ATOTORI NO UNMEI

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Busqué un armario nuevamente, un armario suficientemente grande para entrar con todo y mi dolor, Kioto fue el único lugar donde podía desaparecer y rumiar mi tristeza.

Llegué donde estaba lo que conocía, al lugar donde jamas creí vivir de nuevo, nadie me hizo preguntas, pero se notaba en los rostros de las mujeres que me han acompañado durante toda mi vida la incertidumbre y el pesar. Con mi corazón roto olvide darle la noticia a Aiko, fue un calvario nuevamente verla pasar por aquello que aún laceraba mi alma, los grito desgarradores y esos ojos que me pedían un consuelo que no estaba en mi ser otorgar, increíblemente, apenas la pude sostenerla en mi fragilidad.

No fueron mis días mas racionales, y siempre estaré agradecida con Sasha y Pieck por cuidar de mi niña, apenas llegué me despoje de todo, incluso de mi hija, sentía el peso del mundo sobre mi cuerpo y por el correr de los días solo hacia por dormir, ni comer, ni vestirme ni respirar, solo dormir para soñar con el momento en que nuevamente Levi me sujetara entre sus brazos. Mi hija la paso mal, para ella fue un shock cultural tremendo, pasó de escuchar vagas palabras de un idioma desconocido a percibir que era su nueva manera de comunicarse, lloraba afuera de las habitaciones rogando que la madre ausente la arrullara, pero ni sus demandas ni su tristeza pudieron moverme de mi estado.

–¿Hoy tampoco comió nada?– Preguntaba madre a Pieck, que negaba cabizbaja.

El doctor Jaeger vino a verme, a parte de comprobar mi salud también acudió a darme sus condolencias por no haber estado para despedir a su amigo.

–Mika-chan, debes comer, asegurarte de descansar, tu hija te necesita.

–Me duele aquí doctor– señale con mi indice el sitio donde debería estar mi corazón.

–¿los espasmos regresaron? ¿vomito? ¿mareos?

Negué con mi cabeza –no es ese dolor, todos los días abro mis ojos y todo es blanco y negro, la comida no tiene sabor, mi cuerpo me duele y me pesa, no lo tolero más.

Me miró como seguramente observa a los desahuciados, a aquellos que lentamente y sin retorno se acercan al final, se sentó a mi lado y me abrazo, fue mas un apretón, los fuertes brazos se dedicaron a hacer presión sobre los míos –Vive, por el, por tu hija, nadie realmente muere mientras se pueda recordar.

Erwin se comunicó con madre para hacerme saber que me comprendía, aunque les dolió que los halla dejado sin más, sabían que en este momento algo más grande pasaba en mi interior, dejo claro que el se haría cargo de todo, que mantendría la casa equipada y limpia para mi regreso, yo ni siquiera pensaba en retornar.

–¿ya despertó? ¿Dónde se encuentra?– era la voz de Sasha cada tarde que llegaba a vestir a Reiko, buscándome por todos los rincones sabiendo exactamente que detrás de los kimonos invernales, en el tercer almacén, me encontraría acurrucada, llorando con una camisa blanca en mis brazos, y lo que lo único que diría es que ya no huele a el, para continuar con una ronda de asfixia por ansiedad. La ultima opción que se presento para hacerme entrar en razón vino directamente del nuevo mundo, envuelta en un traje sastre de lino color crema, sus gruesas gafas de montura dorada brillaban con el sol de la tarde.

–estas demasiado delgada nuevamente, una ráfaga ligera es capaz de llevarte volando– se quejo abiertamente.

Sentadas en la fuente del jardín, con los pies dentro de la pileta no me atrevía a mirarla
–siempre es bueno verte Onee-san.

–Pensé que habías salido del armario Mikasa, pensé que tenias valor...Pero sigues siendo la temerosa Yuki, que se oculta del dolor dentro de una caja.

Cuando era adolescente, justo antes de mi periodo, siempre experimentaba que me brotara un grano, un pequeño punto de acné en la barbilla, lo detestaba y casi me mantenía pendiente de sus primeras señales tanto para prepararme para el sangrado como para exprimirlo y liberarme de su presencia, Hange me representaba, y estaba intentando extirpar mi dolor por los poros de mi piel.

MAIKODonde viven las historias. Descúbrelo ahora