CHO NO HANE

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Desperté en el hospital general, un fuerte dolor de cabeza y hombros me arrojó a la agonía apenas pude abrir los ojos. El sonido de la maquina conectada a mi corazón expresó lo que mi boca no pudo pues estaba muy seca.

El médico llegó a pasar visita y me explicó cual fue el problema, yo esperaba que me arrojara un diagnóstico fulminante pues solo estaba ahí parado mientras me miraba tras sus lentillas y sus residentes esperaban detrás de el cómo aves carroñeras

—Mikasa. Me temo que tienes un problema, tu tensión arterial esta por los cielos, tu corazón corre desbocado y esos episodios de mareos, vomito y dolor de cabeza son focos migrañosos.

—¿Ah, sí?—Pregunte incorporándome torpemente. No tenía la menor idea de lo que significaba eso.

—Quiero que mañana vayas al hospital de la Universidad de Kioto, debes atenderte lo más pronto posible, tu salud no es buena, me temo que si sigues con este ritmo podría ser mortal.

Mientras el médico hacia alarde de todo lo mal que trate a mi cuerpo por años, los episodios de excesos venían a mi mente,prácticamente no tuve un momento libre durante mis años de maiko, trabajé todos los días de la semana los trescientos sesenta y cinco del año. Nunca me tomaba una jornada de descanso, era la única persona de Hanamachi, y quizá también de Gion Kobu, que no tenía días libres.

—¡No! me encuentro bien. Sólo estoy cansada, porque últimamente he trabajado mucho, ya sabe la mejor de Gion y todo eso—balbuceaba haciendo ademanes muy raros—Ahora volveré al ozashiki, es mi Erikae ¿Quiere acompañarme?

Apenas solté esas palabras un recuerdo pesado tomo la luz en mi mente:

Yo pensaba mejor de Mika-Chan, por como se comporta juraría que no aceptaría un hombre casado, ¡Aunque se tratara de uno tan guapo como el señor Ackerman!

—El señor Ackerman... esa rata asquerosa— Dije en voz alta haciendo que Hange a lado mio volteara de repente lo cual me silenció.

Accedí al tratamiento para el agotamiento y la migraña, ¿Quien diría que la mejor medicina es el descanso y el sueño?. Apenas llegue a la Okiya me tope con una flora azul y morada, cientos de ellas, esos olores tan conocidas que cosquilleaban mi corazón decoraban la estancia, ramos colgantes pendían de la escalera. incluso su olor dulzón estaba presente en enormes jarrones en mi habitación.

—No puedo con esto— fue mi primer pensamiento así que le solicite a Madre unos días libres de trabajo.

—Por supuesto, Musume. No te preocupes por el trabajo. No hay nada más importante que tu salud.

Subí a mi alcoba y me deje llenar de mimos y atenciones por parte de Sasha y Pieck que estuvieron muy preocupadas por mi bienestar, me cambiaron la ropa, me peinaron, me dieron de comer en la boca como una niña pequeña, incluso obtuve el permiso para lavarme el cabello y dejarlo suelto para usar una almohada normal. Cuando las luces de la Okiya se apagaron por fin, tuve el momento que tanto había esperado, rememore cada suceso del día, el solemne cambio de cuello, la emoción que sentí al ver mi cara sin maquillaje, podía aun sentir la suave y costosa tela de mi primer kimono de geisha, el cariño que la gente me demostró. Ahora soy una hermana mayor, una Onee-san; También recordé ese dardo encendido que tenia a mi corazón en brasas.

—Es casado— sin más me entregue a la tristeza y al llanto hasta que el sueño me llevo lejos de la costa de mi dolor.

Un traqueteo en la casa me despertó, pisadas apresuradas se escuchaban por todos lados, me incorpore aun mareada por el sueño y mi triste estado físico, me coloque la bata encima de mi yukata y baje lentamente la escalera, ahi estaba ese hombre junto con un muchacho de ojos verdes.

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