🔸Lágrimas🔸

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Hace mucho no sentía ninguna emoción como hasta ahora, he pasado dos años escondida de Novikov y, aún así, pudo encontrarme y atacarme en la última casa que Ian compró. Sé que a dónde estamos ahora no es un lugar seguro, pero no puedo seguir escapando toda mi vida de él. Si mis planes son acabarlo, tengo que hacerle frente en cualquier momento, por eso me he venido preparando para el día en el que su vida penda de mis manos.

Nunca fui mujer vengativa, pero cuando se sufre y no se obtiene justicia terrenal ni divina, no hay otro modo de liberar la carga que soltando uno mismo su propio dolor a un estilo que a ojos del mundo y del cielo no es justo, pero como alivia el alma y la limpia. Aprendí con los años a no tocarme el corazón antes de actuar, porque no hay nada más llamativo que la inocencia de las personas. Novikov se aprovechó de mí, de la inocencia que había en mi alma y de cada uno de los sueños que ingenuamente me hice con él. Me enamoré perdidamente de un hombre que creí cambiaría todo por mí, cuando lo único que hizo fue pisotearme a su antojo y jugar conmigo para conseguir todo lo que siempre ha codiciado a grandes escalas.

A profecía de ese mismo amor que algún día sentí y hoy murió deseo vengarme; vengar la muerte de mis padres, de mis hermanos menores y la de mi hijo. Sacarme entremedio del pecho y la espalda esa sentimiento de odio y desazón con los demás y la vida.

Crucé la puerta de la mansión un tanto emocionada, pero me detuve al ver a una de las sirvientas conversando muy a gusto y en medio de risas con Logan. ¿Por qué no puedo hacer que me sonría de esa manera tan linda? ¿Por qué conmigo siempre tiene que actuar tímido y avergonzado?

—¿Interrumpo? — no aparté la mirada de ella.

—S-Sra. Nov... Gaskell — corrigió la chica, borrando la sonrisa de sus labios y quedando recta frente a mí—. Iré a hacer mis deberes. Permiso. Padre — se inclinó hacia él un poco.

—Que bueno que has regresado — mencionó, pero al igual que la chica, borrando esa sonrisa y optando una postura incómoda y más seria.

Me irrita que evada mi mirada y que no me sonría de esa forma en la que lo estaba haciendo hace un instante con esa chiquilla. ¿Le gustan las niñas? Me vi preguntándome, dando pasos cortos hacía él.

—¿Qué hacías con ella? — lo acorralé contra la pared, buscando su tímida y ardiente mirada.

—Hablabamos del jardín y lo bien cuidado que está. Tienes una casa y un jardín muy bonitos — mordió su labio, sin dejar de mirar mi hombro—. Ahora que has regresado, ¿podemos hablar con calma?

—Habla.

—P-podrías... por favor, apartarte un poco.

—¿Te molesta tenerme cerca?

—¡No! — suspiró, conectando su mirada con la mía—. N-no me molesta que estés cerca, pero...

—Pero ¿qué?

Soltó otro suspiro sin dejar de mirarme a los ojos. Su oscura mirada es tan transparente y bonita. El brillo de sus ojos tienen un hado de inocencia que me incita a perder en su alma. Su boca no que se queda atrás, sus labios son muy bonitos y carnosos, además de suaves y blandos. Quiero besarlo, muero por mezclarme con su sabor y robar hasta el último de sus alientos con mi boca.

—No puedo hablar si te tengo así de cerca.

Tuve la impresión de que sus ojos vieron mis labios por unos instantes antes de que volviera a fijar la vista por encima de mí hombro.

—Bien — retrocedí unos pasos, tratando de calmar los latidos de mi corazón y esas ansías locas de arrebatar sus labios—. Habla.

—Samantha, no puedes tenerme aquí. Así como tú cuentas con tu trabajo y tus deberes, yo tengo los míos con la iglesia y la comunidad. Si te preocupa que hable sobre lo que sucedió aquel día, no tienes nada de qué preocuparte. He guardado el secreto y lo seguiré haciendo por mucho tiempo más de ser necesario — incluso hasta el tono calmo de su voz me atrapa, es muy varonil, pero con una ternura que me prende en solo cuestión de segundos.

—Te dejaré ir pronto, pero aún no puedo permitir que te vayas.

—¿Por qué? ¿Por qué retienes a un cura en tu casa? ¿Qué razones tienes para no dejarme ir?

Me volví a acercar a él, dejándolo con la palabra ahogada en su boca. De nuevo su piel me llamó, así que acaricié la suavidad de su mejilla y la carnosidad de sus labios. Que me sostenga la mirada y me permita tocarlo no tiene precio.

—Porque me gustas mucho — acerqué mi rostro al suyo, quedando muy cerca nuestros labios—. Y no quiero perder la oportunidad que tengo ahora de tomar lo que tanto me gusta.

—D-debes comprender que yo no puedo corresponder a tus sentimientos. Conmigo pierdes el tiempo, Samantha — desvió la mirada.

—¿No te gusto ni un poco? No me vengas con estupideces, porque ahora mismo estás temblando como una hoja ante mi tacto. Si no sintieras nada, no te hubieras masturbado anoche conmigo y tampoco hubieses permitido que te besara. Bien podrías apartarme, pero aún no lo haces. ¿Por qué negar que también sientes deseos?

—Porque no está bien — su voz se cortó, se vio tan frágil y dulce—. No me hagas más este tipo de cosas, por favor. Déjame ir y olvídate que alguna vez fui yo quien te salvó esa noche.

—No le estás fallando a nadie, Logan. Eres un hombre. Es normal sentir deseos, ilusiones y vivir experiencias únicas como un beso o una caricia — descendí mis dedos por su cuello muy lentamente, llegando a ese lazo blanco que rodea el mismo y lo ata a un pensamiento retrogada y embustero—. ¿En la biblia dice que la unión entre una mujer y hombre está prohibida?

—No, pero yo soy un servidor de Dios...

—Shhhh — rocé nuestros labios, cerrando mis ojos y disfrutando el calor que brota su cuerpo y su tibio aliento—. Está bien que sientas, Logan. Eres de carne, además de que hay necesidades que no se pueden controlar solo con una fe mal impuesta...

Me apoderé de su boca, disfrutando a plenitud el roce torpe y suave de sus labios. A medida que fui aumentando la intensidad del beso, sus labios se movieron con más soltura sobre los míos. Pensé que me iba a apartar, pero me respondió el beso de una manera que me tenía alucinando y con ganas de explotar por dentro. No es el mejor beso que me han dado, no se compara ni un poco a los que Novikov solía darme, pero es suficiente para que encienda esa chispa que hay en mi interior.

Enredé mi mano en su cabello, profundizando el beso con mi lengua. La humedad de nuestras bocas se hizo más notoria, pues nos besábamos con tanta prisa y deseo. Antes de apartarme de su deliciosa boca, arrastré mis dientes por su labio inferior arrancando un tierno gemido que a su vez me sacó un suspiro. Podía sentir su deseo en la tensión de su pantalón y en la forma errática en la que respiraba. Verlo sonrojado y con las ganas impresas en sus pupilas, volví a saborear su boca muy a gusto, pero me detuvo luego de haber respondido a mis labios.

—No está bien, Samantha. ¡Soy un cura! Perdóname, padre, te he vuelto a fallar...

De sus lindos ojos brotaron lágrimas, unas que nunca he visto en ningún otro hombre que no sea mi hermano cuando lo perdimos todo. Pero eso no le quita el hecho de que verlo llorar me hizo sentir la peor persona sobre este mundo. ¿En qué momento me convertí en ese maldito bastardo que me desgració la vida?

Perdición[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora