KETTEI

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Levi sintió que su corazón se detuvo ante la noticia, incluso dejo caer el teléfono y no espero a responder a Kiyomi, salió disparado de su oficina rumbo a aeropuerto, llegando ahí se entero que no había vuelos disponibles hasta la tarde del día siguiente. La sangre golpeaba violenta y caliente sus arterias, el miedo se concentraba en su tórax haciendo imposible su respiración regular, las manos le temblaban sin darse cuenta, ese era el único indicador de su miedo latente.

-Dot, necesito tu avioneta, por favor, es Mikasa, ella...

Se escucharon ordenes gritadas a través del parlante, el bullicio se detuvo y pudo escuchar como su amigo daba indicaciones al bullicio invisible para el..

-si, ya estoy aquí, gracias.

El odiaba pedir favores, detestaba ese código no escrito sobre deber atenciones por generosidades fingidas, pero nada importaba cuando se trataba de ella, intento comunicarse con Aiko, pero sus domesticas le indicaron que no se había movido del hospital así que eso por lo menos le brindaba un vago consuelo, tener a su hermana cerca de su mujer para apoyarla en lo que necesitara una vez que despertara, porque ¿si despertara verdad?. El miedo nuevamente remeció sus viseras con autoridad, cerraba los ojos ante la turbulencia aérea y podía ver a su padre en su ultimo lecho, cansado, con ojeras y lánguido, no podía permitirse a Mikasa llegar a eso ¿es que el destino es caprichoso? Lo llevo a atravesar todo el mundo para encontrar aquello que precisamente no buscaba, pero se volvió esencial. Esa preciosa e inteligente mujer que escondía los secretos mejor guardados detrás de ese par de lunas de plata, la que es capaz de poner en vergüenza el sonido de los carrillos de viento con su sonrisa, no podía perderla, llegaría hasta ella y la obligaría a despertar, con su presencia, con su amor.

Horas más tarde atravesó el hospital de Kioto como alma en pena estrellándose en los pasillos y pidiendo indicaciones cada vez más atropelladas hasta que vio salir a Reiko de una habitación.

- ¡Levi sama! - grito ella justo antes que él pudiera llamarle. Levi se apresuro a entrar a la amplia e iluminada habitación para dejarse caer en el marco de la puerta ante la escena, ahí estaba Mikasa, con enorme vendaje en la cabeza y su actitud altanera negándose a probar cualquier cosa que sea lo que Sasha le estaba ofreciendo con una cuchara, se veía integra y consciente y con el mismo carácter quisquilloso de siempre.

-Levi Danna, gracias a los cielos llego, ¡dígale que tiene que comer! - la castaña la amenazo abiertamente blandiendo la cuchara de madera ante la enferma que ahora tenia un tono rojizo en las mejillas y los ojos surcados de lágrimas.

- ¡Levi! Viniste... yo... yo- nunca supo que quería pues rompió las presas del llanto y se llevo las manos a la cara para que no la viera.

-El doctor Jaeger dice que no puede llorar, ya sabe, su cerebro se inflama- Reiko le señalo al hombre desde su espalda. El ojiazul se movió hasta la cama de su mujer y la atrapo entre sus brazos mientras trataba de acariciar sus manos y la arrullaba para que dejara de sollozar, primeramente, porque le partía el alma verla indefensa y segundo y mas importante eran las razones medicas para contener el dique de las emociones.

-Bueno, esto es hermoso, pero tengo que revisar a la paciente- Eren entro al cuarto, sus ojos verdes brillando curiosos.

-Jaeger, dime, que tiene Mikasa.

El doctor la miro directamente antes de responder, pero desvió su mirada a su amigo. -la paciente Mikasa se ha portado mal, no ha seguido el reposo ni la dieta que le enviamos, además- se giró a ver a la chica que tenia lo ojos abiertos de par en par- tus niveles de hierro están bajos, y tu corazón sigue trabajando de más, tu presión sigue muy elevada.

MAIKODonde viven las historias. Descúbrelo ahora