¿Una tarde larga?

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Cuando estábamos juntos en el club de básquet, apenas y me dirigía una mirada cuando me equivocaba en algo, incluso hablé más con el estúpido de Douglas porque era el capitán. Pero ahora, estaba esperando a Dylan Monroe en la entrada de la escuela, y no sé cómo había logrado que eso pasara.

Tenía una buena razón, saber a qué hora iba a ir a su casa, ya que sinceramente no quería encontrarme con su padre, o tener que sumergirme de nuevo en su bañera. Y cuando un grupo ruidoso de personas llamó mi atención por el rabillo del ojo, dirigí la mirada hacia ellos, percatándome de que eran los populares. Internamente viré los ojos.

Dylan es un ser realmente afortunado. Tiene dinero, amigos, es alto, popular, atractivo, atlético, sociable, y sus calificaciones son buenas. No suele juntarse con los que estén fuera de su grupo, pero a diferencia del idiota de Douglas, Dylan no trata a los demás como si fueran seres inferiores. Es como si no tuviera ninguna debilidad e imperfección. ¿Alguien como él realmente existe?

Desde que lo conocí no pude evitar sentir envidia, ya que tiene todo lo que yo no tengo. Empezando por el hecho de que, aunque mi padre casi nunca está en casa por "trabajo", no gana mucho dinero. No soy popular, mi único amigo siempre ha sido Blake, soy de baja estatura para ser hombre y jugar básquet (1.66 metros para ser exactos), tengo unas pecas en el rostro que no me gustan en lo absoluto, soy algo tímido, flojo, y mis calificaciones son regulares. No destaco en nada en particular.

En ese momento exacto me hice una pregunta que hasta el día de hoy no me había planteado. ¿Por qué Dylan aceptó mi ayuda para conquistar a mi hermana? Él tiene bastantes puntos a su favor, cualidades y personalidad con la que seguramente trae locas a las chicas. ¿Qué pasa por su cabeza?

Y mientras divagaba en mis pensamientos, nuestras miradas se cruzaron por accidente. Unos ojos miel sorprendidos se me quedaron viendo fijamente hasta que aparté la mirada, y como adivinando mi intención, se acercó a mí.

—¿Ahora me espías? —Sonrió burlón, dejándome algo perplejo. Con el Dylan Monroe de antes jamás tuve una conversación de este tipo, siempre eran comentarios sobre lo que hacía mal en un partido o críticas constructivas flojas. Jamás bromeó así conmigo, sólo se limitaba a tirarme miradas indiferentes de vez en cuando.

—¿Espiarte? —Resoplé—. ¡¿Quién va a querer hacer eso?!

—Seguro —Soltó una carcajada.

—¡No lo hacía!

—¿Si no me estabas espiando que hacías viéndome así? —preguntó ladeando la cabeza, dejando que unos mechones de cabello taparan su ojo derecho.

¿Eh? ¿Yo lo estaba mirando todo este rato?

—No, yo... Yo sólo quería decirte que... —Balbuceé. Dylan enarcó una ceja. ¡¿Qué mierda me pasa?!

—¿Estás bien? —Su tono de voz era una mezcla de falsa preocupación y burla.

Tomé un segundo para ordenar mis ideas y respirar apropiadamente. Sólo quería salir corriendo y llegar a casa, estar en la seguridad de mi habitación.

—¿Voy a tu casa hoy? —Pregunté finalmente.

—¿Mi casa? —Asentí—. No, hoy voy a la tuya.

—¿Eh? Nunca acordamos eso.

—Ya sé, pero recuerda que Donna estará ahí —Me guiñó el ojo.

—¿Eh?

—Dijiste que me ayudarías —Contestó serio.

Ah, ya recuerdo, estoy siendo cupido entre mi hermana y Monroe.

A MESS [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora