Oferta...

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*David*

Edson sigue tartamudeando y balbuceando cada vez que le hablo, y en ocasiones se comporta como si estuviera enojado conmigo.

Realmente no sé qué le pasa...

Siento que Scott me está ocultando algo importante desde hace tiempo, pero aún no sé qué es.

Carrie ha estado algo distante desde que se junta con las amigas de Donna, casi ya no me cuenta nada. Es raro, antes encontraba fastidioso que mi prima me contara cosas de su vida, pero ahora lo echo de menos.

Al parecer, todos tienen cosas que desean guardar para sí mismos. Y yo no soy la excepción.

Iba caminando por los salones, todos ya habían salido al receso mientras yo apenas me había levantado. Sí, de nuevo me había quedado dormido en clases, pero hoy nadie me había despertado.

Lo siento, no puedo evitarlo...

Mientras caminaba todo adormilado pude reconocer la voz que tanto me desespera, en un buen sentido, claro. Al principio pensé que estaba alucinando, pero no, realmente era la voz de mi profesor de inglés.

-Vanessa, ya te dije con anterioridad que esto no es correcto ni propio de una joven estudiante -Dijo firme, pero con un tono de voz apagado-. Yo soy tu docente, y sobre todo, lo que me estás ofreciendo es completamente incorrecto.

-¡Joder! -se quejó Vanessa, con obvio fastidio.

-No puedo hacer nada por ti, así que desaparece de mi vista –enjaretó.

Yo conozco a Vanessa, no es considerada bonita, ni guapa y mucho menos inteligente. Más bien, es "sexy" por así decirlo. Y fácil...

Estaba imaginándome lo peor de lo peor. Sabía de qué trataba esto. Me sentía impaciente, ridículamente desesperado y tenía el corazón agitado. Sin embargo, me forcé a seguir escuchando.

-¡Por favor, se lo suplico! -escuché un golpe- Si no apruebo me van a castigar el resto de mi vida.

Probablemente la chica había aporreado la mesa con la palma de su mano.

Extrañamente a Vanessa siempre le han importado sus calificaciones, y ahora me doy cuenta que es capaz de hacer cualquier cosa. Literalmente.

-Señorita, no es mi culpa, la calificación que le puse es justo la que se merece –Maro parecía sosegarse.

-¿Es que no le parezco lo suficiente para pasar una noche? ¿No soy su tipo? –preguntó exasperada la pelirroja.

-¡Es suficiente! -alzó la voz el estúpido profesor-. Si no se va voy a tener que reportarla.

Y así, la chica había logado sacarlo de sus casillas.

-¡Ash! –Gruñó- ¡Le prometo que se va a arrepentir de esto!-espetó furiosa y salió apresurada del salón. Por suerte, no se percató de mi presencia.

Entré al salón y lo vi, tenía las manos cubriendo su cara en signo de frustración. Estaba tan contento de que rechazara una oferta tan tentadora de sexo fácil. Pero después la duda me envolvió, opacando mi felicidad.

-¿Te arrepientes? -Me atreví a preguntar.

El profesor dio un saltito y su cara reflejaba confusión y sorpresa.

-Tú -musitó.

-Sí –me coloqué en frente de él.

-David... –Me miró como aquella vez después del beso. Entre culpable y arrepentido.

-No diré nada, no tienes de qué preocuparte -dije tratando de tranquilizarlo-. Pero debes contestarme.

-¿Qué cosa?

-¿Te arrepientes? –pregunté nuevamente, con desasosiego.

-Es extraño que me trates de tú y no de usted –apoyó su codo en el escritorio y su mejilla en la palma de su mano.

-No me cambies el tema.

-¿Para qué quieres saberlo?

-Sigues cambiando el tema –me crucé de brazos.

-No –contestó al fin.

-¿No qué?

-No me arrepiento.

-¿Sabías que la mayoría de la escuela dice que es buena en la cama? –Analizaba cada una de sus reacciones.

-No.

-Pues, eso dicen... ¿Sigues sin arrepentirte? –No despegaba mi vista de él. Estaba en modo escéptico activado.

-Sí.

-¿Es porque eres su profesor y temes que te descubran?

Esta vez tardó más tiempo en contestar. Tiempo que se me hizo eterno.

-No –sonaba sincero.

Tragué saliva.

-¿Me vas a decir tu motivo? –inquirí.

-No, ¿por qué tendría? –vaciló.

Chasqueé la lengua. Realmente quería saber.

Mientras estaba inmerso en mis pensamientos escuché que se reía. Lo miré perplejo.

-Eres muy lindo –esbozó una de sus estúpidas sonrisas.

"Eres muy lindo" resonó en mi cabeza mínimo unas cuarenta veces. Probablemente mis ojos se abrieron más de lo normal, el corazón estaba que se salía de mi pecho y mi estómago se revolvía.

No podía emitir palabra alguna. Olvidé cómo respirar.

Maro se burló aún más de mi reacción. Se levantó de su asiento y besó rápidamente mi mejilla.

-Lo siento -Me sonrió.

No podía hacer contacto visual, nunca me había pasado cosa tan extraña. Pero, al parecer Maro no dejaba de mirarme. ¿Cómo lo supuse? Bueno, pasa que su mirada era muy penetrante.

-Yo... tengo que irme –titubeé.

No escuché respuesta por su parte, así que salí del aula de la misma forma que Vanessa. Apresurado.

Cualquiera que nos viera pensaría que somos muy cercanos. Yo usando lenguaje informal y él haciendo ese tipo de cosas. Pero, ojalá y sí lo fuéramos.

A MESS [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora