🔸Perdición🔸

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Si creía que tocar su piel y besar su boca era suficiente para convertirme en adicto a ella, sus labios succionando y apresándome como si nunca quisiera soltarme me dejó con la mente en blanco. Su boca se siente muy bien, para ser honesto, en demasía. Ver como mi masculinidad se pierde centímetro a centímetro en su boca es una obra de arte, algo que no tiene nombre ni descripción correcta, más cuando con su mirada angelical y perversa me termina de noquear.

Aceleró sus movimientos, ayudándose a sí misma con sus manos y devorándome hasta saciarse. Esos temblores en mi cuerpo y esas cosquillas en la punta de mi p*ne se agudizaron. Si sigue atacando de esa manera tan voraz me hará terminar en su boca. Cuando creí que estallaría, dejó de acariciarme con sus labios.

Maldije, por primera vez una maldición escapó de mis labios y se perdió en el aire mientras intentaba recuperar un poco de aliento. Esto es mucho más doloroso que cuando me masturbé, incluso la urgencia de probar su carne es mucho más urgente ahora que antes. Mis venas palpitan sin cesar, deseosas de llegar a la cima del éxtasis junto a ella.

—No comas ansías — quitó la única prenda que cubre su cuerpo, dejándome maravillado con su completa desnudez—. Aquí te tengo un mejor recipiente para que termines.

—Eres preciosa, Samantha— la atrapé por la cintura y la besé con mayor soltura y menos timidez—. Me gustas mucho —confesé con miedo y angustia.

Me tomó del rostro y me miró fijamente a los ojos. Sus ojos brillan muy intensamente, pareciera que con una mirada pudiera ver a través de mí y todo lo que por dentro me quema y me hunde en el abismo.

—Aun hay tiempo de detenernos — musitó, acariciando mis mejillas con la yema de sus dedos—. Aún tienes tiempo de no perderte.

—Quiero perderme en ti — le aseguré, rozando sus labios con los míos—. No me arrepiento de lo que hasta ahora ha pasado y de lo que estoy seguro va a pasar entre tú y yo ahora mismo, Samantha.

En lugar de responderme con palabras, sus labios se apoderaron de los míos con más calma y suavidad, dando fin a una conversación que no entra en juego en este momento.

Las caricias no se hicieron esperar de parte y parte, así como ella se dio gusto tocando mi cuerpo y marcando sus manos por todo mi ser, yo aproveché para fundir mis manos en su piel y conocer cada rincón de esta. No hubo lugar que no acariciara con extremo cuidado, como si temiera romper en pedazos los pétalos de la rosa más hermosa que he podido tener entre mis manos y palpar entre mis dedos. Todo de ella es perfecto.

Quedé acostado en la cama, con ella encima de mí mientras me besaba con pasión y desfogue. Tenemos tantas ganas de arrancarnos la piel entre besos y caricias, pero a la vez tenemos paciencia y lo llevamos todo sin prisas; alargando los roces de nuestras pieles desnudas. Fue ella la que me guio a su entrada y, de un suave, pero firme movimiento de caderas, se deslizó por toda mi extensión, parlizándome y agudizando esas cosquillas que se apoderaron por completo de mí en ese momento tan sublime.

Sus movimientos ondeados de cadera nublaron mi razonamiento y mis deseos. Me quedé quieto y maravillado mientras ella bailaba seductoramente sobre mi cuerpo, mordiendo sus labios y gimiendo muy finamente sin dejar de mirarme a los ojos fijamente. El compas de sus caderas y sus s*nos rebotando me tiene embelesado.

La tomé de la cadera y por inercia la ayudé a acelerar sus movimientos, pues necesitaba mayor roce, mayor fuerza y mayores sensaciones y espasmos recorriendo por todo mi sistema. Su interior se siente ajustado, muy húmedo y palpitante. Me da la bienvenida abiertamente, pero me retiene de una forma donde no quisiera que me soltara nunca. Y, aunque sentía incomodidad y un ligero ardor en lo que me deslizaba en ella, el placer y el goce tan grande que ahora mismo estoy experimentando, es más fuerte que cualquier malestar.

Tendió su cuerpo sobre el mío, apoyando su frente de la mía y acelerando los movimientos de su cadera. La rodeé con mis brazos y le seguí el ritmo hasta que mis penetraciones se hicieron más constantes, fuertes y menos torpes que al principio. No podía dejar de sentirme en el mismísimo cielo; en ese que se extiende maliciosamente en su mirar.

Ella vibró, gimió fuerte a la vez que escondía el rostro en mi cuello y me apretaba de manera que me hacía moverme con mayor ímpetu y ganas en su interior. Tratando de agudizar la pasión y acrecentar el fuego, tomé su pelo entre mi mano y la besé, dejando ir mis deseos en ella y moviéndome como mejor pude para llegar a sus profundidades y a ese punto dónde su cuerpo me transmite una vibración excitante y deliciosa. Una mordida en mi labio inferior vino acompañado de un fuerte arañazo en mis brazos, y la presión fluyó de mí sin poder contenerlo. Hubiera querido que el placer y el goce durara mas, pero lo cierto era que hace mucho me tenía al borde de explotar con ganas en su abismo y, en lo que hoy se convierte, en mi más grande perdición.

Una vez los temblores dejaron de gobernarnos, intentó bajarse de encima mío, pero la abracé por la cintura y la aseguré con mis brazos. No quiero dejar de sentir su calor y sus palpitaciones. Quiero seguir por más tiempo en sus adentros.

—Debo tomar una ducha — dijo en medio de una risilla traviesa—. Tú también deberías tomar una, pero conmigo siendo de gran ayuda.

—¿En qué debes ayudarme?

—A muchas cosas que no podrás hacer por tu cuenta.

—¿Cómo cuáles? — bromeé, sintiendo que el deseo volvía a crecer en mí.

—¿Desde cuándo te convertiste en un pervertido? — movió la cadera en círculos, haciéndome tensionar poco a poco—. Eres todo un diablillo, Pastelito —se levantó de encima mío, llevándome con ella hacia el cuarto de baño.

Tan pronto el agua cayó sobre nuestros cuerpos, el deseo, las ganas y ese fuego que aún no se ha extinguido de nuestras pieles, la volví a conocer profundamente. Estoy seguro que no me voy a cansar de saberla mía, ni siquiera tuve en mente el pecado que cometí y, que, sorpresivamente, no sentí remordimiento o culpa alguna.

Perdición[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora