"𝐄𝐧 𝐮𝐧 𝐛𝐞𝐬𝐨, 𝐬𝐚𝐛𝐫𝐚𝐬 𝐭𝐨𝐝𝐨 𝐥𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐡𝐞 𝐜𝐚𝐥𝐥𝐚𝐝𝐨"
—𝐏𝐚𝐛𝐥𝐨 𝐍𝐞𝐫𝐮𝐝𝐚
Después de haber estado todo el día de ayer respondiendo las insistentes llamadas de Cris y Alice, no podía más.
Si ya estaban preocupados porque no les hubiese contestado, con la muerte de Connor se había desatado el caos absoluto.
Así que al final, terminé apagando el móvil, mientras miles de pensamientos surcaban por mi mente; como predominante la muerte de Connor.
Sin embargo... Había otro.
Ese otro no era un pensamiento desagradable, ni nada parecido.
Y por supuesto estaba relacionado con Frey.
Con todo lo que había sucedido, se me había olvidado nuestro beso.
El beso que me dio antes de que el caos se desatase.
Como simplemente me había derretido ante el más pequeño de sus toques... Y como me sentía cuando estaba conmigo.
Me sentía segura y completa.
Como si ese chico de ojos azules me tuviese bajo su posesión completamente; como si él fuese el único con el que, en estos momentos, me sintiese segura.
Incluso mucho más segura de lo que me sentía con Cris, por mucho que me doliese admitirlo.
"Si no le hubieses podido matar, le hubiese matado yo"
Sus palabras se repitieron en mi mente.
Un escalofrío me recorrió al recordar como me había dejado claro que él estaría dispuesto a matar por mí.
Me levanté de mi cama y comencé a dar vueltas por la habitación; intentando apaciguar mis constantes pensamientos.
Con la mente completamente nublada, me acerqué a mi ventana, la cual daba a las escaleras de entrada de la casa.
Lo que vi me dejó un tanto perpleja; Mayne, Adam, Pierce, Heist y Frey, se encontraban saliendo de la casa vestidos completamente de negro y cargando unas bolsas negras al Jeep negro que habían aparcado en la entrada.
Frey se encontraba hablando con Pierce, mientras el viento alborotaba su pelo negro, el cual caía desordenado a ambos lados de su cara.
Entonces, se giró y su mirada se encontró de lleno con la mía.
Esbozó una pequeña sonrisa y me guiñó un ojo, para luego subirse al coche junto a los demás.
Una pequeña punzada de emoción atravesó mi corazón ante esto último, seguida de una punzada de tristeza, al ver como se iba.
Decidida a enterarme de que estaba pasando, bajé las escaleras para llegar a la sala de estar y encontrarme a Mila y a Kaia sentadas en los sillones.
Ambas se veían un tanto inquietas cuando se percataron de mi presencia.
—¿Por qué se van?—pregunté mientras me acercaba y me sentaba al lado de Kaia.
Mila se levantó del sillón donde estaba sentada y comenzó a dar vueltas a la habitación.
—Tenían que irse a solucionar unos asuntos de Mayne—respondió mientras seguía dando vueltas.
Kaia había comenzado a mordisquearse una de sus uñas.