de Frey.
Le di las gracias apresuradamente a la recepcionista y simulé que me dirigía a la salida, sin perder de vista al camarero que se encontraba esperando frente al ascensor.
Entonces, la recepcionista tuvo que irse un momento del mostrador y fue justo cuando el camarero se adentró en él.
Rápidamente, me dirigí corriendo y pude ver como en una especie de pantalla pequeña, el ascensor se detenía en la décima planta, así que me monté en el ascensor de al lado y subí hasta dicha planta.