Nos despertamos y ya era lunes, me bañé y me puse la ropa nueva. Mientras Dereck que se cambiaba para ir al colegio, le dejé una nota en donde decía que cuando volviera seríamos novios de nuevo. Y tome unos de los labiales de su mamá, me pinté y marque un beso en la nota. No sabía cuánto tiempo me iba, y quería que mi amigo no se olvidara de mí. No tenía nada más para dejarle.
De pronto escuché el timbre y llegó la policía.
Entró el comisario y me saludó sonriente.
— wow Te ves muy bonita Isabel — dijo sonriente y me abrazó
Me despedí de mi amigo de su mamá y sus hermanos. La última vez que vi la cara de Dereck parecía que estaba a punto de hacer pucheros y yo también.
Nunca había viajado en una patrulla así que cuando me subí miraba por todos lados.
Cuando llegamos a la estación de policía, me di cuenta que ya había estado allí. Pude reconocer el lugar.
Como siempre había muchas oficinas, gente hablando por teléfono y todos se veían serios y preocupados.
Ya me imaginaba qué andarían buscando un montón de hombres como el que mató a Lucía, y ahora entendía porque se ponían tan serios en su trabajo.
El comisario me dejó sentada en un sillón que había en el pasillo, junto con mis maletas.
Me dijo que tenía que terminar de ingresar una información en su computadora, para que luego siguiéramos rumbo a mi nueva casa.
Yo miraba detenidamente a todo el mundo mientras trabajaban.
Hasta que sentí que me miraban desde una puerta.
Me di la vuelta para ver quién era, era un hombre vestido de policía, muy alto y me miró por mucho rato.
Yo no le di mucha importancia, me llamó la atención otro policía que estaba más allá y se veía muy enojado, estaba discutiendo con alguien por teléfono. No podía escuchar bien su conversación, pero la forma en que hablaba me daba curiosidad por saber qué tanto decía.
Luego volví a darme vuelta, y ese policía alto me seguía mirando, pero esta vez me sonreía.
No entendía porque me miraba tanto y qué le pareció tan gracioso. Yo llevaba ropa bonita no chistosa, así que lo quedé mirando con cara de pocos amigos.
De pronto se acerca a mí y comienza de la nada hablarme.
— Tú ya has estado aquí antes. ¿Te acuerdas de mí? — dijo sonriente
Y yo lo quedé mirando, porque no lo recordaba, seguramente me confundía con otra persona.
— ¿Como estas, ladrona de dulces? — dijo y se puso a reír a carcajadas
Primero me enojé, no me gustaba que un policía me llamara ladrona. Yo era una ciudadana decente.
Pero después me puse a pensar un rato, y me acordé que la última vez que estuve aquí había venido con mi mamá, y también estaba con Lucía. Y me acordé cuando aproveché que los dos estaban de espaldas y saqué un puñado de dulces de un frasco.
Ahí entendí su broma pesada.
Pero, aunque me acordé de ese día, de todas formas, no me hizo gracia, solo lo quedé mirando seria.
Y me di cuenta que los policías tienen mucha memoria, había pasado mucho tiempo de eso y todavía se acordaba.
— mucho gusto me llamo Blake — me dijo y me extendió su mano
— soy Isabel — y lo saludé
— qué andas haciendo por aquí sin tu mamá? — me preguntó
— me voy a mudar — respondí
— y por qué? — me preguntó y me quedó mirando fijamente
— el comisario dice que es necesario
— necesario para qué? — seguía preguntando
— para que el hombre malo no me encuentre — le dije
Y de pronto puso su cara seria, y miré sus ojos que por alguna razón me daban miedo.
Se quedó en silencio un rato, y era como que estaba pensando. Nunca había conocido muchos policías, pero este era un poco raro. De pronto me dijo.
— quieres llevarte unos dulces para el viaje — y caminó hasta su oficina y me hacía señas para que lo siguiera.
Yo me levanté del sillón y fui a buscar los dulces.
Recordaba que cuando viajábamos con mis papás, aunque los viajes fueran cortos, siempre daba hambre.
Toma un frasco que tenía sobre su mesa, y me lo entrego, me dijo que podía llevarme todos los que quisiera.
Además de raro era amable, pero como me estaba dando dulces gratis, aproveché y saqué dos puñados.
— y ya sabes a dónde te vas a mudar — me preguntó mientras guardaba los dulces
— no sé —respondí mientras acomodaba los dulces en mi bolsillo
— quién te va a llevar a tu nueva casa, el comisario? —me pregunto mientras tapaba el frasco
— creo que sí —respondí
— y ya sabes si la casa queda muy lejos de aquí? — seguía preguntando
— no me han dicho nada. ¿Porque me pregunta tanto? — sentí curiosidad de saber porque estaba tan interesado donde me mudaba
— solo quería saber — me respondió y solo me miraba
Entonces escuché la voz del comisario que me llamaba y salí corriendo de la oficina.
— qué hacías ahí Isabel? — me preguntó el comisario
— el oficial Blake me regaló dulces, me conoce desde una vez que estuvimos aquí hace años cuando todavía vivía Lucía
— entiendo — dijo el comisario — ahora debemos irnos Isabel, el viaje es largo
El comisario condujo en su patrulla hasta que casi se hizo de noche.
Llegamos a una casa enorme, con un jardín muy bonito. Salió a recibirnos una señora mayor.
Cuando baje de la patrulla ella me miraba sonriente, al parecer era una persona amable.
— pero qué linda niña eres Isabel, yo me llamo Sofía, bienvenido a mi casa
— muchas gracias por recibirme señora Sofía — le dije mientras le tendía mi mano para saludarla
La señora Sofía era una dama muy elegante, se veía por su ropa, como esas señoras que tiene mucho dinero. También se maquillaba y usaba joyas. Y su casa era enorme. Lo primero que vi fue el jardín, y realmente me encantó. Tantas flores de hermosos colores, solo ver la entrada, mi nueva casa era mucho más bonita de lo que me imaginé.
En la entrada había una escalera, qué servía para subir a la gran terraza techada que estaba delante de la puerta.
Tenía bancas con bonitos cojines, y también plantas.
Y cuando entramos, todos los espacios se veían enormes, muchas fotografías familiares, y cuadros pintados de colores muy vivos.
Pasamos recorriendo el lugar, y el living tenía unos sillones enormes y cómodos. De seguro uno ahí podía dormir las mejores siestas.
Y el comedor, tenía una de esas mesas grandes y largas donde caben un montón de personas. Junto a una chimenea.
La cocina también era grande, ahí sí que se debían perder todas las cosas, porque tenía demasiados estantes.
Y subimos al segundo piso, para dejar mis maletas dónde sería mi habitación.
Cuando entré, no podía creer, la habitación en la que dormiría. Era demasiado bonita, tendría mi propio tocador y un enorme clóset. Todo se veía demasiado bien.
Incluso en la parte baja, cuándo pasábamos, alcancé a ver un piano. Definitivamente me gustaba esta casa.
Pero era una tremenda pena que no estuviera con mis papás, ni tampoco podría estar nunca Lucía.
Seguramente hubiésemos sido muy felices allí viviendo todos. Pero eso ya no era posible.
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Todas eran reinas
Mistério / SuspenseIsabel es una niña que crece rodeada del mundo de los concursos de belleza. No porque ella participe, sino porque su hermana mayor participa en ellos impulsada por su obsesiva madre. Que quiere tratar de ganar en un certamen tras otro. Con su herman...