SHIN SEIKATSU

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Lo que para algunos son simplezas de la vida, para otros podrían significar un tesoro, las caras largas de los trabajadores saliendo de sus hogares al despuntar el día contrastaban con la sonrisa congelada en mi cara al despedir a Levi con un sonoro beso en el umbral de nuestro jardín, en treinta segundos se encontraría con Moira llegando a casa, mi nueva ama de llaves y brazo derecho al criar a Kazumi.

Mi rutina era simple pero no por eso menos especial, despertarme y retorcerme perezosamente entre las blancas sabanas de seda mientras mi hermoso esposo tomaba su estricta ducha matinal, después comérmelo con los ojos mientras se enfunda en sus tradicionales y monocromáticos trajes a medida, compartir con el la taza de té hecha por mi y solo para el, en ocasiones Kazumi despertaba con hambre y la alimentaba directamente de mi pecho, en ese simple hogar para tres, ahí juntos en la barra de la cocina nos convertimos en familia. Levi aprendió a sembrar paciencia cuando los dientes de su hija la volvieron un demonio de gritos y saliva, y tomé nota de su resilencia al avanzar en los hitos motores correspondientes, ambos lloramos a mares cuando con cuatro meses cumplidos la depositamos en la amplia cama después de su baño de la tarde y ella sin conocer el peligro hizo gala de sus rodamientos hasta el peligroso borde, yo solo pude quedarme muerta de miedo y estática ante el terrible destino de mi hija, afortunadamente existe el padre, que no se como llegó justo a tiempo para tomar su pie evitando su caída.

–Ya amor, ya paso, la bebe esta bien– Levi frotaba mi espalda consolándome mientras las dos mujeres de su vida llorábamos en sus brazos.

Ubbe solo es casi tres meses mas grande que mi niña, pero la amó desde que esos impresionantes ojos azules la vieron, el instinto protector de Erwin es muy fuerte, lo paso a su legado, ese chiquillo rubio ha sido el gran protector de nuestra niña, en mas de un sentido, pero esas son memorias muy adelantadas aún. Por las tardes Hange y yo salíamos a pasear con nuestras enormes carriolas al parque cerca de nuestras casas, ella con su actitud vivaracha tenia muchas amistades que tuvo a bien presentarme, una hermosa amistad entre esas singulares mujeres y yo fue de lo mas hermoso, ellas no hablaban de abanicos ni de seda, no se presentaban en mitad de la tarde a maquillar sus rostros ni arrastraban instrumentos con ellas, todas eran menores de veinticinco años, con ellas logré vivir experiencias propias de juventud, regresaba a casa glaseada de harina en la cara y el cabello por haber horneado galletas con mermelada en casa de Rico Brenzka, postre que convidaba con mi amor al caer la noche.

Kazumi seguía creciendo a pasos agigantados, con tan solo diez meses un buen día se planto en los barrotes de a escalera a esperar a su padre, solo para mostrarle la enorme hazaña que era para ella sostenerse sobre sus dos pies, Levi celebro ese acto como si hubiera ganado una medalla, llamó enseguida a nuestros entrañables Smith que solo se movieron tres casas lejos de la suya para venir a nuestro hogar a comer un pastel improvisado y bocadillos que Moira preparo con gran maestría. Solo bastaba con ver los azules orbes de ese orgulloso padre para que el pecho se hinchara y naciera una calidez sin igual. Entre nosotros las cosas también volvieron poco a poco a la normalidad, mi cuerpo valiente parió su cachorra y despertó una parte de mi que ni siquiera conocía, mas sensitiva, mas sensual, mucho mas animal, no recuerdo el momento en que las finas y diminutas piezas de lencería que Levi traía consigo como picaros regalos mensuales dejaron de colorear mis mejillas y oídos.

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