"𝐂𝐮𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐦𝐢 𝐯𝐨𝐳 𝐜𝐚𝐥𝐥𝐞 𝐜𝐨𝐧 𝐥𝐚 𝐦𝐮𝐞𝐫𝐭𝐞, 𝐦𝐢 𝐜𝐨𝐫𝐚𝐳ó𝐧 𝐭𝐞 𝐬𝐞𝐠𝐮𝐢𝐫á 𝐚𝐦𝐚𝐧𝐝𝐨"
—𝐑𝐚𝐛𝐢𝐧𝐝𝐫𝐚𝐧𝐚𝐭𝐡 𝐓𝐚𝐠𝐨𝐫𝐞
𝐅𝐫𝐞𝐲 𝐒𝐭𝐞𝐢𝐧
Eran las diez de la noche cuando llegamos a casa.
Entramos y después de despedirnos, subí a la habitación de Eve con intenciones de retomar lo de esta mañana.
Cuando entré, me la encontré hecha una bola en un lado de la cama y aferrada a su perrito de peluche.
Esbocé divertido una sonrisa y me acerqué a ella, levantando las mantas y acostándome a su lado.
Dejé un beso en su hombro y fue cuando se giró; tenía los ojos bañados en lágrimas, los labios hinchados y la nariz roja.
Al instante mi rostro se llenó de preocupación y acuné una de sus mejillas con mi mano.
—¿Eve que a pasado?—le pregunté preocupado.
Pero ella se limitó a negar con la cabeza y aferrase a mí, comenzando a llorar con mucha más fuerza
Sin entender una mierda me limité a abrazarla y a acariciar su espalda con suavidad mientras Eve seguía llorando.
Ya me iba olvidando de hacer algo divertido esta noche.
✠✠✠
A la mañana siguiente, no sé cuanto dormí.
La tarea que nos encargó Adam ayer me había dejado muerto y como luego estuve consolando a Eve una hora más o menos, estaba a punto de morirme del sueño.
De hecho, hubiese seguido durmiendo, si unas manos no hubiesen comenzado a mover mi hombro.
—¿Eve...?—comencé a decir medio dormido.
—¿Eve? Y un cojón—escuché la voz de Heist consiguiendo que me levantase de golpe y me encontrase con el imbécil de mi hermano.
Le miré confundido y enfadado.
—¿Pero se puede saber qué coño haces aquí?—espeté mientras me frotaba los ojos y me levantaba.
Heist puso los ojos en blanco y suspiró.
—Son Eve y su amigo ese, se están peleando en la entrada y creo que deberías bajar—respondió un tanto preocupado.
Le miré extrañado, pero no hizo falta que me lo dijese dos veces, ya que me puse los zapatos y baje prácticamente corriendo a la entrada, desde la que, cada vez, se escuchaban los gritos con más claridad.
Salí al exterior encontrándome a Eve frente al tío ese.
—El que faltaba—espetó el imbécil amigo de Eve.
Noté como poco a poco me cabreaba, así que bajé las escaleras rápidamente y me puse delante de Eve dándole un empujón hacia atrás.
—Tienes diez segundos para irte o te echo yo a mi manera—le amenacé consiguiendo que él se enfadase más.
Sin embargo, Eve se interpuso entre los dos y fue cuando me di cuenta de lo mal que estaban sus ojos.
—Cris, por favor, tiene que haber alguna manera de solucionarlo, yo...—comenzó a decir con su voz temblando.
El tal Cris la miró enfadado y luego me miró a mí.
—Elige, o él o yo.
Le miré confundido, ¿este tío de qué coño iba?