"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"Retomé una de mis viejas ocupaciones, una para la que no requería un título en particular o un nombramiento, con Aiko me dedique a orar, a nadie en especifico, solo iba a su okiya, y nos sentábamos a encender inciensos y meditar en nuestro interior, se que ella si pedia por el alma de su hermano, a veces escuchaba bajito los sollozos que intentaba contener, Levi también fue importante para ella, un emisario que llegó un buen día a anunciarle que no estaba sola en el mundo y que su padre a pesar de todo pensó en ella en su lecho de muerte.
–Entonces ¿no seria mas fácil comprar una urna nueva?– me pregunto mientras observaba los pedazos recolectados del objeto de mi catarsis.
–Debe ser esta, es muy especial para madre, y yo fui a desquitarme con el.
–Bueno, te llevare con Mamoru, es el mejor ceramista, pero te advierto –levanto la espesa ceja negra -si el dice que no se puede, no hay mas que hacer.
Caminamos cuesta abajo por la calle principal, pasamos por las orillas del Sunagawa, el tiempo ya estaba cambiando, el aroma del cálido verano comenzaba a quedar atrás y se levantaba el hálito tostado del pan y las semillas, pronto el vino especiado y el sake caliente serian la orden del día en los negocios, al igual que los confites y los dátiles en salmuera, pudimos abrirnos paso elegantemente por el callejón obrero hasta una pulcra tienda, sin puerta ni ventanas, una simple galera en tonos crema se presento ante nosotras, en dos largas mesas de madera rústica se observaban hermosas piezas, algunas decorativas en forma de geishas danzando con kimonos que parecían tener vida, algunos jarrones para admirar flores, incluso tazas de te decoradas de la mas exquisita manera.
–Aiko-san– un hombre en sus cincuentas, con la cara seria y los ojos amables la saludo, al poco tiempo en artista me pidió sacar los fragmentos que había traído conmigo.
–¿son muy valiosos?– fue su única pregunta
–Lo son para alguien que quiero, por favor, ¿puede arreglarlo?
–Yo no puedo– me respondió sin quitarme la mirada, comencé a sentir como otra vez todo se hundía –tu eres la única que puede hacerlo.
–¿Yo? ¿pero como?
–Kintsugi– me respondió –en la época Jomon, el shogun Ahikaga rompió su taza de té favorita, enseguida encargo a los artesanos repararla, antes de eso la única opción era remplazar los objetos, pero los artistas mezclaron polvo de oro y laca para formarla y sellarla, ¿sabes que ocurrió? La taza obtuvo una segunda vida con un aspecto magnifico y un gran valor.– puso su mano sobre mi cabeza mientras observaba el mapa inconexo de piezas –algo me dice que tienes más que esta vasija que reparar.
Nunca lo creí posible, pero en esa tienda de pequeño tamaño y pulcra apariencia se me reveló el secreto escondido de mi alma, ese ADN dormido de abuelos y bisabuelos talentosos, ese arte que alguna vez engalanó espacios en el palacio real encontró su camino para manifestarse en mis manos que antes creí inútiles. La conexión a simple vista inexistente entre reparar un objeto y repararse a uno mismo es inevitable, así como las hermosas piezas de la mas fina cerámica se rompen, el ser humano aprende a convivir con los eventos traumáticos de la vida, me tomo diez días crear algo de los escombros.
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MAIKO
FanfictionJapon 1900. La vida de las mujeres en los distritos pobres siempre era incierta, ser mujer en ese territorio era casi una vergüenza para unos pues su valor no era apreciado. Pero detrás del pabellón de las sakuras se esconde un mundo donde la femi...