🔸Calidez🔸

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Samantha

—¿Por qué no puedes quererme como yo te quiero? Sabes bien que no necesitas de nada teniéndome a mí.

—Sabes que te he querido como un amigo. No me pidas lo que no puedo darte, Seth — le recordé una vez más.

—¿Los amigos tienen sexo casual y después hacen como que nada ha pasado? Qué estupidez — bufó—. Si te enciendes conmigo es porque te gusto.

—Que hayamos tenido sexo un par de veces no quiere decir que vayamos a tener una relación. Le estás dando mucha vuelta al asunto, Cavalli.

—Srta. Gaskell, yo lo único que quiero es que su corazón me quiero, aunque sea un poquito — dejó un suave beso en el dorso de mi mano—. Pero entiendo que ese hombre que te robe suspiros y se adueñe de tu corazón no soy yo.

—Ya no existe ese hombre en mi vida — bajé la mirada.

—No te pongas triste, muñeca — me hizo mirarlo a los ojos—. Pensé que habías trabajado en tu caradura.

Reí, descansando mi mejilla sobre su pecho. Los latidos de su corazón son muy tranquilos, pero no me brindan la calma que necesito. Llevo una amistad con Seth muy bonita, una en la cual he aprendido a abrirme a él y a contarle como me siento. Nunca he podido verlo con ojos de algo más, aunque no voy a negar lo mucho que me gusta tenerlo en mi cama.

—Hago lo que puedo, pero...

—Aun queda algo de esa dulce Samantha que conocí — terminó por mí.

—Trato de verme fuerte, aunque en el fondo no lo soy.

—Lo eres — acarició mi mejilla—. Pasaste por mucho. Perdiste tiempo, juventud y belleza en un hombre que no supo valorarte cuando te tuvo en sus brazos. Va a llegar el momento en el que vuelvas a creer en el amor — me tomó de la barbilla y me obligó a mirarlo a los ojos—. Aunque no sea a mi lado, me gustaría verte sonreír y ser feliz, porque lo mereces, Sami — dejó un beso en mis labios, pero no pude responderle como antes.

—Lo siento, no tengo ganas... — mentí, porque realmente las ganas me tienen ardiendo de deseo, pero no es él quien me enciende.

—No te preocupes, sé que ahora tienes a alguien más en el pensamiento — sonrió divertido—. No sabía que te gustaran los curas.

—No me gustan — aguanté las ganas de reír.

—No me mientas a mí, porque sabes que no te creo nada. ¿Por qué razón deberías tener un cura a tu lado? Además — levantó el rosario al aire—, por poco me arranca las manos cuando te abracé.

—Estás exagerando. Ese cura es demasiado simple para mi gusto.

Soltó una carcajada, escondiendo el rostro en mi cuello y depositando un beso en mi piel. Sus besos antes tenían el poder de despertarme en cuestión de segundos, pero ahora es una boca inocente y dulce la que me tiene con el corazón latiendo con desesperación.

—Debo irme — me levanté de la cama, dejándolo desconcertado.

—¿Qué cosa cambió? Dijiste que te consiguiera una casa y que pasarías estos días conmigo.

—Tengo que prepararme para el encuentro con Novikov, así que necesito tener la mente despejada y fría.

—¿Vas a ir sola?

—No, estaré con Damián, Ian y Jhon haciéndole una grata visita a mi querido esposo — sonreí—. Gracias por tu ayuda.

—Voy a empezar a cobrar los favores.

—¿Dos te son suficientes?

—Si son las tuyas, sí — me volvió a acercar a su cuerpo de un solo tirón—. Un cura de iglesia de pueblo no es rival para mí.

—Ah, ¿no? — me zafé de sus brazos, esbozando una sonrisa divertida—. Descansa, Cavalli.

Salí de la casa y conduje sin rumbo alguno por unos momentos. El sol está a poco de salir, el cielo cada vez se está aclarando más. Había pensado que lo mejor era dejar a Logan solo en una casa, de ese modo no tenemos esa extraña incomodidad cuando estamos cerca, pero desde que lo dejé en ese lugar, no puedo arrancar de mi cabeza su mirada.

Llegué a la casa luego de asegurarme que no hubiera nadie siguiendo mis pasos. Entré sin hacer ningún tipo de ruido y fui hasta la única habitación que hay allí. Abrí la puerta con cuidado y me quedé viéndolo dormir bajo el umbral de la misma. Se ve tan guapo y tierno durmiendo, más cuando sus expresiones reflejan mucho el tipo de sueño que está teniendo.

Me acerqué sigilosamente a la cama, me senté a un lado y acaricié su mejilla con mis nudillos. Parece un tierno bebé durmiendo, además de que Logan tiene un aura que irradia calma y tranquilidad de forma natural.

—¿Qué demonios tienes de especial? — susurré, trazando su rostro y delineando sus suaves labios—. ¿Está mal si te beso al estilo princesa, padrecito?

Me reí bajito por mis ocurrencias, con las ganas latentes de volver a fundirme en su boca por segunda, tercera y todas las veces que pueda, pero recordando la promesa que me hice a mí misma. Por más especial que sea Logan para mí, en un aspecto que aún no comprendo del todo, no puedo arrastrarlo conmigo al infierno. Él es un hombre muy bueno y demasiado inocente para que alguien como yo arruine su mundo.

Dejé de acariciarlo a la fuerza, me levanté de la cama y caminé hacía la puerta con toda la intención de irme de allí lo más rápido posible, pero mi nombre fluyó como magia en sus labios, parlizándome y provocando un sinfín de cosquillas en el vientre y un poco más abajo de este.

—Si vuelves a nombrarme, no respondo de lo que pueda llegar a hacerte — volví a la cama y, en lugar de sentarme en ella, me acosté a su lado y me quedé viéndolo a una distancia corta, pero sin llegar a tocarlo del todo—. Eres mi pecado hecho de carne y hueso, padre. Usted es el culpable de quiera corromperlo a toda costa.

Cerré los ojos, dejándome llevar por la calidez y la tranquilidad que desprende su cuerpo. La facilidad con la que él me envuelve me asusta, porque, a pesar de que  tengo claro que no es como Novikov o Cavalli, sé de sobra que nunca podría llegar a competir contra su fe.

Perdición[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora