🔸Gratitud🔸

2.3K 278 26
                                    

Me quedé pasmado, tenso, nervioso e incluso creía que estaba alucinando con esos ojos tan azules como el cielo. Esa mujer tiene cara de ángel, de buena, de no quebrar ni un solo vidrio, cuando en realidad, el diablo ha consumido su alma y se ha aprovechado de su inocencia y sus buenas virtudes a su antojo; ha hecho de ella un ser tan malvado y divino que atrae con gran facilidad a todo mortal. Ella es la muestra palpable de la tentación, de la maldad, pero, sobre todo y lo que más me asusta, es ese poder enigmático y puro que usa para hacerme caer a sus pies, y como buen hijo, empezar a adorar como lo ha demandado hace unos segundos.

—Llévame de nuevo a la iglesia, por favor — desvié la mirada de su rostro, de su cuerpo y de su ser antes que sea muy tarde.

—Pensé que te alegraba verme.

—Y me alegra saber que te has recuperado satisfactoriamente, pero ahora debo volver. Mañana tengo compromisos, misas y muchas más cosas que hacer. Llévame de regreso, Samantha.

—Cene conmigo esta noche, padre. Quiero agradecerle lo que hizo por mí.

—No hay necesidad. Lo hice de buena fe.

—Quiero que cene conmigo también de buena fe. La comida no se desprecia. Además, me nace desde aquí.

La miré de reojo tocarse el pecho con el dedo índice, indicando el lugar en el que su corazón posa. Con el mío a punto de salirse de mi pecho, pasé saliva apartando los ojos de esa sonrisa que me esclaviza. ¿Por qué su sonrisa tiende a ser tan dulce y malvada? Ante mis ojos, ella es un ángel; hermoso, misterioso, frágil y audaz.

—¿Por qué secuestrarme?

—¿De dónde has sacado eso? — el resonar de sus tacones me puso en alerta.

—Un hombre me amenazó, me cubrió el rostro y me trajo aquí sin mi consentimiento a esta casa. Eso es un secuestro, es un delito. Es grave.

—Ah, ese idiota. Le daré su merecido castigo por haber tratado tan mal a mi invitado especial.

Sentí un frío correr por el alma cuando sus pequeñas manos jugaron con el rosario que descansa en mi pecho.

—No vas a despreciar la cena que tengo preparada para ti, ¿o sí?

Sentir su respiración cerca, ese calor que expulsa su cuerpo, ese aroma tan concentrado y dulce que está envolviendo mis sentidos rápidamente no me dejó pensar con claridad. Inconsciente o no, aspiré su aroma y lo grabé en mi memoria, trayendo en cadena una serie de pensamientos impuros que necesitan ser atendidos y saciados cuanto antes por el perdón de Dios.

No podía hablar, tenerla tan cerca me resultó más sofocante que tenerla en el pensamiento. Así podía escuchar su respiración pausada, el leve sonido de sus uñas golpeando contra el rosario y los latidos inquietantes y furiosos de mi corazón. Mi piel ardía bajo sus dedos, como si en lugar de estar jugando con el rosario, estuviera tocando mi cuerpo con sus uñas. Sentía que me desgarraba de un solo arañazo, enviando corrientes por todo mi cuerpo y agudizando un incómodo punzón en mis pantalones. Los pensamientos impuros y lujuriosos me alzaban entre sus alas, alardeando del poder que ejercen sobre mí.

—Eres un cura demasiado pervertido.

Cuando se alejó fue como único pude respirar nuevamente. Me alentó a tomar lugar a su lado y, aunque no estaba seguro de lo que estaba haciendo, me senté con ella y con la cabeza baja. La vergüenza no me deja ni mirarla a los ojos, sé que en ellos terminaré por alabar cada uno de mis pecados.

Poco después dos mujeres nos trajeron la cena y en silencio comimos, pero podía sentir su mirada en mí. Aunque no me atreví a mirarla, la pesadez de su cielo me estaba poniendo muy nervioso y ansioso. Una cosa era pensarla y tener la ilusión de verla y saber cómo se encontraba, pero ahora que la tengo tan cerca, quiero estar lo más lejos posible de ella.

Samantha

No era mi imaginación, no era solo un estúpido pensamiento o las ganas de tener sexo para quitarme a ese cura del pensamiento. Ahora que tengo el gusto de tenerlo entre mis manos, me doy cuenta lo mucho que ansío corromper su alma y divertirme a mi antojo con su inocencia. Es que solo ver esa manera tan tierna en la que se avergüenza o en la que reacciona a una sola mirada que le dé, me entran unos escalofríos bien ricos por todo el cuello. De repente me siento tan calurosa y húmeda nada más con verlo comer así de tímido.

No sé si solo necesito bajarme la calentura de algún modo, pero me apetece tanto ser ese bocado de comida y deslizarme por su paladar mientras me come con ese cuidado y esa fuerza en la que traga. Hace mucho no tengo un buen sexo, supongo que ya va siendo hora de desempolvar la telaraña.

—¿Si le gustó la cena, padre? — llevé mi mano izquierda entre mis muslos, haciendo círculos con la yema de mis dedos en mi piel.

—Esta muy rica — lamió sus labios, sacándome un suspiro que ahogué mordiendo mis labios—. Pero ya debo marchar.

—Quédese por esta noche, padre. Me gustaría mostrarle varias cosas — me abrí de piernas, adentrando mis dedos por mi ropa interior—. Le aseguro que nada malo le va a pasar. Yo misma me encargo de llevarlo muy temprano a su casa.

Joder, esa mirada tan inocente y temerosa me pone como un demonio. Deslicé los dedos por mis pliegues, esparciendo la humedad por mi intimidad y soltando un suave gemido que fue imposible retener. Sus ojos oscuros me tienen al borde del abismo, ese hombre me atrae de una manera que nunca antes había sentido. Es que ni siquiera con Novikov me ocurrió este tipo de cosas.

—N-no me gustaría aprovecharme de tu hospitalidad.

Sonreí. ¿Cómo puede ser un hombre tan inocente? Aunque lo tomé prestado para mí por un tiempo, resulta que me están entrando las ganas de no devolverlo, siempre y cuando sea así de puro.

—Aprovecha todo lo que quieras, echa mano a todo sin pena ni prejuicios, después de todo y como muestra de mi gratitud, todo lo que hay en esta casa puede ser tuyo cuando desees — me levanté de mi silla y me incliné sobre su hombro—. Estaré en la piscina por si gustas unirte a mí, padre.

Perdición[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora