MIBOJIN

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Hay días en particular de la crianza de Kazumi que recuerdo tan vívidamente como si estuvieran procesados en un bucle, tenia ocho años y lloraba desconsoladamente porque no le había permitido tener un cisne de mascota, después de explicarle racionalmente las cosas, justo como Levi lo hacia y no ver resultados me vi forzada a recurrir a la imaginación.

–¿sabes que es el efecto mariposa?– le pregunte con mis manos en puños sobre mis caderas en actitud desafiante. –Quiere decir que las cosas que hacemos pueden afectar a otros lados de maneras catastróficas, ¡como tu llanto! Podrías estar inundando una región del Africa.– Me quede de piedra cuando ella con esa mirada de frío acero idéntica a la de su padre comenzó a pestañear rápidamente.

–¿Qué se supone que haces?– esos eran sus momentos desconcertantes.

–¡Espero llamar un tornado!

La discusión termino con ambas llorando en nuestras habitaciones para hacer las pases con galletas de chocolate y te a la hora de la merienda. Posteriormente me entere que no es tan sencillo, este precepto obedece la denominada "teoría del caos" pero tiene ciertas condiciones a cumplirse, en fin, lo deje pasar, no eran cosas que en ese momento me importaran, pero todo lo importante se impregna en el inconsciente.

Norman Rowell era un hombre adentrado en sus cincuenta, viene de un largo linaje de hombres trabajadores y hogareños, por sus facciones se podría decir que en su plena juventud debió ser muy atractivo pero a el no le importaba mas que su esposa, tenía un negocio de carpintería que quebró en la gran depresión, donde ,muchos optaban por ponerle fin a su vida acorralados el siempre optimista Norman encontraba oportunidad, el espíritu voluntarioso de sus antepasados lo hizo encarar con optimismo el reto monetario que estaba cobrando la vida de grandes empresarios caídos en la miseria. Ken Ackerman lo contrato como chofer después de que en un ajetreado día el joven Norman le ofreció ride sin segundas intenciones a su trabajo, Ken llego justo a tiempo para su junta y Norman al día siguiente ya estaba en la nomina, al faltar el padre siguió apoyando al hijo. Gran parte de la mudanza de la casa de Manhattan la hizo el, con sus propios esfuerzos, siempre llevaba pequeños presentes a Kazumi y ella le regalaba flores y hojas secas, todos lo apreciábamos mucho y confiábamos en el ciegamente, pues rara vez te puedes rodear de personas tan útiles y amables en este mundo.

Lo que quiero decir con esto es que nadie nunca sabe si esta dentro de los márgenes de la teoría del caos, no se es posible aun hoy en día estipular las variables para determinar si se esta por experimentar alguna parte del efecto mariposa, algunos le llaman destino, otros casualidad, es esa parte de estar en el lugar y en el momento correcto, ya sea para bien o para mal. En Kioto no hay rascacielos, no se necesita subir de un establecimiento mas de un piso para admirar el lugar, el medio de transporte mas concurrido son los propios pies, uno puede llegar donde sea caminando, después de eso el Rickshaw tiene lugar, esa tradicional carroza manipulada por un ser humano, puedes llegar mas rápido a costa del sudor del corredor, los autos no están muy de moda, las calles de Hanamachi no tienen la infraestructura necesaria para la buena circulación, así que es un lugar tranquilo y sin accidentes. El evento mas aparatoso del que alguna vez escuche fue de una joven geisha, Kuniko era su nombre, tuvo un accidente en un rickshaw, me parece la chica salió de casa con una lluvia moderada, alguno decían que le había pedido al conductor que se apresurara pues estaba tarde a un compromiso, pero no contaba con las calles resbaladizas lo que termino en un aparatoso y ridículo accidente con un saldo de una uña del pie arrancada de raíz, pero nada mas, ningún hueso roto de ninguno de los involucrados, yo estaba acostumbrada a esa cotidianeidad, ese lugar donde nada pasaba y veíamos a todos condersarse sobre su propia mortaja ancestral, ese fue mi primer choque cultural en serio, aunque las personas aca tambien acostumbraban a caminar una tenia que habituarse al ruido, los claxon siempre apresurados, la cantidad de autos me parecía excesiva y el riesgo que conllevaban también. Tuve varios sustos aprendiendo a cruzar las aceras, creo que incluso hoy en día es parte de la falta de cultura y contemplación al prójimo, esta ciudad se rige por quien será el primero en llegar, quien cruzara antes que los demás el semáforo apenas cambien las luces viales y ante todo percance vial es mejor hacer que la culpa siempre la tenga el peatón.

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