SOZOKUJIN

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El estómago se me revolvió en un nudo de emociones, no es como si no la quisiera ahí, pero todas asumíamos que después de su boda y todas las cartas sin respuesta que le enviamos jamás volveríamos a verla, en ese momento me dedique a observarla con atención, lápiz labial corrido, un peinado aceitado a sobremanera y sobre todo eso resaltaba el kimono, la tela se veía de baja calidad y el obi indecentemente hecho en un lazo apresurado en el frente. Madre fue la primera en atravesar el umbral y preguntar con una mirada seca y sombría el inesperado motivo de su retorno al que alguna vez fue su hogar.

-El general Watanabe esta muerto- dijo sin más, como si eso fuera lo que necesitábamos para obviar la situación.

- ¿Van a negarme la entrada sin escucharme? - miro directamente a mí, quizá no a mi persona, pero si a los costosos adornos de mi cabello, al kimono carmesí de la seda mas exclusiva, se entretuvo un momento en los brillantes anillos que vestían mis finos dedos y no pudo evitar hacer una mueca de desprecio.  Fue una noche muy agitada, comenzando porque como lo sospechamos desde que le vimos Nanatsuki era ahora una oiran del distrito rojo, fue su único método de supervivencia tras la muerte de su nada aristocrático marido quien solo se aprovecho de ella y sus contactos para endeudarse hasta niveles indecentes dejando una viuda con cargas insostenibles. Su única salida fue venderse, así que ahora que ya no le quedaba dinero ni vivienda venia a pedir asilo ala okiya, solo se le olvidaba un insignificante detalle, una oiran jamás podría mezclarse con geishas de alto nivel, es por esto que una vez que sacio su hambre Kiyomi le pidió que se retirara, Nanatsuki lloro casi una hora completa y a todas no dio un terrible dolor de cabeza por lo que accedieron a dejarle dormir en el pórtico en un futón.

La inteligencia llego con el amanecer, al comenzar a vestirnos y ver que una cantidad considerable de kimonos y joyas hacía falta en el tesoro familiar, obviamente nuestra flamante invitada no se vislumbraba por ningún lado, en el lugar donde descanso solo había una rápida nota con la horrible caligrafía que jamás corrigió, dos palabras para cubrir la amabilidad que le profesamos "lo siento".

Yo tenia tantas ganas de llorar, una opresión en el pecho me persiguió durante semanas, Levi no estaba en Kioto, debía dividirse entre su trabajo y visitarme y yo era la más feliz cuando aparecía cargado de regalos y amor para mí. Dos meses después de incidente me encontraba con Reiko en el kaburenjo, ella ensayaba su baile con total dedicación y aunque perder el foco era fácil ella lo intentaba con todas sus fuerzas, yo veía con emoción y travesura a los músicos y personal masculino que caían de rodillas ante el batir de sus pestañas, ella era realmente hermosa y dulce, su risa contagiaba y transmitía sinceridad, ensimismada en mis pensamientos estaba cuando mi Iemoto se acercó a mí, mi preciosa maestra de baile me saludaba efusivamente.

-Maestra- le dije mientras le ofrecía las reverencias adecuadas.

-ha pasado tiempo Mika-chan ¿cómo has estado? - de pronto ella se corrigió a sí misma- discúlpame es la costumbre, pero entiendo ahora eres Sozokujin.

-Siempre seré Mika-chan para usted, gran maestra.

Lo cierto es que me sonroje ante mi nuevo honorifico, era real, ahora yo era la heredera de Azumbamito, nadie tenia que saber que era solo un puesto temporal, ese pensamiento revoloteaba mi estomago y me hacia sentir nerviosa, hablamos de todo y nada, de mi viaje al nuevo mundo y de mi hermana mayor, de la música y los nuevos pasos de baile que dominaba, por ultimo me ofreció interpretar nuevamente "cabello azabache" a dueto con mi hermana menor a lo que acepte encantada pues en esas fechas Levi estaría de regreso y me hacía ilusión verle para decirle que siempre ese baile seria para él.

-Entonces ¿me dirás cuál es el regalo? - Levi preguntaba mientras me daba bocados de fresas y esparcía el sabor de su cálida lengua por mi cuello, estábamos descansando de nuestras tórridas sesiones de amor que no cambiaba por nada, teníamos tres días encerrados en el departamento, no me importaba lo que Hanamachi pensara, para mi el era mi esposo protocolariamente.

MAIKODonde viven las historias. Descúbrelo ahora