Segunda mañana a tu lado...

6.1K 490 325
                                    


Abrí la puerta de mi habitación una vez más y me dirigí al baño a peinar mi rebelde cabello castaño. Regresé la vista hacia mi cama, el rubio se veía tan plácido durmiendo en ésta que sentí la tentación de acostarme a su lado.

¿Dónde más podría dormir? Cuarto de papá: Descartado. Cuarto de Donna: Descartado. Siempre le pone llave cuando no está en la casa.

Prendí el aire acondicionado y me acomodé silenciosamente en el espacio que quedaba en la cama, que era entre la pared y la espalda del rubio.

Me duele un poco tener que ocultarle la verdad a Donna pero es por su bien. La conozco y sé que es muy sensible, más que yo. Ella siempre aparenta ser alguien confiada de sí misma, pero en realidad sólo trata de parecer alguien fuerte. Donna es buena ocultando sus inseguridades y emociones, pero cuando está conmigo es como si fuera una niña pequeña. 

Llegó un punto en el que decidí protegerme a mí mismo, tratando de no oler el alcohol, e ignorando la ropa desarreglada y los círculos obscuros debajo de los ojos de mi padre. 

Algo en el fondo me dice que todo es mi culpa, como hombre debí haber puesto un alto a todo antes de que las cosas empeoraran. Debí haber hablado con alguien, debí haber pedido ayuda.  Pero nunca quise cuestionar el por qué poco a poco lo veíamos con menos frecuencia.

Las cartas anónimas, los billetes en la mesa, y las notas en el refrigerador. Todo esto tiene que parar.    

—¿Estás llorando? —preguntó una voz. Sin darme cuenta había estado sollozando mientras divagaba en mis recuerdos de la niñez. Un recuerdo en específico.

Mamá me alentaba a ser un jugador de baloncesto profesional, pero le hubiera gustado también que fuera un doctor, como ella. Mi madre amaba su trabajo y era la persona más amable, siempre atendía a sus pacientes con una sonrisa de oreja a oreja. "Si puedes hacer algo para ayudar a los demás, házlo", era su frase favorita. Papá sonreía orgulloso y la abrazaba.

—Dallas...

—Si quieres irte puedes hacerlo, yo... Pude haber dormido en otro lado pero mi padre está ahí. En el sofá.

—Dallas.

—Yo... tengo sueño —Me tapé con la sábana hasta el cuello y abracé una almohada.

Una mano comenzó a acariciar mi cabello con delicadeza. Aunque me puso nervioso al principio, el simple contacto hizo que mis párpados comenzaran a pesar.

Mi habitación estaba fría pero sentía calidez, me sentía seguro. Como si nada estuviera mal en el mundo, como si las cosas fueran a mejorar a la mañana siguiente.


Las cosas eran difíciles, sí, pero el brazo que rodeaba mi cintura era la única cosa en la que quería pensar.


***


Desperté con el cosquilleo en mi mejilla y la luz que entraba por la ventana de mi silencioso cuarto. Me froté los ojos mientras poco a poco los acontecimientos del día anterior regresaban a mi cabeza. Mi corazón amenazó con salirse de mi pecho cuando noté que la deliciosa calidez que sentía era debido al cuerpo de otra persona. Mis ojos veían alarmados la figura de Dylan. 

En alguna parte de la noche abandoné la almohada y la remplacé por el rubio, pues ahora lo abrazaba como si mi vida dependiera de ello. Segundos después descubrí que su flequillo despeinado era el causante de las cosquillas en mi mejilla.

A MESS [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora