Está en casa...

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Dallas

Estábamos acostados en el suelo de la cancha, uno al lado del otro. Habíamos jugado sin parar una media hora, y ahora sólo se escuchaban nuestras respiraciones frenéticas. El sudor empapando nuestras ropas y cuerpo, pero no nos importaba. Al menos no en este momento.

Dylan es con mucha diferencia mejor que yo, él es de los mejores jugadores que tiene la escuela. Pero eso está de sobra, después de todo él es el capitán del equipo.

—Joder —me quejé mientras trataba de estabilizar mi respiración—. Estoy cansado.

—Ya veo por qué dejaste el equipo —bromeó el rubio, pero él también se encontraba jadeando.

—En realidad tuve varias razones para dejarlo —Observé la canasta con melancolía.

Dylan giró la cabeza en mi dirección.

—Dime que te llamaran bajito no es una de ellas.

—Voy a golpearte —amenacé, mostrándole mi puño.

—Soy serio, Dallas —dijo, pero pude ver su sonrisa burlona a través del rabillo del ojo.

—Siempre me he sentido un poco acomplejado pero no es como que me importa mucho. Sí, los idiotas del club son unos imbéciles pero... Mis calificaciones bajaron. —murmuré lo último.

—¿Es todo? Suena a una excusa.

Eché un vistazo a su cara y dirigí la mirada hacia el techo.

—Creo que sólo jugaba por mi padre. Pero ahora ya no quiero hacerlo más. Él es un idiota.

—Pues según lo que vi no lo detestas.

Negué con la cabeza.

—No lo hago.

Hubo silencio por unos minutos hasta que recordé lo que me había llamado la atención.

—Tal vez fue mi idea pero estabas siendo muy suave antes.

Recuerdo haberlo visto jugar con dificultad, como si su cuerpo no le dejara. Pero no quise decir nada.

—Es un juego amistoso, pecas —se encogió de hombros.

Abrí los ojos con sorpresa.

—¿Es mi nuevo apodo? —sonreí—. Me gusta.


*** 

—El cinturón —dijo.

—Tengo sueño —Recargué mi cabeza en la ventana. Minutos después, sentí su mano tirar de mi brazo, haciendo que me alejara de ésta. Jaló el cinturón de mi lado y lo abrochó.

—Loco del control —Me crucé de brazos.

—No quiero que mueras y me echen la culpa.

Bajé toda la ventana del auto y sentí la fría brisa cosquillear mi cara, era relajante. Después de un suspiro profundo me preparé mentalmente para lo que iba a decir.

—Pensé que a este punto ya serías novio de Donna —comenté mientras sentía una opresión en mi pecho.

—¿Quieres que salga con ella? —Se notaba la sorpresa en su tono.

—¿Por qué no querría?

Hubo silencio.

—He estado un poco ocupado últimamente.

—Pero ahora no lo estás, ¿no? —Lo observé pero no pude leer su expresión.

—¿Siempre eres así?

A MESS [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora