"𝐇𝐚𝐲 𝐝𝐨𝐥𝐨𝐫𝐞𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐞 𝐞𝐱𝐩𝐫𝐞𝐬𝐚𝐧 𝐜𝐚𝐥𝐥𝐚𝐧𝐝𝐨"
—𝐄𝐝𝐮𝐚𝐫𝐝𝐨 𝐆𝐚𝐥𝐞𝐚𝐧𝐨
𝐄𝐯𝐞𝐥𝐲𝐧 𝐁𝐫𝐚𝐮𝐧
Ayer, cuando llegué a la casa de los Stein, todos me recibieron amablemente.
Todos menos Frey, el cual según Heist, había tenido que salir.
En lo que llevábamos de día, solamente me lo había cruzado en los pasillos una vez. Y ni siquiera me había mirado.
Había pasado de largo como si simplemente no estuviese ahí.
Como si mi presencia le importase menos que cualquier otra cosa.
Kaia decía que no me odiaba, pero yo sabía que sí. Y no le faltaban motivos.
Estaba claro que lo que teníamos, lo había roto por completo al apuntarle con esa pistola.
Y todo por haber sido la misma estúpida ingenua de siempre.
Había estado después de comer todo el rato leyendo y sobre las cuatro, mi móvil comenzó a sonar.
Cuando le di la vuelta vi el nombre de Dylan en la pantalla, lo solté de golpe.
Sin embargo, esta vez no podía evitarle.
Esta vez no.
Así que con mi mano temblando cogí el móvil, lo descolgué y me lo puse en la oreja.
—¿Hola?—escuché la áspera voz de Dylan al otro lado del teléfono.
Respiré hondo y contesté; intentando por todos los medios que mi voz no temblase.
—Hola, Dylan—respondí lo más fría que pude.
Pude escuchar como respiró aliviado al otro lado del teléfono.
—¡Evelyn!—exclamó aliviado—Menos mal que contestas...
—Que quieres Dylan—le corté secamente. No me apetecía ser amable con él.
Suspiró e intentando controlar su tono de voz, respondió lo siguiente.
—Era para invitarte a su funeral—contestó con su voz un tanto rasgada y dejándome perpleja—Se que terminasteis mal pero...
Le corté mientras el alivio se hacía paso en mi pecho, pero la culpa se hacía paso en mí.
—Dylan, agradezco la invitación, pero no voy a poder ir—pude decir sin que mi tono de voz me delatase—Lo siento.
—Está bien, pero Evelyn, si necesitas algo puedes decírmelo... Sentí mucho lo de tus padres—comenzó a decir amablemente.
No parecía el mismo Dylan capullo de siempre.
—Estoy bien, pero gracias—dije mientras mi voz se rompía levemente—Adiós y gracias por la invitación.
Y entonces colgué.
Había comenzado a temblar sin control y tuve que aferrarme a mi perrito Puppy hasta que me tranquilicé.
Y justo cuando mi respiración se había calmado, escuché unas voces abajo.
Salí de mi habitación lo más rápido que pude y bajé las escaleras hasta que me encontré a todos los Stein gritándose los unos a los otros.