🔸Decisión🔸

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Desperté envuelta entre sus brazos y su tranquila respiración. Me quedé largos minutos observándolo dormir plácidamente a mi lado. Se siente bien estar a su lado, recibir su cariño y todo lo que puede dar. Aún no hemos hablado de muchas cosas que sé que a los dos nos dan vueltas en la cabeza, pero supongo que ese momento de sentarnos a hablar con calma y con honestidad aún no llega. Por mi parte soy sincera; no voy a mentir nunca lo mucho que me gusta y me atrae.

Suspiré rendida, queriendo que esto que tenemos sea diferente y no así; quitándonos la piel en casa beso, pero sin saber exactamente a dónde vamos a llegar.

Me zafé de su abrazo y me levanté de la cama con sigilo. Aún desnuda tomé mi bolso y saqué mi teléfono del interior para ver la hora. No me sorprendí al saber que son las dos de la mañana, pues suelo dormir muy pocas horas en la noche debido a las mismas sugestiones que me hago desde hace dos años. El recuerdo de esa noche donde perdí a mi hijo y casi muero, no me deja en paz. Desde esa noche no he tenido paz ni siquiera para dormir tranquilamente.

Me puse su camisa luego de tropezar con ella y saqué un cigarro de mi bolso antes de salir de la habitación sin hacer mucho ruido. Caminé largo y despacio por el pasillo, jugando con el encendedor entre mis dedos. Entré a una de las habitaciones continúa de la mía y salí hacia al balcón a fumar en silencio y en calma, pero me estrellé con una silueta sentada en uno de los sillones de cuero, fumando y bebiendo directamente de una botella.

—¿Tampoco puedes dormir? — le pregunté, tomando lugar a su lado.

—No — respondió simple, dándome una mirada de reojo para después volver a tomar otro largo trago de la botella—. Supongo que tú tampoco, ¿no?

—Supones bien — encendí el cigarro, tomando una larga bocanada de humo para, segundos después, soltarla al aire—. Lamento no haber podido cenar contigo...

—No importa — se apresuró a decir restándole importancia con su mano—. Ya habrá otro momento en el que tu curita no estalle de celos.

Soltamos una carcajada al unísono, pero tampoco quise ahondar en el tema a sabiendas de que guarda sentimientos por mí. Y, aunque le haya dejado en claro que entre los dos no habrá más de lo que hubo en su momento y nuestra amistad, no soy hija de puta para estregarle en la cara mis hazañas en la cama con otro hombre.

El silencio entre los dos fue cómodo, tanto que no me di cuenta el momento en el que me recosté sobre su hombro mientras él acariciaba mi rodilla con la yema de sus dedos. Cavalli ha sido de gran ayuda en toda mi transformación. Ha estado para mí cada segundo, dándome fuerza y aliento para cobrar mi venganza y hacerte justicia a mi hijo y a todos esos años en los que me destruyeron poco a poco.

—Cada que pienso que estoy cerca de Novikov, me doy cuenta de que en realidad estoy muy lejos de encontrarlo. No sé cómo diablos hace para esconderse.

—¿No has contemplado lo que Damián te planteó?

—Sí, pero no sé a quién usar de carnada.

—¿A quién quiere? — me miró obvio—. Sabes bien que no vamos a ponerte en riesgo; yo no voy a permitir que logre su objetivo. Los enemigos entre más cerca estén de nosotros, mucho mejor.

—¿Cuál es el plan? Si te soy sincera, tengo temores que aplacan mi rabia contra él.

—Y es normal tenerlos. Han sido dos años en los que no lo has visto, desconoces lo que vayas a sentir cuando lo tengas cara a cara — se encogió de hombros—. No sé, tal vez aún tengas sentimientos por él.

—¿Eres estúpido, o qué? — endurecí el gesto—. Si crees que voy a caer rendida a sus pies una vez lo tenga frente a mí, estás muy equivocado, Cavalli. Parece que no has aprendido a conocerme del todo — me separé de su hombro y fijé mi mirada en la suya—. El amor que sentí por ese hijo de puta fue falso. Conoces mi historia, no hace falta repetirla para enumerar cada uno de los motivos que tengo para acabarlo. No tienes ni puta idea de lo que viví cada día estando a su lado.

—Ya, perdóname, tienes razón.
No quise traer a colación recuerdos dolorosos.

—Lo único que duele, fue haber perdido a mi hijo; un ser inocente e indefenso que no pidió nacer, pero que llegó al mundo para hacerme sentir la mujer más dichosa a pesar del sufrimiento que viví constantemente — esta vez no permití que las lágrimas salieran de mis ojos, debo ser fuerte para enfrentarlo sin sentir ni un solo ápice de tristeza—. Estaba dispuesta a perdonar todo a cambio de la vida de mi hijo. Rogué y me humillé día tras día como nunca lo había pensado para que mi hijo siguiera creciendo dentro de mí, pero a ese maldito bastardo no le importó en lo absoluto. Así, con esa sonrisa maliciosa y de superioridad, acabó con lo único que me mantenía con vida.

—No entiendo cómo fue capaz de quitarle la vida a su propio hijo.

—Es un maldito enfermo — fue todo lo que dije—. Que alguien sienta dolor le genera gran gusto y placer. Que alguien muera en sus manos y le suplique hasta el último de sus alientos es la cima de su éxtasis. Ni el sexo le brinda tanto fervor como arrebatar una vida con sus propias manos.

No me respondió nada por largos minutos, así que pude pensar claramente lo que debo hacer.

—Acuerda una reunión para mañana con Damián y, si es posible, también con André.

—¿Qué pensaste?

—Le voy a ahorrar lo agotante de un viaje y tiempo a mi esposo. Volveré a los brazos de mi querido, pero necesito asegurarme primero de una cosa.

—Espera, estás tomando una decisión muy precipitada. Primero debemos armar una estrategia; después te lanzas de cabeza al lobo.

—Mañana lo planeamos, pero con estrategia o no, voy a acabar con este asunto de raíz — puntualicé firme—. Lo único que voy a pedirte es que te lleves lo más lejos posible a Logan.

—Pero...

—Él no pertenece a este mundo de mierda. Créeme, le estoy haciendo un favor al tenerlo lejos y seguro de mí — me levanté y salí de ahí, silenciando toda réplica que pudiera hacer ante mi decisión.

Perdición[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora