🔸Ganas🔸

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Al llegar a la casa de seguridad, fui atendida por el médico de cabecera de la familia. Realmente Logan hizo un buen trabajo curando mi herida de forma superficial, pero no era seguro para mí quedarme con una herida de bala abierta. Mientras el médico sustituía el hilo, Jhon seguía haciéndome preguntas que estaban a punto de volverme loca.

—Cierra la boca u olvidaré que eres mi hermano.

—Es que no te entiendo.

—¡Maldita sea! — gruñí, soportando el dolor que causaba ser atravesada sin anestesia por una aguja—. Te voy a callar la boca a balazos. ¡Deja de joderme y lárgate!

—Toma, relájate. No te estoy diciendo nada, solo que me parece extraño — me pasó una botella de gūisqui.

—Me gustó,, ¿ya estás feliz o no?

—Es un cura — recordó simple antes de salir de la habitación.

—Sra. Novikova, recuerde guardar reposo por lo menos durante dos semanas y trate de no beber bebidas alcohólicas.

—Samantha, mi nombre es Samantha. ¿Cuántas jodidas veces tengo que repetirlo? — rechiné los dientes.

—Lo siento, Sra. Samantha.

—Largo.

El hombre se fue sin más, dejándome sola y divagando en todo lo que he perdido por llevar a cuestas ese maldito apellido. Cada quien labra su destino, pero nunca pedí ser engañada y sometida al mal de un ser que, en su momento, parecía ser un príncipe de fina armadura. Las caras son solo para mostrar lo que somos por fuera, fáciles de usar para lograr nuestros objetivos, pero en realidad, lo que hay por dentro de esa cara es putrefacción y maldad de la más pura.

—Estás tentando la suerte, Novikov — bebí un largo trago de la botella, recordando el cielo y el infierno que he vivido por su culpa.

Durante dos semanas me quedé en cama recuperándome tal como lo recomendó el doctor, además de que no puedo darme el lujo de andar por ahí cuando Novikov está siguiendo cada uno de mis pasos como una maldita sombra. Ese maldito ruso es un verdadero dolor de culo. Desde que rompimos todo contacto hace dos años atrás, no ha hecho otra cosa que seguirme la pista para matarme. El muy hijo de perra sabe lo que le conviene, y sabiendo que soy una piedra en su zapato, no descansará hasta acabarme.

—Es difícil seguirle la pista, Sam. El tipo sabe cómo esconderse de todo aquel que lo busque — comentó Ian, mi mano derecha.

—Lo mejor es hacer una sociedad más grande. En este tipo de negocio hay que tener quien te cubra todos los lados para no salir heridos.

—¿Y a quién sugieres? No quiero arruinar la sociedad tan reciente que tenemos con los Lombardi. Tienen demasiados enemigos, y no quiero ser una más de esa lista.

—No hay necesidad de hacer sociedad con otros. Para escalar más alto ellos tuvieron que lograrlo de algún modo, ¿no?

—Si estoy metida en este mundo, es para acabar con ese hijo de perra, no porque en realidad me guste traficar.

—¡Pero tenemos muy poca participación! Te has ganado su confianza, ¿no? Les hemos demostrado que somos leales con cada uno de los trabajos que hemos hecho para ellos. Es un mano a mano, Sam. Ellos nos prestan un poco de su poder y nosotros devolvemos el favor generando más dinero y confianza.

—La avaricia te está superando, Jhon.

—No, lo único que quiero es que ese hijo de puta deje de cazar a mi hermanita como si se tratase de una presa. Novikov tiene mucho más poder que nosotros, pero no supera ni un poco el de los Lombardi — suspiró—. No quiero tener que enterrar a lo único que me queda en la vida. Así tenga que vender mi alma al diablo para salvarte, lo haré sin pensarlo dos veces.

Y, siendo honesta, tampoco soportaría tener que enterrar una vez a más a uno de mis hermanos. Suficiente dolor pasamos los dos con la muerte de nuestra familia. Debo darle razón a Jhon, pero debemos usar con inteligencia la alianza que tenemos con los Lombardi.

—Arregla un encuentro con ellos lo más pronto posible — le indiqué a Ian—. Y ahora que ya me encuentro mucho mejor, ve a envolver mi regalo para que lo traigas conmigo.

—¿Sigues con ese idea? Te estás arriesgando demasiado por algo tan simple.  No me digas que te enamoraste de un día para el otro del curita.

—No hables pendejadas — me reí—. Es que me quedé con las ganas, y no es de Dios quedarse con ganas de algo que se ve tan delicioso y puro.

—Perdiste la razón — negó Ian.

—Solo tráelo.

—Bien, iré a cazar curas — se levantó indignado—. Pero si menciona una sola vez a su Dios, le vuelo la cabeza.

—Demás está decir que lo quiero sin rasguños, o el que termine sin cabeza será otro.

Me sacó el dedo del medio antes de desaparecer de mi vista. Creía que se trataba solo de la fiebre que me dieron ganas de comerme a ese cura, pero viéndolo bien y a detalle, lo que más deseo es quebrar con todo el bien que hay en su alma.

—Ahora te voy a llamar la secuestradora de curas — se carcajeó Jhon—. Tu alma está cada vez más podrida. Espero que el cura haga un profundo exorcismo contigo, aunque eso, si se atreve a lidiar con ese demonio que tú eres.

Sonreí, pensando en lo bien que voy a pasarla con el cura atractivo. Está delgado para mí gusto, pero tiene una mirada de ángel que no me deja ni siquiera pensar claramente. Las ganas que le traigo son tremendas, no puedo esperar para desgarrar mi regalo y disfrutarlo a mi pleno antojo.

Perdición[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora