🔸Todo a cambio de nada...🔸

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Logan

Desperté tras cobijarme la soledad y el vacío. La mañana se extendió ante mis ojos; muy luminosa por el radiante sol que se escabulló por la ventana. Me levanté de la cama, buscando a Samantha aún adormilado por toda la habitación y el baño, pero me encontré solo como desde hace varios días. Su olor sigue tan intacto en mi piel y por todo el lugar, que es imposible borrar toda su esencia de mí.

Solté un suspiro tras el recuerdo de anoche y fui a mi habitación para tomar una ducha y estar presentable ante ella. Necesito hablar todo eso que me está consumiendo por dentro; y que ayer en un arranque de celos, dejé que saliera a flote sin darme cuenta de nada.

Tan pronto me arreglé, bajé en dirección al cuarto donde todos los días pasa horas con Cavalli y no me permite la entrada. Con solo pensar todo lo que puedan haber hecho solos, la furia arde en mi interior. Los celos no traen nada bueno, la desconfianza tampoco, pero es algo que no se puede controlar una vez se siente que se pierde algo que es muy nuestro. Y, justamente, eso he empezado a sentir con Samantha desde que vivimos con ese hombre, aunque tengo muy claro que ella no es del todo mía.

Aún no comprendo por qué pasa tanto tiempo encerrada en ese cuarto con él. Aunque ella me dice que es por cuestión de trabajo, esa parte de mí que no conocía está seguro de que ella miente. Dolería mucho si esas escenas que se han recreado en mi cabeza son reales, pues no voy a negar por más tiempo el amor que siento por ella. No sé en qué momento me enamoré, o quizás sí lo sé, más no quiero soltar nunca todo esto que ella me hace sentir cuando me mira o me sonríe. Con solo su sonrisa, ella pone mi mundo al revés.

Respiré hondo para serenarme y, una vez me sentí tranquilo y que la cólera no volvería a hacerse dueño de mí, toqué dos veces la puerta. Segundos después, Cavalli salió del cuarto fumando muy tranquilamente. No pude ver el interior del cuarto por la misma rapidez en la que cerró la puerta a sus espaldas, ni siquiera pude ver si Samantha estaba ahí o no.

—Padre — sonrió ladeado—. Que gusto tenerlo por estos lados. ¿Qué se le ofrece?

Tragué la furia hasta dejarla apretada en mis entrañas, pero tan lista y dispuesta a atacar si ese hombre me sigue provocando de esa manera. Mi vocación lo fue todo en el pasado, ahora me da cierta incomodidad y enojo ser llamado de ese modo. Además, no merezco llevar ese título después de todos los pecados que he cometido.

—Le podrías decir a Samantha que necesito hablar con ella, por favor — sonreí con las muelas de atrás, luchando con las ganas de borrar esa sonrisa tan irritante de su rostro.

—No está.

—¿Cómo?

—Pensé que te había dicho que saldría, después de todo, pasaron toda la noche juntitos en la cama.

—Ella no me dijo que iba a salir. ¿A dónde ha ido?

—Ah, recuerdo que ella no es de pedir permiso a nadie, padre — su sonrisa se hizo más grande, más retadora y más maliciosa—. Menos cuando regresa a los brazos del hombre que ama.

—¿Q-qué hombre? ¿De quién hablas? — rechiné los dientes—. Si esto es una maldita broma...

—Oh, no sabía que los padres vociferan groserías — se burló—. Y que sepas que me compadezco de ti. No es justo lo que hace Samantha con almas tan pobres y vagabundas como la tuya.

—¡Deja de burlarte de mí! — lo aparté de la puerta, pero me detuvo por el brazo, sonriendo taciturno e inmutable—. Dile que salga ahora mismo o entro a la fuerza.

—El veneno está aún presente en tus venas, hombre. Cuando ya no quede nada de ese mágico nectar que suele inyectar a simples mortales como nosotros, la venda caerá de tus ojos — soltó una risita—. El voto de castidad ya lo perdiste, ¿sabes cuántas mujeres mucho más hermosas y venenosas hay después de esa víbora?

—No la llames así. Ella es...

—Está casada — dijo con aburrimiento mientras mi corazón parecía salirse de mi pecho—. Las mujeres como ella buscan al doble lo que su marido les brinda. ¿Creías que una mujer tan bella como ella, estaría sola en este mundo de alacranes? Si fuera de ese modo, hace mucho tiempo la habría hecho mi mujer. Y no sería tan estúpido como el hombre con el que unió su vida. En fin. Así son las mujeres, disfrutan del sufrimiento masculino. Te doy un consejo de gratis, padre, nunca te enamores y te fies de la dulzura que ellas brotan; porque todo dulce resulta perjudicial. Además de que da diabetes, desde luego — palmeó mi hombro—. Hay una camioneta que te llevará de vuelta a tu vida. Espero que hayas disfrutado de la estadía en mi casa. Cuando quieras volver, aquí serás bien recibido —volvió a llevarse el cigarrillo a los dientes, antes de entrar al cuarto y cerrarme la puerta en las narices.

El nudo que se formó en mi garganta no me permitía hablar, sentía que cada segundo me ahogaba con ellas. Con la clara seguridad de que todo era una mentira de ese hombre, fui corriendo a su habitación, pero todo estaba tal cual lo dejé cuando salí hace unos minutos atrás de la habitación. La cama estaba intacta, todo en completo desorden, dejando en claro lo mucho que anoche nos complementamos el uno al otro, e incluso su fragancia sigue intacta en el aire.

Me acerqué al armario y una punzada en el pecho me dejó frío y sin saber qué hacer. En el lugar donde reposaban sus bonitos y sensuales vestidos, no había más que soledad y el ligero olor de sus prendas. Me quedé sosteniendo las manijas de las puertas, viendo fijamente algún punto del interior del armario y preguntándome en qué momento ella se llevó todo sin yo haberme dado cuenta.

—Ella no se pudo haber ido, no cuando le entregué todo de mí.

Me aferré a la posibilidad de que Cavalli solo estaba jugando conmigo, pero una nota sobre la mesita de noche me terminó de hundir en ese dolor que tan agonizante me está consumiendo la piel... y poco a poco el corazón.

«Regresa a tu iglesia, Pastelito. Todo fue muy dulce mientras duró; en este caso, mientras me duraste en la boca», rezaba la nota, golpeando fuertemente a mi corazón y a todas esas ilusiones que ella construyó durante largos días en sus manos.

Pero por más en que esas palabras me hirieron profundamente, guardé la esperanza de que era mentira; tal vez ese lado estúpido que quiere seguir creyendo en que no hay nadie más en su vida que yo, pero el lado más sensato se burla de mí, repitiéndome a cada segundo que, lo dejé todo, incluso me atreví a ir en contra de Dios, a cambio de nada...

Perdición[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora