Mi dolor de cabeza...

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-¡David Ross!- Llamó mi atención el estúpido profesor de inglés.

¿Mi razón del aparente "odio" hacia él? Ni yo lo sé. Se podría decir que fue odio a primera vista.

-¿Si?- Pregunté mientras me incorporaba en mi asiento.

-¿Le parece aburrida mi clase?

-Un poco.- Admití somnoliento.

-Bien, entonces salga por favor.- Dijo serio. Tan serio que me llegó a asustar por un momento...

-¿Sólo por eso me va a sacar?

-¿Alguna objeción?

-No.

-Entonces salga.

Bostecé, me levanté de mi asiento y caminé en dirección a la puerta.

-Luego hablaremos.- Me susurró cuando pasaba por donde se encontraba él.

-Ni se moleste.- Dije seco y seguí mi camino.

Me acosté en una de las bancas del patio trasero y me quedé completamente dormido.

*

-David.- Dijo la voz que siempre escucho en sueños.

-Déjame dormir.- Musité con voz ronca y sin abrir los ojos.

-David, despierta.

Sentí un cálido contacto en mi mejilla. Suave...terso...

Abrí los ojos bruscamente.

-¿Qué...- Dejé las palabras al aire cuando me percaté quien era la persona que tocaba libremente mi mejilla.

-¿Recibiste mis saludos por parte de tu hermano?

Bufé.

-No sé de que hablas.- Mentí.

-Sé que sabes de que hablo.

-No voy a ir nunca al salón de psicología.- Espeté.

No necesito ir a sentarme y hablar con este sujeto, ya soy lo suficiente maduro para entender que debo subir mi promedio, además de que no es necesario contarle sobre mi vida personal.

¿Qué es lo que pretenden mis padres, el director, y el profesor?

-Debes hacerlo.- Dijo medio autoritario, medio aconsejando.

-Deja de tocar mi mejilla.- Le aparté la mano.

¿Por qué lo seguía haciendo?

-Que delicado.- Se burló.

Lo fulminé con la mirada.

-David, pienso que lo mejor sería que fueras.

-¿Por qué?- Arqueé una ceja.

-Para hablar... A veces es malo guardarse las cosas para uno mismo.

-¿Quién dijo que tengo problemas?

Lo sabía, esta charla es sobre mi actitud. Veo que esto no es sólo por mi promedio. No sé que cosas desagradables habrán dicho mis padres a la institución, pero realmente no me interesa.

-¿No los tienes?

-No.

Vale, soy un gran mentiroso. Pero, ¿qué puedo hacer? No me apetece contar sobre mis dichosos "problemas"... Hasta el día de hoy todo ha sido normal, no veo el por qué de hacer esto.

-Me estás mintiendo.

-¿Cómo lo sabes?

-Lo puedo ver en tus ojos.- Se me quedó mirando fijamente, sentía que sus ojos café penetraban mi alma y todo mi ser.

A MESS [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora