Amistad... Parte 1.

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El rubio rozó con su dedo índice el merengue del pastel y lo puso en mi nariz.

—Lo dulce queda contigo —comentó, después de haberme puesto un poco de merengue en la nariz.

Mi corazón se paralizó como por milésima vez en el día, lo que siempre pasa cuando estoy cerca de Dylan. Detesto sentirme tan vulnerable en su presencia, pero a la vez me pongo ansioso si no lo veo.

Tú... ¿Por qué eres así? Sólo haces las cosas más difíciles para mí.

—Tengo que acabarme esto para que nos vayamos. —Bajé la mirada y la posé en el pastel.

—Está bien, no te apures —Lamió el poco merengue que quedó en su dedo.

No contesté, estaba demasiado ocupado tratando con todas mis fuerzas de parecer lo más calmado posible.

Por más que lo piense, no hay forma de que este sentimiento tan violento sea amistad.

—Has estado algo distante —dije al fin, para romper el silencio.

—¿Me has extrañado? —sonrió.

Me atraganté con el pastel.

—¿Q-quién lo haría? —Se carcajeó.

—Ah, tenía tiempo que no te escuchaba tartamudear. —Apoyó su mejilla en su mano.— Antes lo hacías mucho.

Lo miré mal, lo que le causó risa.


—Pequeño Dallas, ¿comiste bien? —preguntó el rubio una vez subimos al auto.

Lo fulminé con la mirada, pero no me vio.

—¿Te comió la lengua el ratón? —volvió a hablar.

—No me digas así —Le di un golpe en el brazo.

¿Se está vengando porque lo llamo chico cliché?

—¿Ahora qué? —Echó un vistazo a mi cara.— ¿Debería fingir que me dolió? —se burló.

—¿Quieres que te pegue de verdad? —amenacé.

—Vale, vale. No peleas en el auto —sonrió por enésima vez en el día.

Pero nunca me sentiré ni un poco cansado de ver sus blancos dientes y sus labios... ¿Qué estoy pensando? Para el carro, Dallas.

Agité mi cabeza para ambos lados.

—Tú empezaste —repuse.

—Hoy tu actitud se me hace cómica —Frenó el auto para esperar que el semáforo se pusiera en verde.

—¿Ahora soy el payaso Dallas? —dije serio, pero no pude evitar sonreír.

—Parece que sí me habías extrañado —Pellizcó mi mejilla.

¡Agh! ¿Por qué sigues haciendo esto, idiota? Te crees mucho.

—No hagas ideas tontas en tu cabeza —murmuré.

Dylan no respondió, probablemente no me haya escuchado.

De repente empecé a sentir los párpados pesados, y los edificios y autos cambiaban cada vez más rápido con cada pestañeo que daba.


—Dallas —Escuché una voz cerca de mi oído.

Joder —me quejé mientras abría los ojos.— ¿P-por qué rayos está tu cara tan cerca? —pregunté confundido mientras tapaba su cara con mi mano.

A MESS [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora