La tensión en la atmósfera era palpable, las caras sonrientes en los cuadros pegados a la pared parecían reírse de mí. Él nos miró por unos segundos que se sintieron décadas y luego comenzó a sollozar, pestañeé un par de veces con confusión y luego fruncí el entrecejo. ¿Qué ocurre?
—Se parecen tanto a su madre —dijo suave, secándose un par de lágrimas con el torso de su mano—. Ha pasado un tiempo desde que los he visto juntos como ahora.
Donna agarró mi mano como cada vez hace para hacerme saber que me apoya, pero me sentía cada vez más irritado, su mano no fue suficiente para calmarme en esta ocasión.
—Yo... Lo siento —Volvió a sollozar, sus lágrimas caían una y otra vez por su rostro—. De verdad lo siento.
—¿De qué hablas? —Alcancé a decir, sorprendiéndome a mí mismo. Mi respiración era demasiado irregular.
—Está bien, sólo explícanos —dijo Donna, tan suave que parecía que tenía miedo de que papá dejara de hablar y decidiera irse. Sin embargo, lo único que recibió a cambio fue silencio.
Solté su agarre y apreté ambas manos en forma de puño.
En este punto dudaba que dijera algo como "lo siento por haberlos ignorado estos nueve años como si fueran la peste". Su cara era como si... Nos miraba como si fuéramos la escena del crimen. El crimen que cometió.
Lo observé tragar saliva y abrir y cerrar la boca como si su voz simplemente hubiera decidido irse en ese momento. Aporreé mi puño contra la mesita de centro y los dos se sobresaltaron. Papá volvió a agachar la cabeza y al fin dijo: —Somos pobres.
Mi respiración se congeló y mis ojos se abrieron con sorpresa. Debes estar jodiendo...
—Nosotros... Nos mudamos mañana.
—¿Qué? —Donna y yo gritamos al unísono.
—Lo siento chicos per--
—¿Qué diablos te pasa? —pregunté desconcertado.
—Dallas...
—Si nos estamos mudando significa que... ¡Joder! ¿Qué diablos hiciste con el dinero? No entiendo —Sacudí mi cabello con frustración—. Con trabajo pisas ésta casa y ahora sales con que somos pobres. ¿A qué estás jugando?
—Dallas, tal vez él tiene una razón para esto —Trató de calmarme Donna.
—¡Mírame, maldita sea! —exigí—. Es lo mínimo qué puedes hacer después de todo lo que nos has hecho —escupí con rabia.
Sí, yo, Dallas Johnson estoy insultado a una de las tres personas que juré respetar y amar por el resto de mi vida. En mi defensa, el yo de hace nueve años no tenía idea de las cosas qué pasarían en el futuro.
—¿Qué hiciste con el dinero? Dime que no lo perdiste todo en un casino —pedí exasperado—. ¿Sabes? He estado recibiendo cartas anónimas por tres jodidos meses, y todas son sobre ti.
—¿Qué? ¿De qué hablas? —Donna me sujetó del hombro con fuerza—. ¿Por qué no me habías dicho?
Donna sonaba traicionada, sus ojos se clavaban en mí con recelo, pero la ignoré. Sentía que iba a explotar si no soltaba todo lo que había querido decir durante mucho tiempo.
—Quise creer que ésta persona, quien sea que fuera, estaba equivocada sobre ti. Puse mi confianza en ti y sólo me traicionaste —Hice una pausa para mirarlo con decepción—. Ahora no sólo creo que eres un mal padre, sino también un mal ser humano —Sequé las lágrimas que no sabía que estaban cayendo. Sentía mi cara arder, por lo que probablemente estuviera rojo de enojo.
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A MESS [EDITANDO]
Romance«Mi nombre es Dallas Johnson, tengo 17 años y de alguna forma me he enamorado de un compañero de clase y del club de baloncesto: Dylan Monroe. Las cosas no son muy fáciles por dos sencillas razones. La primera sería que somos hombres. Y la segunda e...